De c¨®mo ocultar 40 a?os 271 'picassos' en un garaje
Pierre Le Guennec, electricista y manitas que hizo chapuzas para el genio malague?o entre 1970 y 1973, relata c¨®mo y por qu¨¦ conserv¨® escondidos durante 40 a?os centenares de dibujos, acuarelas, apuntes y 'collages' del pintor, valorados en m¨¢s de 80 millones de euros
El electricista jubilado Pierre Le Guennec tiene cara de buen tipo y pinta de persona a la que uno comprar¨ªa un coche usado. Desde hace una semana se ha convertido en el manitas m¨¢s famoso y perseguido de Francia: el lunes, por medio de un art¨ªculo en Lib¨¦ration, se supo que guard¨® durante 40 a?os 271 obras in¨¦ditas de Picasso en un rinc¨®n del garaje de su casa de Mouans-Sartoux, en el sur de Francia, a veinte kil¨®metros de Cannes, envueltas en una bolsa de pl¨¢stico, seg¨²n ¨¦l mismo explica, al lado de sus herramientas de electricista y de un mont¨®n de cables viejos. ?l asegura que se los regal¨® el pintor en 1973. "Y se conservaron bien", a?ade, con una sonrisa retra¨ªda, "a pesar de los ratones que hay ah¨ª".
Seg¨²n Le Guennec, en 1973, Jacqueline le dio una caja con obras del pintor y le dijo: "Para ti, de parte del maestro"
"No me imagino a Picasso regalando a su electricista 'collages' que no hubiera dado ni a Braque", dice Jean Jacques Nauer
Le Guennec -gafas con cordones, tirantes, camisa de le?ador de las de hace treinta a?os- es muy t¨ªmido, hasta el extremo de que le cuesta explicarse. Habla a trompicones y esconde la cara con las manos en un gesto repetido de impotencia. Cuando se le comenta que los dibujos que ¨¦l conserv¨® tanto tiempo ocultos valen m¨¢s de ochenta millones de euros murmura (aparentemente) abrumado por la cifra: "Esto no es posible. Esto me sobrepasa". Para el abogado de los herederos de la familia Picasso, Le Guennec es un pillo mentiroso muy listo con cara de buen hombre que ha conseguido mantener en secreto y escondido un tesoro robado hace 40 a?os que ahora destapa para dejar una herencia a sus dos hijos y cuya impostura puede acabar con una condena de c¨¢rcel; para la abogada Evelyn Rees, de Cannes, sus defendidos, Le Guennec y su animosa y charlatana mujer Danielle, son simplemente una pareja humilde de ancianos que ha vivido siempre del escaso sueldo del marido (algo que corrobora la polic¨ªa), reconvertidos de golpe en protagonistas de una historia tan inveros¨ªmil como cierta, de esas que solo pueden ocurrir en la Provenza, y que arranc¨® una ma?ana de 1970.
"Ese d¨ªa, el secretario de Picasso, Miguel algo, me llam¨® por tel¨¦fono para que fuera a arreglar el motor del horno que se les hab¨ªa estropeado en su casa de Mougins, que est¨¢ cerca de donde yo vivo. Fui y se lo arregl¨¦. Despu¨¦s volv¨ª mucho all¨ª, a arreglar luces, enchufes, grifos, a poner un sistema de alarma por toda la casa", explica Le Guennec, muy despacio, mirando al suelo.
-Pero cuenta lo del sombrero, hombre, lo del sombrero, le ordena Danielle.
"Un d¨ªa, en el que yo estaba arreglando las luces del jard¨ªn, el secretario ese, Miguel, me hizo llamar, y me dijo que me llamaba el maestro. Yo me acerqu¨¦. Estaban desayunando en la terraza. Picasso me indic¨® que me sentara a su lado. Y se fij¨® en el sombrero de paja que yo ten¨ªa. Jacqueline [Roque, ¨²ltima esposa de Picasso] me pidi¨® que se lo regalase. Y se lo di claro. Luego vi que lo hab¨ªa utilizado para un cartel de una exposici¨®n en Avi?¨®n".
Despu¨¦s, un d¨ªa no determinado de 1973, meses antes de que falleciera el pintor, cuando Le Guennec se iba para casa despu¨¦s del trabajo, Jacqueline se le acerc¨®: "Ven¨ªa con una caja de cart¨®n y me dijo: 'Para ti, de parte del maestro'. Vi que eran unos papeles, unos dibujos, pero no le di mucha importancia, lo met¨ª en la camioneta y me volv¨ª a casa. Al llegar los envolv¨ª bien y los dej¨¦ en una estanter¨ªa del garaje. Para m¨ª no eran cuadros, no eran pinturas, muchos no estaban acabados, eran dibujos, pruebas, a los que no di mucho valor...".
