Experiencias precocinadas
Hubo una ¨¦poca en que lanzar un disco de versiones constitu¨ªa todo un desaf¨ªo est¨¦tico. A principios de los setenta, el rock empezaba a ser consciente de su trayectoria -se hab¨ªan publicado las primeras historias y enciclopedias- y hac¨ªa memoria. David Bowie evocaba en Pin ups (1973) el excitante Londres de los mods y la primera psicodelia. Coincid¨ªa con These foolish things, debut de Bryan Ferry como solista, que aplicaba sensibilidad del pop art a improbables temas de Dylan o los Stones. Unos meses m¨¢s tarde, con Moondog matinee, The Band recuperaba su duro aprendizaje en locales de tercera divisi¨®n. Y Lennon iniciaba la grabaci¨®n de su Rock 'n' roll.
Todos esos discos mostraban voluntad reivindicativa, a veces incluso conten¨ªan argumentos contrarios al purismo dominante. Ferry ampliaba las fronteras musicales y emocionales del pop al recuperar el tema que daba t¨ªtulo al disco, un standard de 1936. Hasta The Band romp¨ªa su ortodoxia con la interpretaci¨®n del cinematogr¨¢fico El tercer hombre. Las motivaciones de fondo eran variadas pero, incluso entre los que necesitaban rellenar un hueco y salir del paso, lat¨ªa la esperanza de que el viaje al pasado tuviera propiedades vigorizantes, que sirviera para recuperar la pasi¨®n primigenia.
Por el precio de las versiones se logran prodigios. Pero eso exige cultura
Cierto que, en 1973, los cincuenta y los sesenta parec¨ªan un pa¨ªs remoto. Hoy, el pasado vive entre nosotros y nos muestra su perfil m¨¢s favorecedor. El cine, la publicidad, las series recurren al inmenso poder de las canciones a?ejas. No se requieren m¨¢quinas del tiempo: las reediciones, las remasterizaciones, las ediciones conmemorativas nos traen las glorias pret¨¦ritas.
En el tiempo del reciclaje, todo es recuperable con un pellizco de iron¨ªa. La colecci¨®n de versiones forma parte del abanico de opciones ¨²tiles para estirar una carrera, como el desenchufado, los duetos, las remezclas, el rick rubin, la inmersi¨®n en la world music, el disco con orquesta de cuerdas o metales...
Lo saben personajes como Clive Davis, el disquero del concepto vendedor, que rige los pasos de Rod Stewart o Carlos Santana. La f¨®rmula: juntas un cancionero inoxidable con una cara reconocible y ya tienes una oferta irresistible para ese tipo de consumidor que ignora los placeres de las versiones originales o los dramas del proceso de creaci¨®n; prefiere emociones premasticadas, uniformidad sonora, digestiones f¨¢ciles. Por el precio que paga por lo nuevo de Phil Collins, podr¨ªa comprarse una caja llena de prodigios de Motown. Pero eso exigir¨ªa un esfuerzo. Exigir¨ªa cultura.
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