La vida loca de Kings of Leon
Hijos de un predicador, el ¨¦xito les sorprendi¨® tras 10 a?os de carrera. Con su quinto ¨¢lbum asumen por fin su condici¨®n de rockeros de estadio. Asimilar el estrellato ya es otro cantar.
A finales de 2008, la vida de Kings of Leon dio un vuelco. Durante m¨¢s de un lustro hab¨ªan sido un grupo de rock de ¨¦xito razonable, apreciado por los enterados y una corte de groupies de lujo entre las que estaba Kate Moss. Pero algo sucedi¨® cuando terminaron Only by the night, su cuarto disco. La radio estadounidense, que antes les hab¨ªa ninguneado, machacaba sus singles. Pasaron a llenar estadios y su ¨¢lbum vendi¨® m¨¢s de seis millones de copias. Oficinistas, universitarios, amas de casa: todos les escuchaban. Sin aviso, los tres hijos (y un sobrino) de un predicador se encontraron jugando en primera divisi¨®n.
A Caleb Followill (Tennessee, EE UU, 1982), vocalista y guitarra, le cost¨® digerirlo: "No sab¨ªa si nuestros fans eran genuinos o si compraban nuestros discos porque ¨¦ramos el grupo que molaba en ese momento. Ve¨ªa al p¨²blico enloquecer con un par de canciones y pensaba que esas 50.000 personas s¨®lo ven¨ªan por dos singles", admite en un hotel londinense, mientras sorbe champ¨¢n rosado. Eran estrellas de rock, viv¨ªan rodeados de mujeres guapas y en una fiesta constante. Muchos vender¨ªan su alma al diablo por menos, pero Caleb no estaba satisfecho. Describi¨® su single s¨²per ventas Sex on fire como "ese pedazo de mierda" y se quej¨® p¨²blicamente de que su m¨²sica pudiera gustarle a un tipo de mujer "con vaqueros de madre" que antes no le permit¨ªa ni acercarse a sus hijas.
"He madurado: ya no me importa si viene gente a vernos que solo se sabe una canci¨®n"
Mientras bregaba con sus demonios, Caleb sinti¨® que aborrec¨ªa Nueva York y a?oraba el hogar sure?o donde se estren¨® como rockero. Empez¨® a construirse una casa en Tennessee. Y sobre ese idealizado sur estadounidense, imagin¨® su quinto disco, Come around sundown: "No es que volvamos a tocar como al principio, porque ese sonido proced¨ªa de nuestras limitaciones como m¨²sicos. Ahora no podr¨ªamos hacerlo tan mal", explica. "Pero s¨ª que nos entr¨® nostalgia". Lo que no quiere decir que todos sus compa?eros de grupo quisieran reflejarlo en su nuevo trabajo: "Mantuvimos una guerra interna. Yo tiraba al hogar, a nuestras ra¨ªces: mis favoritas son Mary o Mi amigo. En cambio, Jared y Matthew quer¨ªan algo m¨¢s moderno, como Pyro y The End".
El resultado es un sonido que no se casa con nadie y deja regusto a transici¨®n. Al menos, el proceso result¨® curativo para la banda y Caleb dej¨® de atormentarse: "He sido pintor de paredes, camarero. A los 16 a?os ten¨ªa dos o tres trabajos para ayudar a pagar las facturas a mi madre. Ahora subo al escenario a tocar la guitarra durante dos horas. Qu¨¦ m¨¢s puedes pedir, tenemos la mejor vida del mundo. He madurado. No me importa si hay gente que va a nuestros directos conociendo una sola canci¨®n. Puede que hayan tenido que trabajar duro toda la semana para pagar su entrada".
Su visi¨®n de Nueva York tambi¨¦n cambi¨®: "La percib¨ªamos como una enorme, oscura y terror¨ªfica ciudad donde nos pon¨ªamos hasta arriba de drogas. Ya no la veo as¨ª. Me he dado cuenta de que en ella tambi¨¦n viven familias. Cuando voy a comer con mi novia (la modelo Lily Aldrige), me encuentro con ni?os". Por si fuera poco, ha aceptado que Kings of Leon sea un grupo etiquetado como rock de estadio: "Trabajamos duro. La raz¨®n por la que la mayor¨ªa de los grupos no tocan en estadios es que no se lo curran".
No se referir¨¢ Caleb a sus dotes como comunicador en vivo. Porque en concierto, los integrantes de Kings of Leon van al grano, enmudecen entre canciones y pasan de jalear al p¨²blico: "Debemos encontrar maneras de conectar con la audiencia", admite. "Todav¨ªa no somos una buena banda de estadios. S¨¦ que no hablo bien en p¨²blico. Hago lo que puedo, pero temo ofender o decir chorradas".
Quiz¨¢s se las reserve para cuando canta. Por ejemplo, en Mi amigo, en cuya letra asegura que la tiene muy grande: "En todos los discos tenemos un momento subido de tono. En Aha shake heartbreak estaba Soft. Luego vino Sex on fire. Es algo que hago para captar la atenci¨®n, aunque diga mentiras como en Mi amigo [risas]. La gente se lo toma en serio y creen que soy un gilipollas". Reconciliado con el mundo, ?ha dejado de pensar que Sex on fire es "terrible"?: "Es una de mis preferidas en directo. No tengo ni que cantar, lo hace todo el publico".
Hoy Caleb est¨¢ de resaca tras una noche bebiendo en la habitaci¨®n del hotel. Seg¨²n dice, las curdas es el ¨²nico tipo de desmadre que se permiten ahora: "No salimos por clubes. Preferimos volver a la infancia perdida: jugar al billar, los bolos, los dardos o el minigolf. Borrachos perdidos, eso s¨ª". Atr¨¢s qued¨® el d¨ªa en que su madre abri¨® la puerta y rompi¨® a llorar al verlos tan demacrados. Aunque la raz¨®n que les hizo dejar las drogas es m¨¢s pr¨¢ctica que el amor materno: "Tuvimos que dejarlo porque volvimos una temporada a Tennessee. Y ah¨ª es imposible encontrar droga decente".
Come around sundown est¨¢ editado en Sony. Kings of Leon act¨²an el 1 de diciembre en Madrid (Palacio de Vistalegre).
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