La tortuga y las liebres

Los tres casos que tiene abiertos el juez Baltasar Garz¨®n en el Tribunal Supremo -el de la memoria hist¨®rica, por abrir una investigaci¨®n para perseguir los cr¨ªmenes del franquismo; el de los patrocinios de los cursos que organiz¨® en la Universidad de Nueva York en 2005 y 2006; y el proceso por ordenar las escuchas en prisi¨®n a los imputados del caso G¨¹rtel y sus abogados- llevan una muy diferente velocidad de tramitaci¨®n.

As¨ª, el asunto de los cr¨ªmenes del franquismo se instruy¨® a velocidad supers¨®nica mientras Garz¨®n segu¨ªa al frente de su juzgado en la Audiencia Nacional. El instructor, Luciano Varela, ostenta un r¨¦cord mundial al dictar y notificar siete resoluciones en un d¨ªa, precisamente cuando su celeridad era imprescindible para poder suspender a Garz¨®n en sus funciones. Luego, misteriosamente, el caso ha entrado en un bucle melanc¨®lico, pues hace tiempo que se podr¨ªa haber se?alado el juicio.

Los otros dos procesos, en cambio, marchan ahora a velocidad de crucero. Todo parece indicar que el alto tribunal se ha dado cuenta del coste, incluso internacional, de condenar a Garz¨®n por el caso del franquismo. Es mucho m¨¢s rentable hacerlo por un supuesto enriquecimiento o una vulneraci¨®n de derechos de los acusados.