Extraterrestre ll¨¦vame contigo
Enciendo el televisor y, en pleno telediario (24 horas), entre cat¨¢strofes naturales y de las otras, dan una noticia de ¨²ltima hora: Cristiano Ronaldo ha cambiado de botas. La piel a lunares parece de d¨¢lmata y los tacos son contr¨¢ctiles, nos informa el presentador antes de precisar que las botas en cuesti¨®n solo cuestan 400 euros. La noticia me deja perplejo. Jam¨¢s, desde las botas del Gato con Botas, han sido tan baratas botas tan famosas. Decido comprarme un par. Por si vuelvo a so?ar que juego de interior izquierda en campo de hierba y meto un gol por la escuadra.
Bien es verdad que las botas no meten los goles solas. O s¨ª. Seg¨²n Pel¨¦, hay botas que no dejan pensar correctamente con los pies. Ni con la cabeza. Pero las nuevas botas de Cristiano son otra cosa. Desde que Mourinho se entrevist¨® con H. H. en la isla cementerio de San Michele, las botas de CR7 marcan goles con los pies y con la cabeza. Y sin pensar. Eso estaba yo tontamente pensando cuando llaman a la puerta. Abro. Miro. No veo a nadie. Cierro. Vuelven a llamar. Supongo que es el cartero por aquello de que siempre llama dos veces. Vuelvo a abrir. No es el cartero sino el fantasma del hombre invisible. Sin s¨¢bana ni atuendo alguno, resulta en consecuencia doblemente invisible. De lo que deduzco que est¨¢ desnudo. O desnuda.
El libro de Modeo recaba datos abrumadores sobre Mourinho, su idolatrado t¨¦cnico alien¨ªgena
Ignoro por qu¨¦ presupongo que se trata del hombre invisible y no de una mujer invisible. Tampoco deb¨ª descartar que fuera el cartero porque me entrega el paquete que flotaba en el aire a la altura de mis narices y se va. Abro el envoltorio con cautela y un cuchillo. No es una bomba. Aunque acabe siendo una bomba editorial. Un l¨²cido y escueto pr¨®logo de Alfredo Rela?o precede a un hagiogr¨¢fico libro sobre Mourinho (Planeta) escrito por el periodista y divulgador cient¨ªfico Sandro Modeo. Los t¨ªtulos de los cap¨ªtulos: Jos¨¦ de otro mundo, El atleta neuronal o Extraterrestre ll¨¦vame contigo, no requieren comentario. Se trata inequ¨ªvocamente de un reclamo promocional. En lo que al texto concierne, es tal el c¨²mulo de citas cultas y reiteradas referencias que, si se extrajeran, el volumen quedar¨ªa reducido a una veintena de p¨¢ginas.
Personalmente, me quedo con las cuatro p¨¢ginas iniciales de Alfredo Rela?o, sin desde?ar la presentaci¨®n de Arrigo Sacchi, y la imagen de Alfred Hitchcock en la tribuna del Prater de Viena animando al Inter en la final de 1964 contra el Real Madrid, an¨¦cdota de la que Modeo saca freudianas conclusiones atribuyendo al equipo italiano, por hitchcockiana ¨®smosis, un fat¨ªdico contagio del complejo Rebeca que lo mantendr¨¢ paralizado hasta el advenimiento de otro Helenio Herrera, a quien, redundando en la met¨¢fora, el autor llega a equiparar sin recato con la Kim Novak de V¨¦rtigo. Esta es la ¨²nica, e involuntaria, deriva humor¨ªstica de un libro que se toma demasiado en serio. Como cuando, con colegial aplicaci¨®n, se nos explica que no existe elaboraci¨®n de pensamiento que no comporte actividad metab¨®lica y el¨¦ctrica y, por tanto, consumo de energ¨ªa. Lo que lleva a Mourinho a concluir que hay que entrenar simult¨¢neamente los aspectos f¨ªsicos, t¨¦cnicos, t¨¢cticos y psicol¨®gicos. Por supuesto.
En los cuadernos de clase para entrenadores del entonces alumno Helenio Herrera, 1941, pueden ya leerse, escritas de su pu?o y letra, similares prescripciones que, por cierto, siempre puso en pr¨¢ctica. No es imprescindible perderse en tantas elucubraciones neurobiol¨®gicas para justificar el indudable talento de Mourinho y sus apabullantes ¨¦xitos en el rect¨¢ngulo de juego. En todo caso, cabr¨ªa preguntarse a qu¨¦ neurobi¨®logo se encomendaba Miguel Mu?oz para ganar 13 Ligas (nueve como entrenador) y cinco Copas de Europa (tres como jugador) entre otros logros internacionales. O a qu¨¦ secreta magia recurre Guardiola para haber obtenido como entrenador todos los t¨ªtulos posibles en su debut y haber coordinado, sin tanto teatro emocional, un equipo que en ocasiones roza la perfecci¨®n. No obstante, Sandro Modeo recaba y maneja tan abrumadores datos y argumentos sobre su idolatrado entrenador alien¨ªgena que, en premio a su neurobiol¨®gico entusiasmo, se hace merecedor de que el extraterrestre se lo lleve consigo y que ambos compartan el ¨¦xito del libro. ?Ah! El fantasma del hombre invisible era mujer y me volvi¨® a visitar.
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