Ni alta ni delgada ni rubia
Este a?o la Constituci¨®n Espa?ola ha tra¨ªdo la felicidad a muchos hogares, despu¨¦s de los reproches y los desdenes que viene recibiendo de aqu¨ª y de all¨¢. A partir de hoy viernes, y hasta el pr¨®ximo mi¨¦rcoles incluido, el ciudadano medio no s¨¦ si cambiar¨¢ su opini¨®n respecto al ordenamiento que rige nuestra vida pol¨ªtica, pero al menos, cuando est¨¦ en la nieve o en alguna remota playa ben¨¦vola, haciendo shopping en Londres o mobbing tur¨ªstico en un museo italiano, se acordar¨¢ con agradecimiento de que le debe a este d¨ªa 6 ca¨ªdo en lunes el formidable arco que, unido al del d¨ªa 8, nos permite transitar por el puente m¨¢s largo del a?o. La Pur¨ªsima tambi¨¦n se ha revelado providencial, no le neguemos m¨¦ritos festivos a este inveterado y para una mayor¨ªa de espa?oles -me atrevo a aventurar- insondable misterio de la Inmaculada Concepci¨®n de Mar¨ªa Sant¨ªsima.
Podemos comparar la Constituci¨®n de 1978 con un cuerpo humano, imperfecto y perecedero alg¨²n d¨ªa
Recib¨ª hace un par de semanas un tarjet¨®n de la Presidencia del Gobierno de Madrid invit¨¢ndome a la solemnidad del d¨ªa 6, que tiene lugar en su sede de la Puerta del Sol. Agradezco las invitaciones que me llegan de nuestra Comunidad, supongo que por estar mi nombre en un mailing institucional propio o heredado de otras ¨¦pocas, y no me importar¨ªa acudir al acto, por muy esperanzaguerrido que sea su cariz. Estar¨¦ ausente de la recepci¨®n en la antigua Casa de Correos por otras razones (aunque yo no hago puenting), y celebrar¨¦ convencido la fecha y el motivo de esta fiesta constitucional sobre la que me gustar¨ªa aqu¨ª desarrollar una peque?a f¨¢bula con moraleja.
La inagotable y ling¨¹¨ªsticamente inconmensurable Mar¨ªa Moliner describe as¨ª la palabra "constituci¨®n" en su Diccionario de uso del espa?ol: "Ley fundamental que fija la organizaci¨®n pol¨ªtica de un Estado y establece los derechos y obligaciones b¨¢sicos de los ciudadanos y los gobernantes". No se puede decir mejor, y eso que estoy citando por mi manoseada edici¨®n en dos tomos, que ya tiene sus a?os, y fue sin duda escrita por do?a Mar¨ªa antes de que los pol¨ªticos de la Transici¨®n redactaran el ordenamiento legal a¨²n vigente. Ahora bien, la definici¨®n que he citado es la n¨²mero 4 de la entrada correspondiente del primer tomo del diccionario molineriano; la acepci¨®n anterior y primordial dice as¨ª: "Manera de estar constituido el organismo de un individuo org¨¢nico, particularmente una persona, dependiente del desarrollo y funcionamiento de sus ¨®rganos". Puede sonar ligeramente redundante, pero no lo es. Unidas por el v¨ªnculo de su misma palabra, las dos acepciones de "constituci¨®n" nos dan la licencia de una comparaci¨®n po¨¦tica: imaginar el cuerpo, nuestro cuerpo mortal, como un conjunto de reglas f¨ªsicas abocadas a un fin inexorable y, rec¨ªprocamente, ver la Constituci¨®n de 1978 como un cuerpo humano, imperfecto y perecedero alg¨²n d¨ªa.
Yo tuve hasta el a?o de mi primera comuni¨®n una constituci¨®n delgada, por no decir esquel¨¦tica, que me hac¨ªa ser enclenque. Mis padres, con todo el cari?o del mundo, me llevaron al pediatra, que lo certific¨® de un modo seco y enigm¨¢tico: "Este ni?o es ast¨¦nico". Mis padres se miraron entre s¨ª, apesadumbrados, y yo sal¨ª de la consulta convencido, en mi ignorancia l¨¦xica (no usaba entonces a¨²n el Moliner), de que la astenia que produc¨ªa mi extrema delgadez de los siete a?os era una lombriz gigante, tal vez un ofidio, que se paseaba impunemente por mi cuerpecito. No entrar¨¦ en los detalles del tratamiento m¨¦dico; estamos en el reino de la f¨¢bula. Un a?o despu¨¦s de la visita al pediatra, yo era un ni?o gordito y saludable, y desde entonces mi complexi¨®n pas¨® a ser robusta, con una tendencia a engordar que he de cuidarme si no quiero, al menor desliz alimentario, caer en la obesidad. Por ello envidio con cierto rencor a esas personas que comen a dos carrillos lo que m¨¢s engorda y no engordan. Son de constituci¨®n invariablemente delgada y, algunas, hasta atl¨¦tica.
Los humanos de mi peque?o ap¨®logo somos los animales razonantes que nunca estamos contentos del modo en que hemos sido constituidos por la naturaleza, esa madre dada a las veleidades. Yo tengo que vigilar mi peso, pero a mi lado veo a envidiables seres delgados que llevan con amargura no medir seis cent¨ªmetros m¨¢s de altura, veo a morenos que a?oran ser rubios, a mujeres insatisfechas del excedente de grasa en sus abd¨®menes o ansiosas de realzar el perfil de sus pechos. Por no hablar de la envidia viril -que tambi¨¦n a m¨ª me aqueja- de ver a hombres rozando la ancianidad sin alopecia, otra palabra que suena a reptil sinuoso.
Escu¨¢lida en algunos puntos, gruesa en otros, tirando a gris m¨¢s que a rubio platino y con la falta de sexy que tienen los articulados de la ley, la Constituci¨®n con may¨²scula, esa que va a cumplir el lunes 32 a?os, se parece, en sus imperfecciones y sus carencias a nosotros. O tal vez nosotros, que decidimos votarla y convivir en son de paz bajo su techo, somos igual de voluntariosos y de optimistas que ella.
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