La igualdad ten¨ªa un precio
La pol¨ªtica tiene un alto valor simb¨®lico. A fin de cuentas cumple tambi¨¦n el papel ritual de representar los conflictos sociales y los valores hegem¨®nicos. Pues bien, m¨¢s all¨¢ de la simple lectura politicista de la reciente remodelaci¨®n del Gobierno, se destilan otros mensajes, algunos de ellos muy regresivos. A saber, que los conceptos de seguridad y confianza est¨¢n estrechamente ligados al g¨¦nero masculino, especialmente si peina canas. En segundo lugar, la sensaci¨®n de que tras esta remodelaci¨®n se trasluce una cierta derrota de las mujeres en el poder pol¨ªtico. Y finalmente, que las pol¨ªticas de igualdad no dejan de ser un adorno perfectamente prescindible cuando aprieta el fragor de la batalla y los tiempos se vuelven hostiles.
A fin de cuentas venimos de una historia de siglos que nos ha inculcado que en los momentos dif¨ªciles, la figura paternal representa un nicho de seguridad insustituible para atravesar las aguas procelosas. Y en las decisiones que comentamos, con la sola excepci¨®n de la incorporaci¨®n de Rosa Aguilar a este gabinete, la lectura que se ofrece es que s¨®lo el g¨¦nero masculino es capaz de producir confianza y credibilidad. Tras unos primeros tiempos en el que el avance de las mujeres se produc¨ªa de una forma pac¨ªfica y dulce, hemos comprobado con cierto estupor que la igualdad ten¨ªa un precio. O dicho de otra manera, que ¨ªbamos a ser escrutadas, examinadas, analizadas con criterios doblemente exigentes. Por ello, mientras que los pol¨ªticos masculinos sufr¨ªan el desgaste l¨®gico del poder en tiempos de crisis, las mujeres que ejerc¨ªan esta funci¨®n han sido sometidas a una lapidaci¨®n simb¨®lica de mentiras, sospechas, exageraciones o distorsiones feroces de su propia imagen. Nunca me ha gustado el tono ¨¢rido y la falta de capacidad dial¨¦ctica de Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega ni me han interesado los argumentos fuera de la realidad de Leire Paj¨ªn, pero es f¨¢cil detectar en las cr¨ªticas que se le han prodigado (y no hablo siquiera de las obscenidades fascistas) un ensa?amiento particular que expresaba la disconformidad con el empoderamiento de cualquier mujer. No en vano, para el imaginario machista del que provenimos, la presencia de la mujer en el poder solo tiene dos or¨ªgenes: la excepcionalidad o la impostura. La pura constataci¨®n de esta realidad, vuelve a dar actualidad al pensamiento de Simone de Beauvoir cuando reclamaba para las mujeres id¨¦ntica valoraci¨®n que para los varones, no de su inteligencia, sino de sus errores.
El problema no es el cese masivo de mujeres, m¨¢s o menos justificado en seg¨²n qu¨¦ casos. El problema es que mientras que a los hombres se les juzga individualmente, a las mujeres se les aplica un juicio colectivo que la derecha se ha prestado a rotular bajo el t¨ªtulo de la inutilidad.
En estos momentos de nuestra historia, en el que las mujeres empezamos a construir modelos y referentes de intervenci¨®n en el poder, en que nos encontramos metaf¨®ricamente "en mitad del r¨ªo", los que se hab¨ªan proclamado defensores de esta revoluci¨®n han desertado bruscamente. No puede entenderse de otra forma la desaparici¨®n, de un plumazo indiferente, del Ministerio de Igualdad. ?Ante qu¨¦ Dios se inmola el que fue presentado como un gran proyecto innovador y el mayor s¨ªmbolo de apuesta por la igualdad de las mujeres??Qu¨¦ pecado ha cometido Bibiana A¨ªdo, aparte de su novedad o su juventud?
Los c¨ªrculos ultracat¨®licos y reaccionarios han mostrado su alegr¨ªa. Dicen que con esto se ha puesto fin al revanchismo y a la peligrosa ideolog¨ªa de g¨¦nero que amenaza sus privilegios. El paso necesario en la lucha por la igualdad, que es combatir las pr¨¢cticas que determinan la discriminaci¨®n de la mujer en el mundo laboral, queda postergado para mejores tiempos. Y para m¨¢s inri, mandan las pol¨ªticas de igualdad al Ministerio de Salud y Servicios Sociales, como si de un virus o de una enfermedad invalidante se tratara. Espero que la mutaci¨®n alegre de la igualdad en el cuerpo social venza a la enfermedad cr¨®nica de la discriminaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.