El misterio del agente provocador
Se llama Simone Simonini el h¨¦roe, por decirlo as¨ª, de la nueva novela de Umberto Eco, El cementerio de Praga, treinta a?os despu¨¦s de El nombre de la rosa. Sus iniciales, SS, parecen aludir al Servicio Secreto, o a las siglas de la Schutzstaffel, la Escuadra de Protecci¨®n del partido nazi, las SS. Monstruo de Frankenstein, Simonini ha sido compuesto con retazos de varios individuos reales: agentes de los servicios secretos del Piamonte, Francia, Prusia y Rusia, traficantes de propaganda antisemita en la segunda mitad del siglo XIX. ?nico protagonista imaginario de El cementerio de Praga, resulta ser, nada menos, el germen de Los protocolos de los sabios de Si¨®n. De la historia de Los protocolos ya se hab¨ªa ocupado Eco en El p¨¦ndulo de Foucault (1988).
El cementario de Praga
Umberto Eco
Traducci¨®n de Helena Lozano Miralles
Lumen, Barcelona, 2010
590 p¨¢ginas. 23,90 euros
Simonini hace memoria en 1897, pero un Narrador poderoso se inmiscuye en su mundo para completar los acontecimientos rememorados confusamente. El falsario Simonini es de esos que necesitan olvidar muchas cosas, aunque un tal doctor Freud, al que abastece de coca¨ªna, lo gu¨ªe en la operaci¨®n de recordar. Ha usado tantas m¨¢scaras que le cuesta encontrar su cara. Se ha nombrado a s¨ª mismo capit¨¢n, por "vagos lances militares en las filas de los garibaldinos en Sicilia". Y no miente en todo: asisti¨® al combate por la unidad de Italia, agente al servicio de la polic¨ªa piamontesa. A la sutileza propia del falsificador, Simonini a?ade su contundente capacidad para ejecutar acciones criminales, definitivas. Si el gran novelista y garibaldino Ippolito Nievo desapareci¨® en 1861 en un naufragio, la f¨¢bula de Eco revela sensacionalmente que muri¨® asesinado a la sombra del fat¨ªdico Simonini, su amigo ¨ªntimo.
Eco ha estudiado durante a?os el follet¨ªn decimon¨®nico y la semiolog¨ªa de la falsificaci¨®n, y entre esos dos universos imagina ahora a su personaje falsario y folletinesco. Lo sigue desde su Tur¨ªn natal, aprendiz de un notario especialista en copias de documentos aut¨¦nticos que por accidente nunca existieron, hasta el exilio glorioso en Par¨ªs, agente de tres imperios, mis¨¢ntropo, impotente y glot¨®n. Fabricar¨¢ pruebas e informaci¨®n para la polic¨ªa, montar¨¢ conspiraciones revolucionarias que provoquen la ca¨ªda de los conspiradores y el amor del pueblo a los cuerpos represivos. De la mano de Simonini sali¨®, por ejemplo, la carta falsa que sirvi¨® para condenar por espionaje al capit¨¢n Dreyfus en 1894. Pero la mayor aventura de Simonini ser¨¢ su aportaci¨®n al invento del complot jud¨ªo contra la Europa cristiana.
El peso de la visi¨®n folletinesca del mundo lo calibraba Eco en El superhombre de masas (1976), cuando recordaba c¨®mo Antonio Gramsci se?al¨® el origen del superhombre nietzscheano no en el Zaratustra, sino en El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. El follet¨ªn se basa en la repetici¨®n de clich¨¦s, en el plagio, en el plagio del plagio. La aventura principal de El cementerio de Praga tiene su centro en un plagio que acabar¨¢ convirti¨¦ndose en Los protocolos de los sabios de Si¨®n. Eco parte de un novel¨®n real, Biarritz (1868), donde el autor, Hermann Goedsche, informador de la polic¨ªa prusiana, imagin¨® que los rabinos de Europa se conjuraban en el cementerio jud¨ªo de Praga para adue?arse del mundo. Goedsche plagiaba a Dumas y a Maurice Joly, autor de un libelo contra Napole¨®n III, en el que denunciaba los m¨¦todos bonapartistas para gobernar desp¨®ticamente a trav¨¦s del sufragio universal. Joly, a su vez, hab¨ªa plagiado a Eugenio Sue. Eco descubre por fin que el primer plagiario de Dumas y de Joly fue su Simonini, plagiado a su vez por Goedsche. Y no s¨®lo eso: tambi¨¦n le atribuye a Simonini el asesinato de Joly, a quien hasta ahora se consideraba un suicida.
Era la ¨¦poca en que la difamaci¨®n antisemita empezaba a ser un negocio. En la f¨¢brica de propaganda participaban curas, periodistas legitimistas, publicistas anticlericales reconvertidos en milagreros, vendedores de modas ideol¨®gicas, esp¨ªas y estafadores a sueldo del zar y de las potencias europeas, incluido el Vaticano. La invenci¨®n repugnante del jud¨ªo deicida y asesino de ni?os bautizados contaba con la bendici¨®n papal. Alimentaba panfletos que, como folletines, cautivaban al p¨²blico. El modelo de los mensajes pol¨ªticos rotundos podr¨ªa ser el follet¨ªn, tal como lo analiz¨® Eco (1984) a prop¨®sito del Montecristo: apasionante, inmoderado en el uso de adjetivos, con "la fascinaci¨®n de la desverg¨¹enza". Lo primordial es ofrecer nociones simples y un enemigo al que odiar, porque el odio es el mejor aglutinante de los pueblos unidos.
Como es habitual en el Eco narrador, El cementerio de Praga funde con genio f¨¢bula y pensamiento, y humor, un humor de risa sombr¨ªa y fondo horripilante. Hay p¨¢ginas en que los documentos hist¨®ricos se imponen sobre la fantas¨ªa, quiz¨¢ porque se trata de materiales tan fabulosos e inveros¨ªmiles que, siendo verdaderos, merecen pertenecer al reino de la imaginaci¨®n disparatada. La novela, sin embargo, es hist¨®rica, aunque sea tambi¨¦n un cuento filos¨®fico-pol¨ªtico que habla de cosas actuales: agentes provocadores al servicio de los Estados, difusi¨®n de informaci¨®n falsa, prejuicios raciales y religiosos. Pensemos que ideas que hoy nos parecen criminales y monstruosas fueron, no hace mucho, ideas de masas, bendecidas y pagadas por los grandes poderes. La traducci¨®n de Helena Lozano Miralles es excepcional.
Edici¨®n en catal¨¢n: El cementiri de Praga. Traducci¨®n de Helena Lozano Miralles. Rosa dels Vents. Barcelona, 2010. 590 p¨¢ginas. 23,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.