Todos los colores de Renoir
Frente a otros contempor¨¢neos, Renoir ha sido el pintor impresionista preferido de la gente durante m¨¢s de un siglo, el m¨¢s celebrado y popular, y el p¨²blico entusiasta as¨ª se lo reconoci¨® desde el principio, oh regalo envenenado, reserv¨¢ndole las tapas de las cajas de chocolates donde han figurado tantas de sus creaciones. Esta es una de las circunstancias que hacen del caso Renoir uno de los m¨¢s complejos de dilucidar, como demuestra la exposici¨®n del Prado presentada ayer, pues exige de nosotros dejar a un lado la desconfianza o el malestar que a menudo pueden despertar sus pinturas o los entusiasmos que ha suscitado y en qui¨¦nes, y centrarnos en tales o cuales obras, en verdad notables.
Los cuadros son lo m¨¢s luminoso de una ¨¦poca que entendi¨® como nadie
No es sencillo porque pint¨® mucho y en muchos estilos, y dentro de cada estilo no siempre con fortuna, sin que ello le importase mucho: era un hombre jovial, y la ¨¦poca contribuy¨® lo suyo. No hay m¨¢s que asomarse a sus cuadros: las encarnaduras de los desnudos no eran tan afrutadas ni m¨®rbidas desde Rubens y pocos pintores se hab¨ªan atrevido hasta entonces a meter en una sola tela todos los colores del arco¨ªris. Claro que esto ¨²ltimo, como decimos, lo favoreci¨® tambi¨¦n la ¨¦poca. Pero vayamos por partes.
Quiz¨¢ fuera ese rasgo de su car¨¢cter, la jovialidad, lo que anim¨® al millonario norteamericano Sterling Clark a coleccionar tantos renoirs, parte fundamental de la fabulosa colecci¨®n que don¨® al Instituto de Arte de Massachusetts que lleva su nombre y que puede verse hasta el 6 de febrero en las salas del Prado bajo el t¨ªtulo Pasi¨®n por Renoir.
Como buen coleccionista, se dir¨ªa que Clark, un hombre extra?o, introvertido y aventurero cuyo inter¨¦s por el arte se despert¨® tard¨ªamente, a finales de los a?os diez del pasado siglo, quiso tener una muestra de cada uno de los diferentes estilos de Renoir: retratos, autorretratos, figuras femeninas, desnudos femeninos, paisajes de todo tipo, escenas de interior, naturalezas muertas y cuadros de flores (faltan, seguramente porque lleg¨® demasiado tarde al club de los coleccionistas, los grandes cuadros de tema, como su c¨¦lebre Baile en el Moulin de la Gallete). Si alguien no supiese nada de Renoir, cosa improbable, esta exposici¨®n le dar¨¢ una idea muy aproximada del genio vers¨¢til de su autor, con algunas pinturas sobresalientes. Lo es su primer autorretrato, tan greco (como Manet, dec¨ªa adorar, sin embargo, a Vel¨¢zquez: la moda Greco no hab¨ªa llegado todav¨ªa), o el inquietante retrato de la joven Th¨¦r¨¨se Berard o el chinesco de la se?ora Monet, que presagia tantas pinturas intimistas de Vuillard como preludian algunos de sus paisajes los de Bonnard o los de nuestro Dar¨ªo de Regoyos, o tal o cual fondo los fondos de Matisse, que dec¨ªa adorarlo, como tambi¨¦n dec¨ªa adorarlo Picasso, sin duda seducidos por su bondad.
Frente a la melancol¨ªa de Degas, el m¨¢s hondo de los pintores impresionistas, o las voces de Pissarro o de Sisley, tan apagadas, tan honradas, (por dejar a un lado a quienes como C¨¦zanne o Van Gogh pusieron los cimientos de la modernidad), a Renoir acaso se le tenga en el futuro como al pintor que sigui¨® la tradici¨®n de Boucher y de Watteau, tan franceses, tan galantes. Y as¨ª se ver¨¢n ahora en el Prado (otro regalo envenenado ese estar en la casa de Vel¨¢zquez, de Murillo, de Tiziano, teni¨¦ndoles delante), as¨ª se ver¨¢n, dec¨ªamos, estos cuadros suyos, tan distintos unos de otros, a veces incluso tan desconcertantes: como lo m¨¢s luminoso de una ¨¦poca y lo m¨¢s risue?o de un autor que la comprendi¨® como ning¨²n otro. "Tan leve, tan voluble, tan ligero, cual estival vilano", podr¨ªamos decir con las palabras de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
Por eso, se?al¨¢bamos al principio, la ¨¦poca, que vio en ¨¦l a su pintor, lo mim¨®, y los coleccionistas (principalmente norteamericanos) se lo disputaron desde el principio. Renoir fue consciente de ello, y quiso corresponder a tantas atenciones esmer¨¢ndose en la elecci¨®n de sus temas, de sus modelos, de sus escenas de interior tanto como en la elecci¨®n de los colores apastelados de su paleta. Y no desentonar con la ¨¦poca.
Pero ser¨ªa injusto pensar solo en la dimensi¨®n social y burguesa de sus obras. En ocasiones, tambi¨¦n Renoir se tropez¨® con el misterio de la vida, y quiso legitimar noblemente la alegr¨ªa a la que su jovialidad le ten¨ªa destinado. As¨ª lo prueban algunos de los cuadros.


Pasi¨®n coleccionista
- El Prado expone bajo el t¨ªtulo Pasi¨®n por Renoir, hasta el 6 de febrero, la colecci¨®n completa de obras del pintor impresionista franc¨¦s perteneciente al Clark Art Institute de Williamson (Massachusetts, EE UU).
- Las 31 obras expuestas abarcan todo el espectro de la obra de Pierre-Auguste Renoir (1841-1919). Junto a un gran n¨²mero de cuadros impresionistas y dos autorretratos, se pueden contemplar tambi¨¦n obras posteriores que muestran la evoluci¨®n del pintor hacia un arte m¨¢s cl¨¢sico inspirado en Tiziano y Rubens.
- Es la primera vez que la colecci¨®n atesorada por el millonario estadounidense Robert Sterling Clark sale completa de su sede.
- El Museo del Prado prestar¨¢, en 2014, al Clark Art Institute destacadas obras de su colecci¨®n, entre ellas pinturas de Vel¨¢zquez, Tiziano o Rubens.
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