Una moral cambiante
En muchas materias, la jerarqu¨ªa del catolicismo podr¨ªa aplicarse aquella genialidad del mejor de los Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". El Vaticano tarda siglos, muchas veces, en cambiar de opini¨®n (causando entretanto sufrimientos sin cuento), pero cuando lo hace todo el mundo se expresa con regocijo. Ahora no hay motivo. El gesto es tan peque?o, que raya en el rid¨ªculo. Hab¨ªa un precedente: la comprensi¨®n del Pontificado romano a que numerosas religiosas violadas pudieran interrumpir sus embarazos forzados. Tambi¨¦n dur¨® lo que las guerras que hab¨ªan provocado el drama.
Pese a que en much¨ªsimos asuntos, muy pocas personas -incluso cristianas- hacen caso ya a buena parte de los preceptos de moral sexual de los eclesi¨¢sticos (a veces ni ellos mismos), bueno es este peque?o paso en materias que tienen que ver con la salud de millones de seres, como el sida. Aunque sea por la presi¨®n de las comunidades cient¨ªfica y pol¨ªtica, hay que aplaudir que Benedicto XVI haya variado en el buen camino la intransigencia de sus predecesores y la suya propia durante su viaje a ?frica. ?Habr¨¢ pronto otras rectificaciones?
El gesto del Pont¨ªfice es tan peque?o que raya en el rid¨ªculo ?Qui¨¦n hace caso de los prelados en materia de control de natalidad?
Sigamos con Groucho para entender el cambio de posici¨®n de un Papa que no suele distinguirse por su flexibilidad. "Claro que lo entiendo. Incluso un ni?o de cuatro a?os podr¨ªa entenderlo. ?Que me traigan un ni?o de cuatro a?os!", dec¨ªa el mayor de los Marx. El Papa hace frente a una situaci¨®n de emergencia, pero ah¨ª acaba el gesto. Su predisposici¨®n por cambios de rumbo en materias que tengan que ver con la mujer en el seno de su Iglesia o con el sexo, es m¨¢s que cero, no porque lo diga ahora en este libro-entrevista con Peter Seewald, sino porque es lo que ha sostenido siempre. Lo dijo bien alto cuando ni siquiera pensaba en llegar al cargo que ostenta ahora, tambi¨¦n para un libro de Seewald, de 1996, con el t¨ªtulo La sal de la tierra, y lo reiter¨® en el a?o 2000 en otra conversaci¨®n con el mismo autor.
Es ins¨®lito que un Papa conceda entrevistas. En todo caso, los textos son de primera categor¨ªa. Varias veces el Papa subraya que es un hombre sin libertad para hacer lo que quiera en determinadas materias. Parecer¨ªa una disculpa, pero las afirmaciones son de calado. ?En qu¨¦ materias no es libre un Papa, pese a haberse proclamado infalible hace mucho tiempo? Por ejemplo, se declara impotente para reformar lo que llama "la centralidad de Roma", y tambi¨¦n sobre el matrimonio indisoluble, y menos a¨²n sobre la incorporaci¨®n de la mujer al santuario de la Eucarist¨ªa. Ahora lo vuelve a repetir.
Otra cuesti¨®n es lo que en el nuevo libro de Seewald se llama la "humanizaci¨®n de la sexualidad". Hace tiempo que los te¨®logos moralistas reclaman cambios en los m¨¦todos de control de la natalidad, sin ser escuchados. Mucho peor: en tiempos del polaco Juan Pablo II, la intransigencia cost¨® a algunos pensadores la execraci¨®n inmisericorde de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisici¨®n. En todo ese tiempo, Ratzinger era el jefe de la polic¨ªa de la fe. Curiosamente, la doctrina imperante hab¨ªa sido fijada por Pablo VI despu¨¦s del Vaticano II tras una larga discusi¨®n entre peritos y obispos llamados a Roma para la ocasi¨®n. Juan Pablo II, entonces cardenal Wojtyla, era miembro de la comisi¨®n, pero no asisti¨® nunca a los debates.
?Qui¨¦n hace caso a los prelados en materia de control de natalidad? No es ocioso repetir la pregunta, porque tiene que ver con el uso de los preservativos como m¨¦todo profil¨¢ctico, pero tambi¨¦n anticonceptivo. En el mismo paquete de (in)moralidad figuran la p¨ªldora normal y la llamada p¨ªldora del d¨ªa siguiente, tachada esta ¨²ltima por la jerarqu¨ªa como abortiva.
Sin embargo, las cosas no quedaron tan claras en la famosa enc¨ªclica de Pablo VI sobre la materia -la Humanae Vitae-. Son cientos los moralistas cat¨®licos que llevan d¨¦cadas debatiendo acerca de la dimensi¨®n moral del problema, frente a la doctrina monol¨ªtica de la jerarqu¨ªa sobre los m¨¦todos "artif¨ªciales" de control. El propio Vaticano II parec¨ªa haberse colocado en la l¨ªnea aperturista, aceptando el principio de la "paternidad responsable".
El concilio no avanz¨® en esa idea, que todos los cat¨®licos de buena fe entendieron como una aceptaci¨®n de algunos m¨¦todos de control. Cuando Pablo VI zanj¨® el debate con un cerrojazo, estall¨® el problema intereclesial m¨¢s grave del posconcilio.
Fue entonces una de las primeras veces en que millones de cat¨®licos comprometidos se preguntaron si el Papa hablaba como "infalible". El conflicto sigue, pero dentro de la Iglesia. Los fieles, en cambio, han tomado el camino de su conciencia. Esta nueva pirueta de Benedicto XVI comprendiendo (?podr¨ªa decirse que autorizando?) el uso del preservativo es un ejemplo m¨¢s de c¨®mo con el Vaticano nunca se sabe. Antes fue la comprensi¨®n de la anestesia para el parto sin dolor (liberando la maldici¨®n b¨ªblica: "parir¨¢s con dolor"); o la aceptaci¨®n del pararrayos (contra la idea de: "qui¨¦n es el hombre para parar el rayo de Dios"), y tantos otros cambios. Galileo saltar¨ªa de contento.
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