La econom¨ªa pol¨ªtica de las pensiones
Nuestro sistema de pensiones funciona de la manera siguiente: cada a?o la Seguridad Social utiliza una parte de la renta laboral para pagar las pensiones. Si esta cantidad no fuera suficiente, lo que ha ocurrido en alg¨²n momento pero no ocurre hoy, el Gobierno acude a los impuestos para poner lo que falta. Las pensiones proceden por tanto de las rentas laborales generadas cada a?o. Por eso se llama Seguridad Social, porque dedicamos una parte de nuestro salario para garantizar unos ingresos a los que no trabajan por su edad.
Pues bien, tenemos un problema sustancial con el sistema actual de pensiones. Dentro de unos a?os, la parte de esa renta laboral que se van a llevar los pensionistas ser¨¢ muy elevada, y el salario que les quedar¨¢ a los que trabajan, muy escaso. Los trabajadores ser¨¢n m¨¢s pobres y los pensionistas tambi¨¦n, porque nadie querr¨¢ trabajar en un pa¨ªs con estas cargas. Todo esto ocurre porque tenemos un desfase demogr¨¢fico sustancial, con una generaci¨®n detr¨¢s de la nuestra que es la mitad de la actual; un problema que se agrava, si podemos hablar as¨ª, porque vivimos m¨¢s.
De seguir con este sistema habr¨¢ un aumento de la deuda p¨²blica y se penalizar¨¢ a los j¨®venes
Un nuevo modelo, quiz¨¢s, genera muchas preguntas, pero a lo mejor ha llegado la hora de plantearlas
En unos a?os, la renta destinada a pensiones ser¨¢ muy elevada, y el salario, muy escaso
Si no se hace nada para reformar el sistema de pensiones ser¨ªa un enorme fracaso social
Todo el mundo es consciente de que hay que actuar ya porque el transatl¨¢ntico de las pensiones no tiene capacidad de maniobra a corto plazo, y el tiempo para evitar la colisi¨®n en forma de pensiones de miseria se est¨¢ acabando. Y al mismo tiempo, muchos pensamos, viendo c¨®mo se est¨¢n desarrollando las negociaciones para reformar el sistema, que nada va a ocurrir; que todos los partidos han sacado la calculadora de votos y se han dado cuenta de que lo mejor que puede ocurrir es que no pase nada; que es bastante probable que la ampliaci¨®n de la edad de jubilaci¨®n a los 67 a?os se sacrifique en el altar de la concertaci¨®n social con los sindicatos -salvo que los mercados nos peguen otro susto-, y que a lo m¨¢ximo que podemos aspirar es a un cambio marginal que retrase unos meses lo inevitable.
Este desenlace ser¨ªa un enorme fracaso social. No solo porque dejar¨ªa la credibilidad del pa¨ªs (no ya solo la del Gobierno) mucho m¨¢s tocada de lo que se piensa, sino porque ser¨ªa el origen de una injusticia social de grandes proporciones. Cuando tengamos la pr¨®xima oportunidad de hacer la siguiente reforma, all¨¢ por el 2013 o el 2014, se tendr¨¢n que acordar medidas no para que tengan efecto poco a poco, sino de forma muy abrupta: personas cercanas a la jubilaci¨®n se encontrar¨¢n con que deben continuar trabajando y otras ver¨¢n que su pensi¨®n, ya muy cercana, es mucho menor de lo que esperaban y sin capacidad de tomar medidas. Una reforma de pensiones requiere 20 a?os para que no genere problemas de inequidad, y la realidad econ¨®mica y demogr¨¢fica nos da un espacio temporal de m¨¢s o menos cinco a?os si empezamos ahora mismo.
?Qu¨¦ se puede hacer? Al menos dos cosas: en primer lugar, cambiar los n¨²meros de la calculadora pol¨ªtica. Conseguir generar el suficiente debate social en torno a las pensiones de forma que no hacer nada serio tenga costes significativos para todos los involucrados; incluso lanzar el mensaje a los m¨¢s audaces para que vean que hacer una propuesta sensata de pensiones es una forma de ganar el plus de credibilidad del que hoy carecen. Lo segundo, que en el fondo es lo mismo, reconocer que continuar con este sistema debilita el tejido econ¨®mico de nuestro pa¨ªs porque obligar¨¢ a generar m¨¢s deuda p¨²blica que no podemos permitirnos y penalizar¨¢ sobre todo a los j¨®venes, a los que estamos dejando una herencia no muy vistosa. Y los j¨®venes a los que el actual sistema de pensiones penaliza son pr¨¢cticamente todos los menores de 50 a?os.
Las propuestas que, desde Fedea y con la colaboraci¨®n de los 100 economistas, hemos propuesto son mejorables, y seguro que se pueden debatir y adaptar. Pero, por el momento, son las ¨²nicas propuestas que han trascendido a la opini¨®n publica. Los que piensan que no se deber¨ªa hacer nada deber¨ªan explicar por qu¨¦, y explic¨¢rselo especialmente a los j¨®venes. Los n¨²meros y la realidad econ¨®mica y demogr¨¢fica dicen que es absolutamente improrrogable dise?ar y adoptar una reforma que se inspire en los criterios de la que adoptaron en Suecia hace ya 15 a?os, y que permite mantener los principios de un sistema p¨²blico, solidario y de reparto y de manera sostenible. Esos principios son los de una jubilaci¨®n flexible, sin edad legal de jubilaci¨®n; la existencia de una mayor proporcionalidad entre lo que cotizas y lo que recibes, y la existencia de ajustes autom¨¢ticos de la pensi¨®n a la esperanza de vida, la riqueza del pa¨ªs o la natalidad. Es verdad que plantearnos un nuevo sistema genera muchas preguntas, pero tal vez nos ha llegado la hora, como sociedad, de plantearlas.
Michele Boldrin es profesor de la Washington University en San Luis (Estados Unidos) y director de la c¨¢tedra Fedea-Repsol. Pablo V¨¢zquez es director de Fedea.
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