Despu¨¦s de Sakineh, su hijo
La detenci¨®n del hijo de Sakineh Ashtiani, por tratar de que se reconozca la inocencia de su madre, es un nuevo desaf¨ªo del r¨¦gimen iran¨ª al que la comunidad internacional debiera dar cumplida respuesta
Recapitulemos.
Este caso es incre¨ªble y realmente merece que volvamos a detenernos en ¨¦l.
Sajad, el hijo de Sakineh, lucha desde hace meses para que se reconozca la inocencia de su madre y para evitarle la muerte por lapidaci¨®n a la que la conden¨® el Gobierno iran¨ª.
El 11 de octubre concede su en¨¦sima entrevista a unos periodistas alemanes; una vez m¨¢s, intenta que la opini¨®n p¨²blica internacional sea testigo de la injusticia a la que est¨¢ siendo sometida su madre.
Desconfiado, sabedor, aunque sin atreverse a creerlo, de que su pac¨ªfico combate, sus contactos reiterados con periodistas extranjeros y su amor filial pueden colocarlo a ¨¦l tambi¨¦n en una situaci¨®n peligrosa, toma la precauci¨®n de fijar el encuentro en el despacho del abogado Hutan Kian, que, incluso en Ir¨¢n, en principio, es un lugar seguro.
Tomar al hijo como reh¨¦n, para matar tranquilamente a la madre, merecer¨ªa convocar a unos cuantos embajadores
La comunidad internacional no puede resignarse a que el r¨¦gimen iran¨ª se comporte como un Estado g¨¢nster
En mitad de la entrevista, Mina Ahad¨ª, presidenta del Comit¨¦ Internacional contra la Lapidaci¨®n, que est¨¢ haciendo las veces de int¨¦rprete a distancia, oye un alboroto; despu¨¦s, la comunicaci¨®n se corta y comprende que han irrumpido en el bufete y han detenido al entrevistado, a los entrevistadores y al abogado.
?Y c¨®mo reaccionamos ante el anuncio de estos arrestos? ?Nos preocupamos por saber d¨®nde est¨¢n Sajad y Hutan, de quienes no hay noticias desde entonces? No. Ninguna reacci¨®n. O casi ninguna. Todo el mundo, en Europa y Estados Unidos, parece encontrar la situaci¨®n completamente normal. Cuando el Gobierno alem¨¢n pregunta d¨®nde est¨¢n detenidos sus dos conciudadanos, nadie se preocupa por saber d¨®nde est¨¢n los dos iran¨ªes, ni de si siguen con vida. Por primera vez desde el comienzo de este asunto, se puede decir con propiedad que Sakineh y los suyos est¨¢n solos en el mundo.
Por supuesto, no pretendo tener la f¨®rmula m¨¢gica para dar respuesta a tan incre¨ªble brutalidad.
Nadie sabe c¨®mo replicar a un Estado capaz de desafiar as¨ª, sin molestarse en dar la menor explicaci¨®n, las leyes m¨¢s elementales de humanidad y gobernabilidad.
Pero, al menos, cabe esperar que los cientos de miles de hombres y mujeres que firmaron a favor de Sakineh en la web de La R¨¨gle du Jeu, o en otras, se movilicen de nuevo, que griten su indignaci¨®n, que escriban a las autoridades de sus pa¨ªses, o incluso a las iran¨ªes. Los canales existen, los mensajes ser¨¢n transmitidos.
Al menos, cabe pedir a aquellos de entre nosotros que, en estos tiempos del "Todopoderoso Visible", tienen una parcela de visibilidad y, por tanto, de poder que pongan su micropoder al servicio de esta familia m¨¢rtir: es lo que hizo el mi¨¦rcoles pasado, en Madrid, Marco Ferri, alias El Halc¨®n, cuando, al comienzo del partido de la Liga de Campeones que enfrentaba al Real Madrid y al Milan AC, se plant¨® delante de las c¨¢maras del estadio con una camiseta azul de Superman en la que se le¨ªa: Sakineh free (Sakineh libre). ?Es demasiado pedir, por ejemplo, a los miles de estudiantes franceses que esta semana se manifestar¨¢n de nuevo tras esas pancartas en las que volveremos a leer: "Mi abuelo se ha quedado con mi curro", que prevean tambi¨¦n unas cuantas pancartas con la efigie del peque?o revisor de autob¨²s que, por edad, podr¨ªa ser su hermano, y cuyo ¨²nico crimen es haber defendido a su madre?
En cuanto a los gobernantes (Nicolas Sarkozy a la cabeza) que declararon que Sakineh era "responsabilidad" de sus respectivos pa¨ªses, tampoco pueden contentarse con eso. Es inimaginable que se limiten a lo que, teniendo en cuenta la escalada iran¨ª, ya no es m¨¢s que la penosa expresi¨®n de un deseo vano. Ser¨ªa indecente que no adaptasen, si no sus actos, al menos sus palabras a la nueva situaci¨®n que ha creado esta provocaci¨®n -lo repito una vez m¨¢s- sorprendente.
La detenci¨®n de Sajad bien valdr¨ªa una declaraci¨®n de Bernard Kouchner. La esperamos.
Este gesto de tomar al hijo como reh¨¦n para matar m¨¢s tranquilamente a la madre, esta afirmaci¨®n serena y a la vista del mundo de un delito de filiaci¨®n que extiende a toda una familia una culpabilidad imaginaria, bien valdr¨ªan (en Francia, en Espa?a, en Italia, e incluso en Estados Unidos) que se convocase a unos cuantos embajadores. ?A qu¨¦ esperamos?
Este cinismo, este desaf¨ªo, esta forma de poner a prueba nuestra resistencia (pues de eso se trata) exigen gestos rotundos que indiquen que la comunidad internacional no se resigna a que un Estado de tal importancia se comporte como un Estado g¨¢nster. Ir¨¢n importa su gasolina. Sabemos que el Bazar, y por tanto, el r¨¦gimen, explotar¨ªa si le faltara el precioso carburante, aunque solo fuera durante una semana o dos. ?Por qu¨¦ no invitar a los exportadores franceses, e incluso europeos, a adoptar una postura com¨²n de firmeza?
Una cosa es segura: no podemos quedarnos de brazos cruzados; no aceptar el desaf¨ªo insensato que nos ha lanzado el poder iran¨ª ser¨ªa un error y una derrota apenas menos insensatos.
Sakineh es una mujer entre otras, una v¨ªctima de la arbitrariedad cotidiana de un r¨¦gimen que est¨¢ en las ¨²ltimas.
Sajad es uno de esos individuos "sin importancia colectiva" (Sartre, citando a C¨¦line) cuyo destino, como desgraciadamente sabemos, a menudo, no es otro que el de ser aplastados por la gran rueda de la historia.
Pero tanto uno como otro se han convertido en s¨ªmbolos, y esos s¨ªmbolos se han convertido a su vez en el gran objetivo de una batalla que no podemos perder sin arriesgarnos a llegar humillados, es decir, debilitados, a las pr¨®ximas citas que nos esperan con Ir¨¢n.
Ya no tenemos elecci¨®n.
Hay que exigir, sin demora, la liberaci¨®n de Sajad, Hutan Kian y Sakineh.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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