El costado impredecible de la vida
Resulta aleccionador (si se considera que es una lecci¨®n todo ejercicio literario de C¨¦sar Aira, y lo es) leer un libro de Aira titulado Parm¨¦nides. Recordemos su hechura. Un jerarca griego llamado Parm¨¦nides contrata los servicios de un joven poeta in¨¦dito para que le escriba una obra que llevar¨¢ su nombre, el de Parm¨¦nides. En el relato de Aira nunca se nos informa que dicho personaje no es nada m¨¢s ni nada menos que el fundador de la ontolog¨ªa. Es evidente que Aira trabaja con una conjetura inadmisible, pero de riqu¨ªsimas consecuencias literarias, incluso metaliterarias. El sujeto de la novela es bastante menos Parm¨¦nides que su sufrido escribiente, al que Aira bautiza con el algo risible nombre de Perinola. Todo el mundo sabe que la ontolog¨ªa se funda para quitar del medio a los sentidos en el universo de la realidad m¨¢s despojada. ?D¨®nde radica entonces el posible placer de este relato? En la dram¨¢tica figura de Perinola, en su met¨¢fora del escribiente an¨®nimo y en el rodeo que saca de su ir¨®nica chistera Aira para arrinconar al presocr¨¢tico y poner en su lugar a su inspirado sirviente. As¨ª funciona la literatura de C¨¦sar Aira. Desafiando la realidad o lo que se nos cuenta de ella, esa de la que tanto desconfiaba Parm¨¦nides, y enfocando su inventiva en sus orillas m¨¢s inabordables. El error, su nueva novela, es otra invitaci¨®n al costado impredecible de la vida. O de su relato.
El error
C¨¦sar Aira
Mondadori. Barcelona, 2010
186 p¨¢ginas. 15,90 euros
La literatura como acto radical de fingimiento. Esto ense?a siempre Aira, tal vez tras los pasos de Borges. Precisamente una palabra muy borgiana es el laberinto. Un concepto. Pues bien, en El error alguien, el narrador, entra en un laberinto de historias hasta desembocar en su comienzo, pero ya sin su propia identidad. Destruido (u olvidado), el sujeto de la historia que se nos contaba se ha diluido en otras historias que ya nada tienen que ver ni con su voz ni con su existencia. Se ha impuesto la narraci¨®n, la peripecia, distintos dramas, ¨¦picas, zozobras. La ficci¨®n pura. Empecemos por el principio, por definir un punto del que no estamos muy seguros que exista en esta novela. Un hombre (el narrador) y una mujer entran en el jard¨ªn de un escultor. Sabemos luego que dicho escultor mantiene una relaci¨®n epistolar con una mujer que est¨¢ presa (y condenada a cadena perpetua) por haber cometido un homicidio. Esta mujer nos conduce luego al mundo editorial. O a un mundo editorial muy sui g¨¦neris. De aqu¨ª saltamos a un relato ¨¦pico en torno a la figura de un bandolero. A estas alturas el narrador primigenio ya est¨¢ desaparecido. Y todo termina con Pepe Due?as, el bandido legendario, y su mujer, Neblinosa. O mejor dicho, termina con el escultor del principio de la novela.
El error es una novela. Y la vez su alegor¨ªa. Tiene un mecanismo para que la novela funcione y a la vez es el mecanismo mismo de la ficci¨®n al desnudo. El humor, como en toda la literatura de Aira, juega en esta novela la funci¨®n de contrapunto. El bandolero, Neblinosa, la presa que se cartea con el escultor, est¨¢n descritos siempre al filo de la sonrisa inevitable. Pero la tristeza y la soledad y la incertidumbre que los afligen forman parte de su destino. Y este destino, Aira lo resuelve magistralmente con la descripci¨®n de una pesadumbre distantemente ir¨®nica. Y con algo de la impronta del maestro Macedonio Fern¨¢ndez. Al final, hemos disfrutado con una de las caras de la ficci¨®n, que como la vida tiene varias e ignotas. Nos ense?a C¨¦sar Aira que la verdadera vida no est¨¢ en otra parte. Est¨¢ en la parte que miramos. Pero no vemos. Y en la vida que vivimos. O nos cuentan.
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