La familia Me?o recoge su drama
Los padres del hombre en coma dejan la chabola y vuelven a casa despu¨¦s de pedir justicia 522 d¨ªas en la calle y lograr un fallo favorable del Tribunal Supremo
Juana Ortega tard¨® 522 d¨ªas en explotar. Ayer a las cuatro de la tarde, rodeada de c¨¢maras de televisi¨®n, fot¨®grafos y peatones curiosos, metiendo a su hijo en coma en una furgoneta para irse de la calle y volver a casa, necesit¨® gritar, llorar, jurar contra los m¨¦dicos que llevaron la operaci¨®n est¨¦tica en la que su chico se qued¨® como un vegetal en 1989. Otro de sus hijos, Juan Carlos, la abraz¨®. Juana, 65 a?os, el pelo cano, con ch¨¢ndal y zapatos negros de vestir, le pidi¨® perd¨®n: "Lo siento Carlos, me ha dado el baj¨®n, maldita sea, son 21 a?os as¨ª, lo he tenido que sacar a la calle, Carlos".
El centro de Madrid se qued¨® sin un s¨ªmbolo de sacrificio por una causa, la "dignidad" de Antonio Me?o -ese era el lema de su familia-. En junio de 2009 llegaron a la plaza de Jacinto Benavente con una losa a la espalda; 400.000 euros de condena en costas, dictados por el Tribunal Supremo, por los gastos de la cl¨ªnica Nuestra Se?ora de Am¨¦rica y de un anestesista durante el rosario de pleitos en los que se tuvieron que defender de la denuncia por negligencia de los padres de Me?o. Montaron una caseta de tablas y lonas, llena de carteles reivindicativos, para pedir "justicia".
Para desmontar la chabola hicieron falta varias cosas. El mi¨¦rcoles, una resoluci¨®n judicial en la que el Supremo se envain¨® su sentencia en firme y anul¨® todos los fallos anteriores del largo caso Me?o, acreditando que estuvieron manipulados por los denunciados, pues este a?o surgi¨® un nuevo testigo que presenci¨® la cirug¨ªa fatal y dio una versi¨®n que se?ala un error m¨¦dico.
Y ayer, desde las once de la ma?ana, hicieron falta un destornillador, unos alicates y un cuchillo de monte con un ganchudo filo de acero. "Es para desollar ciervos y jabal¨ªes", dijo el carpintero ?ngel ?lvarez, 61 a?os, primo de Antonio Me?o padre y ejecutor final del chamizo, un se?or que trajin¨® toda la jornada como un aut¨®mata, sorteando a familiares, periodistas y p¨²blico callejero, sin pararse m¨¢s que cinco minutos para comer un bocadillo de calamares.
Cumpl¨ªa ¨®rdenes de Juana y Antonio, los padres de Me?o, que a media tarde encendieron su furgoneta y salieron camino a casa con su hijo desahuciado.A veces alg¨²n reportero interrump¨ªa a ?ngel, el familiar que desmontaba la caseta de los Me?o.
- "?Qu¨¦, est¨¢ mirando como desmontarlo?", le dijo una periodista.
- "No, lo tengo muy claro", respondi¨® el otro con sencillez.
- "?Y no le da pena?", continu¨® ella.
El carpintero la mir¨® con simpat¨ªa: "No, en absoluto".
Los padres de Antonio Me?o han logrado su objetivo principal, que el Supremo reabra el caso de su hijo y reconozca que sufrieron un enga?o procesal de dos d¨¦cadas. Ahora pueden volver a denunciar a la cl¨ªnica y al anestesista o pueden pactar una indemnizaci¨®n que garantice que su hijo est¨¦ cuidado, est¨¦n ellos o no.
Buscaban justicia, dignidad. No buscan dinero. "No se trata de eso", reiteraba ayer Juan Carlos Me?o, 37 a?os, que, por cierto, era m¨¢s partidario de hacer "una falla" con la choza que de desensamblarla y dejarla ir con los servicios de basura del Ayuntamiento. El hermano del hombre en coma se da por satisfecho con el fallo del Supremo. La justicia les ha dado la raz¨®n. Solo le queda una herida abierta: "Nunca les perdonar¨¦ sus 21 a?os de mentiras".
La cl¨ªnica y el anestesista fueron absueltos por la Audiencia Provincial y por el Supremo, que aceptaron su versi¨®n sobre el coma de Antonio Me?o: ellos han mantenido el argumento de que Me?o devolvi¨® sin motivo tras la operaci¨®n (un retoque de nariz), perdiendo el flujo de aire al cerebro, que qued¨® anulado.
Me?o, un joven atl¨¦tico por entonces, lleva 21 a?os atrofiado en una cama, en coma vigil. Seg¨²n un neur¨®logo consultado por este diario, Jaime Masju¨¢n, del hospital Ram¨®n y Cajal, se trata de un "estado de m¨ªnima conciencia, en el que el paciente es capaz de abrir los ojos, pero no est¨¢ en contacto con el mundo". Aunque Me?o grita en ocasiones, con un sonido hiriente, el doctor Masju¨¢n afirma que en estos casos es casi imposible saber si realmente queda una remota capacidad de entender o padecer.
El efecto est¨¢ claro. La causa no. Antonio Me?o no vomit¨®, seg¨²n un m¨¦dico que vio su operaci¨®n, sino que se desconect¨® el tubo por el que respiraba. El doctor Ignacio Frade declar¨® esto al Supremo el pasado 3 de noviembre. Un hombre que nunca hab¨ªa testificado y sin embargo asisti¨® a los hechos. El Supremo lo oy¨® y le qued¨® clara una cosa: hubiera o no un error m¨¦dico, los responsables de la operaci¨®n ocultaron a un testigo. Se llama maquinaci¨®n fraudulenta. Su existencia ha hecho trizas todas las sentencias anteriores.
Los Me?o sab¨ªan que los estaban enga?ando, pero no pudieron probarlo hasta que apareci¨® Frade. "Me he sentido desesperado, pisoteado, abandonado", resum¨ªa ayer Antonio Me?o padre.
Era dif¨ªcil que los padres del protagonista, siempre en un segundo plano sumido en su vida muerta, se parasen a reflexionar. Eran el centro de un fen¨®meno que ayer se acababa y que hac¨ªa girar constantemente personas y aparatos en torno a ellos, desde las seis de la ma?ana, dijeron, hasta las seis de la tarde de ayer, cuando cruzaron el umbral de la puerta de su piso de M¨®stoles. Justo ah¨ª, en un l¨ªmite de respeto y pudor, se quedaron los periodistas y las c¨¢maras. Juana y Antonio llevaron a su hijo a su habitaci¨®n, volvieron y se despidieron, al fin. 21 a?os. 522 d¨ªas.
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