Mistery train
Las leyendas sobre el tren proliferaron durante la construcci¨®n de los Estados Unidos de Am¨¦rica. El presidente Jefferson profetiz¨® que el este y el oeste tardar¨ªan 300 a?os en unirse. Se equivoc¨® en 230: en s¨®lo setenta a?os el tren estaba terminado. Aqu¨ª, en Galicia, funcionamos un poco al rev¨¦s...
-??S¨®lo un poco!?
Bueno, tiene usted raz¨®n, caballero. Funcionamos bastante al rev¨¦s. Nos prometen v¨ªas de alta velocidad para dentro de 70 a?os y tardan 300 en terminarlas. Esto es s¨®lo una parte del recorrido, porque hemos tardado bastante menos en desmantelar la lent¨ªsima red de trenes de cercan¨ªas de anta?o. Ahora viene dando igual si el tren va lento o va r¨¢pido, entre otras cosas porque casi no hay trenes y los que hay van a una velocidad que da para resolver cr¨ªmenes como el del Orient Express de Agatha Christie o, en su defecto, construir la catedral de Lugo con palillos. Se sospecha de la existencia de pasajeros que se subieron en A Coru?a de adolescentes y llegaron a Vigo con nietos a su alrededor mientras dictaban sus ¨²ltimas voluntades al revisor. Circulan tambi¨¦n rumores sobre ceremonias ferroviarias a la manera de las mar¨ªtimas, esas en las que se arrojan por la borda los cuerpos de los fallecidos en alta mar envueltos en banderas. Todo es cuesti¨®n de echar un vistazo por los t¨²neles: igual aparecen sarc¨®fagos celtas y alg¨²n cr¨¢neo de irmandi?o que otro.
Subieron en A Coru?a de adolescentes y llegaron a Vigo dictando sus ¨²ltimas voluntades al revisor
El tren -tan di¨¢fano, tan puntual, tan presente en otras latitudes- es un misterio en Galicia. Esta oscura presencia que resuena por las v¨ªas tiene un mapa, con sus correspondientes horarios, que se puede conseguir en dependencias de Renfe como si de informaci¨®n confidencial del Pent¨¢gono se tratara. En un pa¨ªs de orograf¨ªa tan compleja como este, la red ferroviaria raya en la guasa de la t¨ªa Tomasa. B¨¢sicamente hay una l¨ªnea Coru?a-Compostela-Vigo, ciudades que enlazan (cada una como buenamente puede) con Ferrol, Lugo, Monforte y Ourense; y de ah¨ª se sale hacia Madrid, Barcelona y Porto v¨ªa Tui. Algo as¨ª como el mapa del metro de la casita de Pin y Pon. La escasez se suple con trenes de menos paradas o de m¨¢s paradas, algunas de ellas a mano alzada. ?Que qu¨¦ significa eso? Para que se hagan una idea: entre Sarria y Guitiriz (l¨ªnea Monforte-Coru?a), el tren para en Pedrelo-C¨¦ltigos, Lugo, R¨¢bade, Begonte, Baamonde y Parga. En cuatro de esas seis paradas tendr¨¢n que estar ustedes muy atentos cuando aparezca el tren para levantar la mano lo suficiente y que el maquinista les vea, pare y les recoja si lo tiene a bien. Es lo que se llama "parada facultativa", que no consiste precisamente en que el tren pare para que le hagan un chequeo m¨¦dico a los pasajeros, sino en un frenazo "previa petici¨®n del cliente". Cuando John Lee Hooker escribi¨® su canci¨®n Hobo Blues estaba contando su vida de poliz¨®n (hobo) por los trenes del sur y medio-oeste americano. Si llega a vivir en la Galicia de hoy, hubiera escrito un Hands Up Blues que hubiera pasado a la historia. L¨¢stima.
El Blues de Manos Arriba, la canci¨®n triste del atraco ferroviario de Galicia, se canta los d¨ªas de semana a primer¨ªsima hora de la ma?ana en sitios tan ex¨®ticos como Perbes, Franza, Cesuras o Pi?oi. A esas horas los trenes no pitan para no despertar a los vecinos y el presunto pasajero tiene que plantarse -colts desenfundados- en medio de la v¨ªa embozado en un pa?uelo, cual forajido del Far West, para que el tren misterioso pare y le lleve a su destino. Es la Conquista del Oeste. Nada importan ya los duelos al sol entre Administraciones para dirimir un ponme all¨¢ esas v¨ªas o un qu¨ªtame aqu¨ª esta estaci¨®n. Y el sheriff del condado poco puede hacer para impedir que los apaches de la fraga de Cecebre (el Bosque Animado de Wenceslao) asalten el convoy ululando a pleno pulm¨®n y disparando sus palos de fuego (sus Winchester) a la buena de Manit¨².
La niebla envuelve al tren fantasma mientras el pasajero somnoliento paga al revisor el billete con un gesto triste -como el del Padre Brown cuando resuelve un crimen- por haber conseguido parar al lento dinosaurio que le lleva hacia su puesto de trabajo.
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