Aprendiendo a vivir solos
La red gallega de pisos tutelados ayuda a j¨®venes a cargo de la comunidad a prepararse para la vida independiente
Al¨ª llega a casa despu¨¦s de trabajar toda la ma?ana. A sus 17 a?os, est¨¢ haciendo unas pr¨¢cticas en una h¨ªpica en Santiago, donde comparte piso con otros tres j¨®venes de su edad. S¨®lo tiene una hora para comer antes de volver al trabajo, as¨ª que se da prisa en poner la olla en el fuego: hoy toca pasta. La vida de Al¨ª es rutinaria, pero de eso precisamente se trata. Tras llegar de Marruecos a los 15, fue dando tumbos por la pen¨ªnsula. De Bilbao a A Coru?a, pas¨® por un centro de menores y ahora vive en uno de los pisos tutelados del Instituto Galego de Xesti¨®n para o Terceiro Sector (Igaxes3), por los que pasan unos 450 chicos cada a?o y en los que siempre est¨¢ presente un educador.
La asociaci¨®n Igaxes3 tiene viviendas en seis ciudades
"Si tras su estancia salen sin trabajo, est¨¢n vendidos", dice un educador
La asociaci¨®n, sin ¨¢nimo de lucro, lleva nueve a?os gestionando, en colaboraci¨®n con la Xunta, el programa Mentor de inserci¨®n sociolaboral de menores en riesgo de exclusi¨®n social a cargo de la comunidad aut¨®noma, que cuenta con financiaci¨®n de la UE. Ni Al¨ª, que prefiere que no se sepa su verdadero nombre, ni ninguno de los chavales con que comparte vivienda ha hecho nada malo, seg¨²n detalla Alejandro Di¨¦guez, uno de los educadores que se turnan en el piso, pero por sus circunstancias no pueden vivir con sus familias.
Muchos han pasado por centros de menores y, al llegar a la mayor¨ªa de edad -el programa acoge a chicos de entre 16 y 21 a?os en sus centros de Santiago, A Coru?a, Vigo, Pontevedra, Ourense y Lugo-, su formaci¨®n es escasa; son pocos los que han completado la ense?anza obligatoria. La vida en el piso, donde se les ense?a a asumir responsabilidades y se les ayuda a buscar trabajo o seguir form¨¢ndose, evita que el choque con la realidad econ¨®mica al abandonar los centros de menores, en los que pasan 18 meses de media, sea tan brusca.
Porque la crisis se ha notado en este colectivo. Lo sabe bien Juan Fern¨¢ndez Alberdi, t¨¦cnico de inserci¨®n laboral que lleva dos d¨¦cadas trabajando con menores y que est¨¢ en Igaxes3 desde sus inicios. "Ha habido un descenso important¨ªsimo de las ofertas. Hace dos a?os llegaron muchos menas [menores extranjeros no acompa?ados] y conseguimos colocar a m¨¢s del 80%. Ahora no podemos decir eso ni de broma", comenta. Los extranjeros -que ya superan el 30% de los que acceden a las viviendas de Igaxes3- son los que m¨¢s dif¨ªcil tienen encontrar trabajo, porque para conseguir el permiso, cuenta Fern¨¢ndez, "necesitan una oferta de las empresas, y entre que responde la oficina de extranjer¨ªa...", reflexiona. "El consejo que yo les doy es: 'sobrevive, hasta que la situaci¨®n comience a mejorar", dice. Y confiesa sin tapujos: "Por mucho que se integren, si al final de su estancia se van sin trabajo, est¨¢n vendidos".
Jos¨¦ Antonio, a sus 19 a?os, va capeando el temporal. Pas¨® un a?o y medio en dos pisos de Igaxes3 en Ourense, y ahora intenta caminar solo. Ha conseguido trabajo como camarero, y tiene en mente estudiar por las ma?anas para sacarse un t¨ªtulo de ciclo superior. Sobre sus educadores solo tiene buenas palabras. "Mientras yo estuve, fueron magn¨ªficos. En el plano laboral, yo me encontr¨¦ con 17 a?os, solo, pensando: 'A ver d¨®nde me meto'. Ellos te lo hacen mucho m¨¢s llevadero". Y recuerda el cambio respecto al centro de menores de sus primeros d¨ªas en el piso. "Eres un chico joven, acostumbrado a tener la comida hecha. Sientes que en dos d¨ªas tienes que madurar, adaptarte a cosas de las que antes no te preocupabas".
Entre tanto, en el piso de Santiago, Al¨ª -camiseta blanca de asas, mechas rubias en el pelo rizo- cuenta que ¨¦l lo que quiere es trabajar. Antes de la h¨ªpica hizo unas pr¨¢cticas de electricista, que le tiraban m¨¢s, "pero esto es lo que hay", admite, t¨ªmido, en presencia del educador. Lleva siete meses en la vivienda y asegura que se acostumbr¨® en seguida al sistema. Cuenta que habla con frecuencia con sus padres, que viven cerca de Marrakech, pero no se ha parado a pensar si est¨¢n orgullosos de ¨¦l. "No hablamos mucho de m¨ª", sonr¨ªe.
"Es casi como un piso de estudiantes", resume Di¨¦guez, mientras Al¨ª se encoge de hombros. Los j¨®venes se reparten las tareas en asamblea, en la que eligen a un responsable semanal, y el adulto media en caso de conflicto. Los fines de semana, no pueden volver m¨¢s tarde de la 1.30 si son menores y de las tres si pasan de los 18. Tampoco pueden beber ni fumar en la casa. Pero fuera de eso, tienen libertad: en el chal¨¦ de Santiago, a dos chavales se les ocurri¨® hacer un peque?o huerto en la terraza, y ahora esperan a que germinen cebollas y tomates.
El mes pasado se celebr¨® en Santiago el III Intercambio Profesional de la Federaci¨®n de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos (Fepa), en el que estuvieron presentes representantes de 35 asociaciones de Espa?a y Portugal. Una de las conclusiones a las que llegaron los participantes es que, en un contexto en que el n¨²mero de titulados superiores en paro supera el 25%, el riesgo de exclusi¨®n es alto para los j¨®venes con escasa formaci¨®n. "A veces tienen que ser las propias convicciones del empresario las que le mueven a ir a por estos chicos", explica Fern¨¢ndez. El director de la asociaci¨®n, Carlos Ros¨®n, tambi¨¦n es elogioso. "Aunque pueda sorprender, estoy muy contento con el nivel de respuesta de las empresas, pero no de las grandes, sino de las microempresas, las que incluso no tienen desgravaci¨®n por darles empleo".
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