La mujer secundaria
En la homil¨ªa que Benedicto XVI pronunci¨® ayer en la Sagrada Familia hubo un p¨¢rrafo que certifica el papel secundario de la mujer en el catolicismo romano. Fue cuando record¨® que los mecenas del gran Gaud¨ª quer¨ªan mostrar al mundo, con la bas¨ªlica, el ejemplo de hogar formado por el matrimonio de Mar¨ªa y Jos¨¦, con su hijo Jes¨²s, el fundador cristiano. "La Iglesia aboga por adecuadas medidas econ¨®micas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realizaci¨®n", proclam¨® el Papa despu¨¦s de pedir a los Gobiernos "m¨¢s apoyo" a la familia entendida como en el Nazaret de hace dos mil a?os.
Por si hubiera duda, el papel secundario de la mujer iba a escenificarse en ese momento, durante la ceremonia de unci¨®n del altar. Primero, el Papa verti¨® crisma -aceite consagrado- en el medio y en las esquinas del altar y ungi¨® toda la mesa. Paralelamente, dos cardenales y diez obispos signaron los muros de la iglesia. Despu¨¦s, el Papa quem¨® incienso con generosidad en un brasero -"Que se eleve mi rezo, Se?or, ante ti, como el incienso y as¨ª como esta casa se llena de perfume agradable, tambi¨¦n vuestra Iglesia exhale el buen olor de Cristo", rez¨® el Pont¨ªfice-. Retirado al sill¨®n pontifical, seis di¨¢conos recorrieron la nave incensando a los asistentes. Fue en ese momento, cuando las jerarqu¨ªas celebrantes hab¨ªan regresado a sus sitiales, que aparecieron cuatro monjas, con h¨¢bitos meticulosamente preconciliares, para proceder, con santidad hogare?a, al secado de la mesa, y a la colocaci¨®n de un lienzo impermeable y, sobre ¨¦l, un mantel blanco.
Ni el Papa habl¨® m¨¢s de la mujer ni hubo otra presencia femenina en la ceremonia, a no ser la apabullante presencia de mujeres acerc¨¢ndose para que cientos de cl¨¦rigos les dieran la comuni¨®n. Tambi¨¦n comulg¨® la Reina, pero no el Rey. La feminizaci¨®n se repite cada domingo en el orbe cat¨®lico. Sin la mujer, hace tiempo que la Iglesia cat¨®lica ser¨ªa una instituci¨®n sin pulso, con templos vac¨ªos y una actividad caritativa muy disminuida.
Pero el Papa no da su brazo a torcer. "De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ning¨²n otro deber¨ªan de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado cometido contra la mujer", opina Uta Ranke-Heinemann, compa?era de facultad del te¨®logo Ratzinger en el Munich de los a?os cincuenta del siglo pasado. Lo peor no hab¨ªa llegado. El pasado 15 de julio, el papa Ratzinger reform¨® el C¨®digo Vaticano para endurecer las penas de los delitos m¨¢s graves que pueden cometerse en su seno. Junto a la pederastia incluy¨® la ordenaci¨®n sacerdotal de mujeres.
La instituci¨®n que pretende ser un referente moral acentuaba as¨ª una antropolog¨ªa dualista, en la que el ser mujer es impedimento para acceder a lo sagrado. De tapadillo, el Vaticano sigue anclado en Arist¨®teles, hecho doctrina por Tom¨¢s de Aquino. Los dos vieron a la mujer como un descarrilamiento en el proceso de formaci¨®n, como un "arren peperomenon" ("var¨®n mutilado"), traducido al lat¨ªn por el de Aquino como "mas occasionatus" (var¨®n fallido). Ah¨ª se sustenta la subordinaci¨®n de la mujer, su proclamado reinado en el hogar. Fea historia, que no cesa.
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