Made in Mou Tres
Tras asistir a m¨¢s de un centenar de sesiones de espiritismo, Maurice Maeterlinck lleg¨® a la conclusi¨®n de que los muertos se hab¨ªan vuelto tontos. Teniendo tantas cosas esenciales que comunicarnos, sol¨ªan provocar nuestro m¨¢s infantil asombro con trucos de tah¨²r, golpes y movimientos de mesa o nimias revelaciones como: "El reloj de la abuelita est¨¢ en el tercer caj¨®n de la c¨®moda" y estupideces por el estilo.
A su regreso de la Isla de San Michele, Mou pensaba como Maeterlinck que los muertos no estaban en sus cabales y que el espectro de H.H., siglas del anta?o sagaz entrenador que ahora compart¨ªa el selecto cementerio veneciano con Ezra Pound y otras celebridades, hab¨ªa perdido en la tumba su proverbial perspicacia. O le estaba tomando el pelo. "?Si tuvieras en tu equipo, Dios no lo quiera, a uno de esos jugadores que galopan y cocean y no juegan sin bal¨®n, contabiliza las jugadas que mueren en sus pies y act¨²a en consecuencia antes de que sea demasiado tarde!", le hab¨ªa recomendado a voz en grito el ¨ªnclito fantasma. ?Acaso alud¨ªa al m¨¢s caro e intocable jugador de la plantilla del Club Central Florentino? Bien era verdad que el mejor jugador del mundo, comport¨¢ndose como un ni?o mimado, no hab¨ªa dado pie con bola en el Mundial y hab¨ªa tenido un pat¨¦tico comienzo de Liga. Tras cada jugada pifiada, o a cada histri¨®nico tropiezo, se desentend¨ªa del partido para lamentarse al cielo. Las ocasiones falladas pueden ser m¨¢s decisivas que los goles metidos, pensaba Mou, y ning¨²n jugador debe quedarse sentado mientras el bal¨®n sigue rodando. Pero precisamente ahora, bajo sus auspicios y prescripciones, el jugador en cuesti¨®n volv¨ªa a marcar goles y a desestabilizar a los adversarios con sus carreras, pases y desplazamientos. Mou hab¨ªa actuado, por tanto, en consecuencia, antes de que fuera demasiado tarde, con persuasivas razones y paternales reprimendas, y ah¨ª estaban los resultados. De la noche a la ma?ana, su pupilo se hab¨ªa convertido en m¨¢ximo goleador y el equipo se hab¨ªa encaramado a lo m¨¢s alto de la tabla. ?Qu¨¦ m¨¢s se pod¨ªa pedir? ?Con qu¨¦ nueva impertinencia de ultratumba pretend¨ªa el viejo difunto entrenador instigarle? Quiz¨¢s los ilustres inquilinos del cementerio de San Michele no anduvieran muy al d¨ªa en cuestiones balomp¨¦dicas o no estuvieran abonados a Canal+, pero Ronaldo ya no era el problema. Ni sus siglas comerciales ni su protagonismo medi¨¢tico desbaratar¨ªan el proyecto de un Real Club Central made in Mou.
Cristiano, su pupilo, carec¨ªa de cerebro para erigirse en representante de Dios en la hierba. Y reclam¨® a Zidane
No obstante, el susodicho Mou era consciente de que nunca podr¨ªa crear un equipo a su imagen y semejanza en torno a una figura que corr¨ªa sin ver ni mirar a diestra ni a siniestra, obcecadamente rectil¨ªneo, como si llevara anteojeras. Adem¨¢s, le molestaba especialmente que le hiciera la competencia en ciertos desplantes sobreactuados que, al parecer, consideraba parte de su estilo personal. Como cuando, antes de ejecutar una falta, su compatriota adoptaba peliculeros aires de espartano en las Term¨®pilas. En definitiva, a pesar de sus excepcionales cualidades f¨ªsicas y pericia t¨¦cnica, Ronaldo carec¨ªa de cerebro para erigirse en representante de Dios en la hierba. Mou ensayaba alternativas, mientras rememoraba como una letan¨ªa las palabras del viejo entrenador: "Pensar r¨¢pido es tan importante como jugar r¨¢pido. Y, cuando el pensamiento se adecua a la estrategia, pensar y jugar r¨¢pido son la misma cosa. Aunque, a veces, sea mejor no pensar para que un remate entre por la escuadra. Si lo piensas dos veces, no entrar¨¢".
El momento hab¨ªa llegado de dejar que los fantasmas de San Michele jugaran a las tabas y ocuparse de otros fantasmas en su propio Club.
Potencialmente insidiosos, seg¨²n su particular paranoia. Los mismos fantasmas, por cierto, que le hab¨ªan contratado. Sin pens¨¢rselo dos veces, les meti¨® un gol por la escuadra. Con el subterfugio de necesitar ayuda en el ¨¢mbito deportivo, reclam¨® que le trajeran a uno de los m¨¢s grandes jugadores ya retirados, Zinedine Zidane. En realidad, lo necesitaba para encomendarle una misi¨®n muy especial: mantener la distancia con las m¨¢s relevantes personalidades del Real Club Central y evitarle posibles ingerencias.
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