Acelerar en punto muerto
La remodelaci¨®n ministerial podr¨ªa quedar en un episodio aislado si el nuevo Gobierno sigue una de las l¨ªneas que m¨¢s desgaste caus¨® al anterior, obsesionado con lo que conven¨ªa decir m¨¢s que con lo que deb¨ªa hacer. Los dos a?os perdidos en la gesti¨®n ret¨®rica de la crisis han dejado el poso de una autom¨¢tica desconfianza hacia los planes econ¨®micos que envuelven en nombres ampulosos la vaguedad de sus contenidos, que nadie se esfuerza en concretar. De ah¨ª que la insistencia en que el nuevo Ejecutivo es el de la comunicaci¨®n, no el de la acci¨®n, haga temer que sus efectos sobre el estado de ¨¢nimo del partido socialista y de su electorado potencial dure exactamente el tiempo que la novedad del cambio deje de serlo.
El anterior Gobierno se obsesion¨® con lo que conven¨ªa decir m¨¢s que con lo que deb¨ªa hacer
Por lo pronto, desde el Gobierno se ha hablado de repensar el Estado de bienestar, una f¨®rmula no menos gen¨¦rica, no menos ampulosa, que la de transformar el modelo productivo. Por mucha comunicaci¨®n que se aplique a uno u otro objetivo -por lo dem¨¢s, perfectamente plausibles y hasta deseables en el largo plazo-, nunca se cumplir¨¢n a tiempo para que el partido socialista recupere el terreno electoral perdido en lo que va de legislatura, en especial desde el giro de la pol¨ªtica econ¨®mica en mayo pasado. Durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas Espa?a ha vivido por encima de sus posibilidades, y lo que ahora est¨¢ perentoriamente en juego es c¨®mo se reparten los costes de aquellos excesos. Es ah¨ª, en el reparto de los costes y no en los esl¨®ganes elaborados con la vista puesta en la comunicaci¨®n, donde tendr¨ªan que percibirse las diferencias entre la respuesta del Partido Popular o, al menos, lo que se puede intuir de ella, y la que el Gobierno parece buscar a tientas.
Entre conservar la baza de la remodelaci¨®n como eventual respuesta a un mal resultado de los socialistas en las elecciones catalanas, o utilizarla de inmediato en un intento de recuperar la confianza de los votantes, se ha impuesto esta ¨²ltima opci¨®n. Seguramente porque era la correcta. Pero lo era a condici¨®n de interpretarla como una ocasi¨®n, no para comunicar mejor, que es un objetivo incontestable sea cual sea la circunstancia, sino para anticipar desde un mayor margen de maniobra las reformas que, de otro modo, habr¨ªan de llevarse a cabo con la misma precipitaci¨®n que las anteriores. Y tambi¨¦n con los mismos efectos pol¨ªticos, que a punto han estado de convalidar la estrategia de pl¨¢cida espera adoptada por los populares. Desde mayo al momento de la remodelaci¨®n ministerial, el Partido Popular se ha limitado a dirigir contra la cabeza del Ejecutivo, ignorando a los ministros, el creciente malestar de los ciudadanos por la situaci¨®n econ¨®mica.
Si este Gobierno se confirmara como el de la comunicaci¨®n y no como el de la acci¨®n, la ¨²nica novedad previsible en la pol¨ªtica espa?ola ser¨ªa que el Partido Popular ampliar¨ªa el n¨²mero de dianas contra las que dirigir sus invectivas. Nada se habr¨ªa ganado excepto la multiplicaci¨®n del ruido, mientras la situaci¨®n econ¨®mica seguir¨ªa haciendo su labor de zapa. Puede que, en el mejor de los casos, el Ejecutivo lograse imponerse en el terreno de la comunicaci¨®n; lo m¨¢s que habr¨ªa conseguido ser¨ªa provocar un espejismo que acentuar¨ªa la desafecci¨®n de la pol¨ªtica, porque es en el de la acci¨®n donde lo juzgar¨¢n los ciudadanos. Y puesto que la acci¨®n es responsabilidad exclusiva del Gobierno, nada impedir¨ªa que la oposici¨®n siguiera como hasta ahora, rentabilizando de manera oportunista el silencio sobre la pol¨ªtica econ¨®mica que defiende y, simult¨¢neamente, el estruendo contra cualquier portavoz del Ejecutivo que tomase la palabra para lanzar los nuevos esl¨®ganes.
Cuanto antes los ciudadanos deber¨ªan saber qu¨¦ reformas son las que se propone emprender el nuevo Gobierno y con qu¨¦ medidas concretas espera repartir equitativamente los costes, distanci¨¢ndose de un Partido Popular que guarda sobre ambos asuntos un inquietante silencio. Eludir esta doble tarea equivaldr¨ªa a convertir la iniciativa pol¨ªtica finalmente recuperada en lo que, aplicado a ciertos modos ret¨®ricos, la excepcional inteligencia de Tom¨¢s Poll¨¢n define como acelerar en punto muerto. Este es exactamente el riesgo, el de realizar un resonante, atronador, potent¨ªsimo aceler¨®n en punto muerto, que se cierne sobre la remodelaci¨®n ministerial si el nuevo Gobierno se decanta por seguir la l¨ªnea que m¨¢s desgate caus¨® al anterior, obsesion¨¢ndose con lo que conviene decir m¨¢s que con lo que debe hacer. Hace mucho que el tiempo para los Gobiernos de comunicaci¨®n qued¨® atr¨¢s; el que ahora se impone es el de los Gobiernos de acci¨®n, y nada impide, por el momento, que este pudiera serlo.
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