La resolutiva Danielle a?ade: "Tal vez ahora habr¨ªamos hecho otra cosa. Pero entonces, ¨¦ramos j¨®venes, no sab¨ªamos. ?l ten¨ªa 30 a?os y yo, 27".
Guardaron el contenido de la caja, jam¨¢s hablaron de ¨¦l a nadie, pasaron 40 a?os, y hace meses Pierre decidi¨® desenterrarlo. ?Por qu¨¦ ahora? "Porque hace un a?o me detectaron un c¨¢ncer de pr¨®stata. Me operaron, toco madera, y estoy bien, pero pens¨¦ que si yo mor¨ªa, mis hijos se iban a preguntar que qu¨¦ eran esos dibujos, as¨ª que decid¨ª contarles la historia y para que quedara claro que eran de Picasso, me dirig¨ª a los herederos".
As¨ª, en enero llam¨® a la sociedad Picasso Administration, en Par¨ªs, y explic¨® a una secretaria que pose¨ªa varias obras del pintor y que deseaba autentificarlas. En esta sociedad est¨¢n acostumbrados a las llamadas de chiflados o de espabilados que afirman guardar en su casa un cuadro o un dibujo del artista, as¨ª que a Le Guennec le dieron la respuesta tipo: "Haga unas fotograf¨ªas y env¨ªenoslas por correo". El viejo electricista, ayudado por uno de sus hijos, coloc¨® un marco blanco de papel a cada dibujo y se puso manos a la obra: "Mientras las fotografi¨¢bamos les ¨ªbamos poniendo el t¨ªtulo que nos parec¨ªa mejor, un poco al tunt¨²n: a una la llamamos Bailarina, a otra Cabeza de mujer..., yo no s¨¦". Envi¨® una treintena de fotograf¨ªas. Los de Picasso Administration le pidieron m¨¢s. Obedeci¨®. Y en septiembre, Claude Picasso, uno de los hijos del pintor y el encargado de gestionar la herencia, intrigado por esas fotograf¨ªas malas en blanco y negro que escond¨ªan obras desconocidas, llam¨® a Le Guennec y le rog¨® que se acercara a Par¨ªs para estudiarlo todo personalmente.
"Metimos en una maletita con ruedas todos los dibujos y nos fuimos en tren a Par¨ªs, Danielle y yo", explica Le Guennec, encogi¨¦ndose de hombros.
El hijo de Picasso y un colaborador contemplaron estupefactos durante tres horas el maravilloso contenido de la maleta de los dos ancianos: un peque?o cuaderno con un centenar de deliciosos dibujos de Picasso a l¨¢piz y a tinta, de apuntes al natural, de ensayos, de caricaturas; pero tambi¨¦n una treintena de litograf¨ªas (varias id¨¦nticas), un retrato a tinta de la primera mujer de Picasso, Olga Koklowa, nueve collages cubistas que por s¨ª solos valen m¨¢s de cuarenta millones de euros, una decena de bocetos de Las tres gracias, una acuarela de su periodo azul y varios paisajes (muy raros en Picasso), entre otros prodigios. En ning¨²n momento dudaron de su autenticidad. Nadie en el mundo podr¨ªa haber imitado con tanta perfecci¨®n tantas t¨¦cnicas diferentes de Picasso. El valor aproximado de las obras guardadas en el garaje de Le Guennec ronda los ochenta millones de euros, seg¨²n varios expertos franceses. Anne Baldasari, directora del Museo Picasso de Par¨ªs, en una entrevista concedida el mi¨¦rcoles al peri¨®dico Le Figaro, aseguraba: "Las numerosas piezas aparecidas tienen una importancia considerable para aclarar la obra de Picasso en su juventud. Son fondos de su taller personal, de los a?os 1900-1932".
Recuperado de la conmoci¨®n, Claude Picasso recomend¨® a Le Guennec que hiciera fotos en color -y de buena calidad- de las obras a fin de autentificarlas de una vez y le recomend¨® un fot¨®grafo parisiense. Y quedaron en hablar. Le Guennec accedi¨® y fue a ver a ese fot¨®grafo al salir de la entrevista. "Pero cobraba cuarenta euros por foto, as¨ª que lo dejamos", explica.
