?Y si fuera una pel¨ªcula?
En la pen¨²ltima escena de muchas pel¨ªculas de juicios, cuando el protagonista est¨¢ a punto de perder el litigio irrumpe en la sala un testigo inesperado. El p¨²blico del juzgado enmudece, los malos contraen el gesto o se derrumban en sus sillas frente al juez y el testigo sube para dar el testimonio clave que aclara la inocencia del bueno o que propicia la debida condena de un villano a punto de salir indemne del proceso.
Algo as¨ª ha pasado esta semana con el caso de Antonio Me?o, el hombre en estado de coma vigil por una negligencia m¨¦dica. La ¨²nica diferencia entre la escena de la pel¨ªcula y la historia real es que ese testigo salvador ha tardado 21 a?os en aparecer.
Los padres del Antonio Me?o, que entr¨® en un quir¨®fano para retocarse la nariz hace dos d¨¦cadas y qued¨® paralizado f¨ªsica y mentalmente, denunciaron al hospital y al anestesista por una negligencia fatal. La cl¨ªnica Nuestra Se?ora de Am¨¦rica aleg¨® que fue un accidente: Me?o se ahog¨® en su propio v¨®mito tras la anestesia. Hasta ahora tres tribunales le hab¨ªan dado la raz¨®n a la cl¨ªnica, el ¨²ltimo el Tribunal Supremo que incluso oblig¨® a los padres de Me?o a pagar 400.000 euros por los gastos judiciales. La lucha de los padres ha sido infatigable. Han estado 522 d¨ªas parapetados en una tienda de campa?a en la plaza de Jacinto Benavente, frente al Ministerio de Justicia, reclamando precisamente eso. Y al fin ha llegado.
Es asombroso c¨®mo asumimos algunas derrotas y terribles injusticias de la justicia
Cuando todo parec¨ªa perdido ha aparecido un m¨¦dico que estuvo en el quir¨®fano aquel fat¨ªdico d¨ªa para declarar que el tubo por el que respiraba Antonio se desconect¨® durante un despiste del anestesista. El Supremo ha anulado las sentencias anteriores y abre la puerta a nuevo juicio que probablemente no se produzca porque el abogado de los Me?o pacte una indemnizaci¨®n con los contrarios. Con ese dinero la familia podr¨¢ recuperar su casa embargada por la condena en costas y asegurarse los cuidados de por vida de su hijo.
Durante el ¨²ltimo a?o y medio los madrile?os hemos estado viendo la chabola de los Me?o parcheada de carteles escritos a mano reclamando un nuevo juicio, empapelada de recortes de peri¨®dicos hablando del caso. Al asomarnos al interior y atisbar una breve escena de ese drama sent¨ªamos l¨¢stima pero, sobre todo, resignaci¨®n. Una triste impotencia por aquella gente con su chamizo de cart¨®n luchando contra la piedra del Ministerio. Sus gritos de tinta frente al mutismo ciego de la justicia, ante los transe¨²ntes que mir¨¢bamos curiosos y luego apesadumbrados y entonces dej¨¢bamos de mirar porque lleg¨¢bamos tarde al cine.
Todo un hospital, un gran tribunal frente a una se?ora con gafas y el pelo blanco, ante un hombre sexagenario con el semblante abatido, contra un chaval viviendo ya en otro mundo. Es asombroso c¨®mo asumimos algunas derrotas, las infamias de la vida, la crueldad o, al menos, el ego¨ªsmo de ciertas personas, las terribles injusticias de la justicia.
En una pel¨ªcula no le tolerar¨ªamos al director que hiciese ganar a los malos, al anestesista mentiroso, a la direcci¨®n de un hospital protegiendo inmoralmente a sus empleados. No soportar¨ªamos que el veredicto golpease otra vez y casi definitivamente a un matrimonio de viejecitos con un hijo en estado vegetal desde los 21. No recomendar¨ªamos esa pel¨ªcula, nos sentir¨ªamos estafados, sin embargo casi nadie se hab¨ªa indignando largamente por las continuas derrotas judiciales de los Me?o, ni siquiera quienes paseamos al lado de su chamizo-protesta. Porque no pagamos una entrada, porque pocos se implicaron emocionalmente en su historia real y brutalmente tr¨¢gica.
El viernes pasado una muchedumbre aplaudi¨® a los Me?o mientras desmontaban la caba?a. Entonces s¨ª apareci¨® un p¨²blico conmovido de verdad, cuando el final se sab¨ªa feliz. Pero los padres de Antonio se han acordado sobre todo estos d¨ªas de los madrile?os que les prestaron su firma y les ofrecieron ayuda cuando solo parec¨ªan una pobre familia desesperada peleando por una causa imposible.
En la escena final de la pel¨ªcula de juicios hollywoodiense los buenos se abrazan y lloran de felicidad rodeados de flashes y de una m¨²sica triunfal. Luego aparecen los t¨ªtulos de cr¨¦dito. En la historia madrile?a y verdadera tambi¨¦n hay emoci¨®n y aplausos. Pero, en cambio, existe un d¨ªa siguiente en una casa de M¨®stoles con un matrimonio jubilado y un hijo en coma para siempre.
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