"Soy un minimalista barroco"
No quer¨ªa ser artista sino ingeniero industrial, dise?ador de objetos pr¨¢cticos. Pero lleg¨® a Nueva York en 1997 por unos meses, consigui¨® un trabajo como restaurador de muebles y poco a poco encontr¨® un lugar para sus esculturas realizadas con luces de ne¨®n, fluorescentes o bombillas. Las m¨¢s conocidas son sillones y carretillas hechas con tubos fluorescentes con cierto aire Blade Runner. "Hab¨ªa empezado en Chile a hacer esculturas con luz el¨¦ctrica en 1994. Siempre me he concentrado en ese campo, en ese determinado tipo de ideas. Y creo que es lo que ha conseguido que se preste atenci¨®n a mi trabajo. Muchos artistas comienzan a experimentar un d¨ªa con pintura, otro con v¨ªdeo o instalaciones, ma?ana con esculturas, y se dispersan demasiado. No llegan a desarrollarse con consistencia", afirma Iv¨¢n Navarro (Santiago de Chile, 1972).
"Si no me muevo en el 'underground' no se me ocurren ideas, el ambiente oficial del arte me resulta est¨¦ril"
La fascinaci¨®n por esas luces fr¨ªas podr¨ªa venir del halo a fantasiosa nocturnidad de los neones, o de pesadilla oficinesca de los tubos blancos. Pero Navarro dice que tiene algo que ver con los numerosos apagones que hab¨ªa en Chile en los a?os ochenta. "Antes de la transici¨®n a la democracia hubo una ¨¦poca en que la luz se iba constantemente, no qued¨® claro si por los atentados o por el Gobierno, que manten¨ªa as¨ª una especie de control o toque de queda no oficial".
Su primera exposici¨®n en Madrid se titula Tener dolor en el cuerpo del otro. Cinco tambores con palabras escritas con luces de ne¨®n en su interior se convierten, por un efecto de espejos, en tubos que multiplican hasta el infinito las palabras KICK (patear), HIT (golpear), ODIO, OCIO, ECO. En la planta inferior, tres pozos de obra reproducen el mismo fen¨®meno ¨®ptico con las palabras DEDO, CODO y O?DO. En la sala contigua se emite un v¨ªdeo titulado Un monumento perdido de Washington DC o Propuesta de monumento para V¨ªctor Jara. El cantautor chileno asesinado tras el golpe de Estado de Pinochet escribi¨® durante los tres ¨²ltimos d¨ªas de su vida, mientras era torturado, un poema que logr¨® pasar fuera de su prisi¨®n. Una voz en off recita ese poema mientras dos hombres con bolsas en la cabeza forman un monumento, uno a gachas y el otro de pie, encima, y con una guitarra. "He querido entender ese grito de dolor, esos sentimientos. La idea del t¨ªtulo de la exposici¨®n viene de un texto de Wittgenstein en el que dice que los juegos del lenguaje no tienen que ver con lo que sucede en el mundo real. He elegido para las esculturas palabras relacionadas con el dolor o los sentimientos que hieren. La repetici¨®n de una palabra hace dif¨ªcil que esta mantenga el sentido, lo diluye, lo desgasta. Cae en un abismo hasta que pierde el significado", contin¨²a. "Las palabras que est¨¢n en los pozos de ladrillo (codo, dedo, o¨ªdo) se refieren a huesos, como los que se encuentran en las fosas comunes, el ¨²nico vestigio que sirve para identificar un cuerpo humano, a los desaparecidos, trozos f¨ªsicos de memoria. El v¨ªdeo de V¨ªctor Jara, que es de 2007, encaja con esta propuesta. El poema que escribe antes de morir en el estadio de Chile no solo es el relato de su tortura sino una forma de comprender esa experiencia".
Una pregunta obvia a Iv¨¢n Navarro es sobre su relaci¨®n con Dan Flavin, el artista que se apropi¨® de los tubos fluorescentes para articular su lenguaje art¨ªstico. "M¨¢s que su obra son los mismos artistas que a ¨¦l le interesaban los que me han marcado a m¨ª: Tatlin, Brancusi, el dise?ador Gerrit Rietveld. Son creadores que representaron grandes cambios sociales y que aplicaron esas ideas al proceso de su obra. Flavin, por el contrario, representa el fin de la lucha social, celebra la industrializaci¨®n, ¨¦l mismo lo consideraba decorativo. Y eso que al principio Flavin le hac¨ªa el juego al sistema. Compraba los fluorescentes en una tienda que los aceptaba en devoluci¨®n antes de 30 d¨ªas. Por eso sus exposiciones duraban 28. Luego devolv¨ªa el material. Hasta que empez¨® a vender...".
El alfabeto minimalista de Flavin cobra en la obra de Iv¨¢n Navarro el car¨¢cter del s¨ªmbolo. Sillones, carros de supermercado, canastas de baloncesto, hamacas, objetos cotidianos que se convierten en fr¨¢gil y amenazante representaci¨®n. "Son muebles que no se pueden usar por miedo a electrocutarse, a romper el cristal. Hay una relaci¨®n violenta con el material", dice el escultor. Aunque suene contradictorio, ?es una especie de minimalismo figurativo? "M¨¢s bien dir¨ªa que soy un minimalista barroco", contesta con humor.
Fue representante de Chile en la ¨²ltima Bienal de Venecia (estrenando el pabell¨®n de su pa¨ªs) y tuvo hace unos meses una exposici¨®n en el Centro de Arte Caja de Burgos. Los espaldarazos a su trabajo le han venido por parte de la colecci¨®n Saatchi y tambi¨¦n de la Fundaci¨®n Arco. "En 2006 me compraron una obra que estuvo en una exposici¨®n en Pontevedra y eso fue lo que ha empezado a abrirme las puertas en Espa?a", comenta. De momento se sigue encontrando en su elemento en Nueva York. "Es muy estimulante trabajar all¨ª, hay muchos artistas, sobre todo en lo que se puede llamar el underground. A nivel de galer¨ªas es m¨¢s dif¨ªcil, muy conservador y comercial". A caballo entre los dos mundos, Navarro se queda con el primero. "Si no me muevo en el underground no se me ocurren ideas, el otro ambiente me resulta est¨¦ril".
Iv¨¢n Navarro. Tener dolor en el cuerpo del otro. Galer¨ªa Distrito 4. Conde de Aranda, 4. Madrid. Hasta el 8 de enero de 2011.
![El artista chileno Iv¨¢n Navarro, en su exposici¨®n <i>Tener dolor en el cuerpo de otro. </i>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/L3ACBMLP6WWQ4SMJNIGEB6VMY4.jpg?auth=95e301387ab5e978230e21d8098974e9c3ec733aa243cee37ec23d4a4f5334f9&width=414)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.