Tumba al sol
Tenemos la mejor Liga del mundo. Eso dicen. Ateni¨¦ndonos al mercado, la m¨¢s cara. Eso s¨ª. Y, en consecuencia, la de m¨¢s flagrante desigualdad entre ricos y pobres. Por supuesto. La emoci¨®n de la contienda radica en que, de vez en cuando, un pobre le robe la cartera a un rico. Sin esas expectativas, la mejor Liga del mundo podr¨ªa llegar a ser, por previsible, la m¨¢s aburrida. Salvo por la cola, donde los pobres, despu¨¦s de haber servido de sparrings a los ricos para que se ejercitasen en el tiro a gol, acabar¨¢n disput¨¢ndose a cara de perro el mendrugo de la supervivencia.
Dicho esto, el que algunos cobren, m¨¢s o menos, por dar patadas a un bal¨®n resulta una mod¨¦lica actividad en un pa¨ªs donde el deporte favorito es enriquecerse fraudulentamente y propinar patadas a los dem¨¢s. Hay empresarios ejemplares que, tras ponerse las botas y saquear sus empresas a nuestra costa, dan la patada a sus trabajadores con alegre impunidad. Y hay alcaldes de reconocible ¨¢rbol geneal¨®gico y protot¨ªpica defecaci¨®n verbal que, con la t¨¢cita aquiescencia de los que comparten su tabernario estilo pol¨ªtico, se refocilan humillando a las rivales femeninas que, al parecer, exacerban su hombr¨ªa. Vivimos entre espectros de un pasado redivivo a los que ning¨²n ¨¢rbitro sacar¨¢ tarjeta roja mientras no se decida a su favor el partido. Siempre nos quedar¨¢ Par¨ªs. Aunque est¨¦ en llamas. O el verde rect¨¢ngulo de los estadios. Con su vociferante entorno y sospechosa trastienda.
?En qu¨¦ manga esconde Florentino a Zinedine Zidane? ?Hasta cu¨¢ndo y para qu¨¦?
Por fortuna, la grandeza del f¨²tbol no solo consiste en embrutecer a las masas, sino tambi¨¦n, y sobre todo, en embrutecernos nosotros mismos. Gracias al f¨²tbol y su medi¨¢tica resonancia, podemos hablar de ese bal¨®n que por un cent¨ªmetro habr¨ªa entrado. Pero no entr¨®. De lo que pudo haber sido. Y no fue. De si la mala suerte no es, en definitiva, sino mala punter¨ªa. Sin el f¨²tbol, tampoco podr¨ªamos echar de menos en la vida la repetici¨®n de la jugada. O hacernos est¨²pidas preguntas como las que me hago yo: ?en qu¨¦ manga esconde Florentino a Zinedine Zidane?, ?hasta cu¨¢ndo y para qu¨¦?
En esas estaba cuando, reci¨¦n aterrizado del Westwood Village Memorial Park Cementery, se me present¨®, con prisa y sin equipaje, el fantasma del m¨¢s seductor mito femenino desde Eva y su manzana: Marilyn Monroe. Su irrupci¨®n en p¨¢ginas deportivas no me sorprendi¨® del todo. D¨ªas antes, mientras la selecci¨®n espa?ola sub¨ªa al estrado para recoger el premio Pr¨ªncipe de Asturias, hab¨ªa estado embebido en las p¨¢ginas del libro Fragmentos (Seix y Barral), textos p¨®stumos arrebatados a la difunta actriz, y todav¨ªa me sent¨ªa conmovido por una sensibilidad po¨¦tica y una tr¨¢gica mirada que convert¨ªa en burdo parip¨¦ la gloria mundana y sus alrededores.
Pensaba hablarles de Zinedine Zidane, pero cambi¨¦ de opini¨®n. Para mi desconcierto, fue ella la que me habl¨® de ¨¦l. Curiosamente, estaba interesada en conocer las causas del cabezazo a Materazzi. "Porque fue un golpe m¨¢s doloroso para el que lo dio que para el que lo recibi¨®", puntualiz¨®. No le cont¨¦ lo que sab¨ªa ni lo que supon¨ªa. Aduje cort¨¦smente que no era asunto de mi incumbencia y agradeci¨® la discreci¨®n. Pero, entonces, inopinadamente, se puso a hablar del Bar?a y coment¨® que le recordaba a esos boxeadores de guardia baja y paso atr¨¢s que simulaban flotar en el ring, como faltos de pegada y agresividad, para adormecer y controlar al contrario, convirti¨¦ndolo en una sombra. Y, con melanc¨®lica certidumbre, concluy¨®: "Pero la sombra siempre tiene la ¨²ltima palabra". Luego, para ilustrar lo dicho, me inform¨® de que a nuestro sol ya solo le quedaban 5.000 a?os de vida. Me jact¨¦ de que me importaba un bledo. "?Qu¨¦ es un bledo?", indag¨®. Me abstuve de explicarle que era una planta quenopodi¨¢cea de color verde y flores rojas. Me limit¨¦ a decir que era algo que importaba poco. "Pues a m¨ª me importa mucho porque 5.000 a?os pasan volando y tengo mi tumba al sol", replic¨® con profunda tristeza.
Me qued¨¦ doblemente desolado. Por aquello de que ella se quedara sin sol dentro de 5.000 a?os y porque se fuera tan apresuradamente como hab¨ªa llegado. Sin decirme adi¨®s. Me consuela pensar que tenemos la mejor Liga del mundo y que, pase lo que pase, el bal¨®n seguir¨¢ rodando.
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