Cerca de Irlanda
La debilidad de la deuda espa?ola y la vacilante gesti¨®n pol¨ªtica suponen un riesgo para el euro
La gravedad de la crisis irlandesa queda reflejada en toda su crudeza por la invocaci¨®n del ministro alem¨¢n de Econom¨ªa, Wolfgang Sch?uble: "El euro est¨¢ en juego". Sin caer en histerias, parece urgente que las autoridades econ¨®micas europeas dispongan de un plan para reconducir los ataques de p¨¢nico de los mercados, que ayer llevaron la prima de riesgo espa?ola a los 250 puntos b¨¢sicos; un coste de financiaci¨®n tan excesivo infunde temor sobre la solvencia de Espa?a. El euro est¨¢ en juego porque la estabilidad de la deuda espa?ola lo est¨¢. La medida que calibrar¨¢ el riesgo real del euro es la respuesta que den las bolsas y la deuda al ajuste de Irlanda, conocido ayer. Por el momento, Europa arde, desde Lisboa a Dubl¨ªn.
El plan de austeridad irland¨¦s se ci?e al protocolo de ajustes para tiempos de crisis. El esfuerzo es muy elevado (ahorro del gasto en 15.000 millones hasta 2014), recortes sociales, un tijeretazo importante en la burocracia (se desprender¨¢ de casi 25.000 funcionarios) y una subida de impuestos cuyo mascar¨®n de proa es el aumento del IVA. M¨¢s la puesta en almoneda de los bancos, causantes de la crisis. Los mercados conceder¨¢n al plan la credibilidad que tenga la subida de ingresos (el recorte del gasto se puede simular) y la capacidad de gesti¨®n del nuevo Gobierno.
El miedo de Sch?uble y del Gobierno espa?ol procede de una hip¨®tesis endemoniada: si el plan irland¨¦s y Angela Merkel no calman los mercados, la crisis de la deuda avanzar¨¢ contra Portugal y Espa?a; y entonces ya no podr¨¢ atajarse. Merkel tiene el poder de pronunciar las palabras m¨¢gicas, con el permiso del Tribunal Constitucional alem¨¢n, que apaciguar¨ªan (de momento) el vendaval: los 85.000 millones de rescate no depender¨¢n de una quita de los acreedores privados. Merkel desvel¨® antes de tiempo su intenci¨®n de hacer pagar (con quitas en la deuda) parte del coste de la crisis a quienes la crearon (fondos privados, especuladores, bancos de inversi¨®n); pero el an¨¢lisis es correcto. Por supuesto, ser¨ªa deseable que el BCE resucite y siga con las compras de deuda.
Pero el drama est¨¢ en Espa?a, debido al abismo que media entre la amenaza que se cierne sobre su deuda p¨²blica y privada y la aparente impasibilidad del Gobierno. A pesar de la letan¨ªa oficial de que Espa?a no es Irlanda (una obviedad, aunque no sea m¨¢s que por la excelente solvencia de los dos grandes bancos espa?oles), lo cierto es que ambos pa¨ªses tienen alg¨²n punto en com¨²n. Por ejemplo, la dependencia del ahorro externo. En contra de Espa?a juegan su d¨¦ficit exterior, la elevada tasa de paro y la escas¨ªsima proyecci¨®n de crecimiento. Hay dos factores que ensombrecen todav¨ªa m¨¢s la confianza de los inversores sobre Espa?a. Uno es la d¨¦bil estructura fiscal, que se hunde en periodos de recesi¨®n; el otro, la mediocre gesti¨®n del Gobierno, capaz de anunciar en falso una reforma de las pensiones, aplazarla despu¨¦s y condicionarla a un acuerdo con los agentes sociales, o de demorar las reformas financiera y laboral. Un lastre a?adido es la pobre calidad pol¨ªtica que perciben los inversores en el PP. El supuesto recambio no ofrece garant¨ªa alguna a los agentes de la inversi¨®n mundial.
La crisis irlandesa, se quiera o no, ya es asunto de Espa?a. Las finanzas p¨²blicas y privadas pueden salvarse de la quema (el margen de maniobra es escaso) si se anuncia ya una reforma de las pensiones; la ejecuci¨®n inminente de las fusiones de cajas, propuestas para recortar los costes sanitarios a partir de 2011; y un compromiso pol¨ªtico para rebajar deuda y gastos auton¨®micos. Las promesas hay que cumplirlas, y el Gobierno ha trasteado torpemente con las que hizo sobre pensiones, mercado de trabajo y reforma financiera, hasta perder mucho de su cr¨¦dito.
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