Volvieron los dos, Danielle y Pierre, en tren a su casa de la Provenza, con los dibujos otra vez metidos en la maletita de ruedas. Al llegar a casa, eso s¨ª, los guardaron en un arc¨®n donde Le Guennec conserva una colecci¨®n de armas antiguas. Y se dispusieron a aguardar la llamada de los Picasso. En vez de eso, a la semana se presentaron en la casa varios agentes especializados de la Oficina Central Contra el Tr¨¢fico de Bienes Culturales que reclamaron inmediatamente las obras y le informaron de que sobre ¨¦l pend¨ªa una denuncia interpuesta por los herederos de Picasso. Asombrado, asustado, seg¨²n cuenta, Le Guennec le mostr¨® a la polic¨ªa el arc¨®n donde guardaba los dibujos. Despu¨¦s, los polic¨ªas registraron minuciosamente toda la casa, habitaci¨®n por habitaci¨®n, el jard¨ªn, el famoso garaje. Pero no encontraron nada m¨¢s. Le Guennec no hab¨ªa distra¨ªdo ni uno solo de los dibujos que ense?¨® a Claude Picasso: todo estaba ah¨ª. Los tres (los dibujos, Pierre y Danielle) fueron traslados a la comisar¨ªa. All¨ª, el electricista jubilado se enter¨® de que los herederos de Picasso le hab¨ªan denunciado no por robo (delito ya prescrito), sino por apropiarse de un bien robado (delito a¨²n vigente). Arrestado por ladr¨®n, pas¨® una noche en el calabozo.
-A m¨ª me soltaron a las tres horas, especifica Danielle, sonriente.
El abogado de Picasso Administration, Jean-Jacques Neuer, desde un despacho de una de las zonas m¨¢s exclusivas de Par¨ªs, explica las razones que les llevaron a acusar a Le Guennec: "Para nosotros est¨¢ claro que rob¨® las pinturas. Ninguno de los dibujos est¨¢ dedicado. Todos pertenecen a un periodo determinado, como si estuvieran archivados en un mismo sitio, en la misma caja. Nadie conoce a este se?or Le Guennec de nada, no aparece por ning¨²n lado en ninguna biograf¨ªa del artista probablemente m¨¢s estudiado de la historia. No creemos que fuera un amigo de Picasso". Y a?ade: "Si a ti te regalan unos dibujos de Picasso, los pones en tu casa, los cuelgas en las paredes, los ense?as, no los escondes en el garaje. ?Por qu¨¦ los ha ocultado durante cuarenta a?os? Adem¨¢s, no me imagino a Picasso regal¨¢ndole a su electricista un lote de dibujos, muchos de ellos inacabados, o d¨¢ndole unos collages surrealistas que no habr¨ªa regalado ni a Braque. Todo esto no tiene sentido, es simplemente aberrante".
Con todo, la prensa local defiende al electricista y subraya el hecho de que jam¨¢s haya intentado vender ning¨²n dibujo bajo cuerda y a escondidas, que no haya intentado escapar despu¨¦s de hablar con Claude Picasso, que ni siquiera ocult¨® las obras ni apart¨® ninguna para ¨¦l despu¨¦s de viajar a Par¨ªs. Los expertos en arte, por el contrario, opinan que Le Guennec se apropi¨® de algo que no le pertenec¨ªa, apelando a las mismas razones que Neuer. Hay galeristas de Niza que opinan, sin embargo, que Jaqueline Roque bien pudo darle la caja por error y que eso explicar¨ªa el caso. El alcalde de Mouans-Sartoux, Andr¨¦ Aschieri, solo recuerda, en una entrevista reciente a Le Figaro, que Pierre ha sido siempre un vecino ejemplar del que jam¨¢s se ha conocido un episodio turbio. Y su abogada desde hace 15 d¨ªas, Evelyn Rees, asegura que los herederos de Picasso tratan de ensuciar una bonita historia de gente honrada que tuvo la suerte de codearse con Picasso porque simplemente viv¨ªan a diez minutos en coche.
El mismo Le Guennec, con su torpeza al hablar y sus gestos de impotencia, explica inocentemente que ¨¦l jam¨¢s pens¨® que ese lote de dibujos, muchos inacabados, sin marcos, valieran algo, que jam¨¢s imagin¨® que ese mont¨®n de pinturas desordenadas dentro de una caja de cart¨®n pudieran ser consideradas obras maestras, que por eso lo guard¨® todo en el garaje y que ha sido la amenaza de la muerte despu¨¦s de operarse de c¨¢ncer y la necesidad de que sus hijos entendieran qu¨¦ y de d¨®nde ven¨ªa eso lo que le impuls¨® a dirigirse a Claude Picasso. Y no entiende que pueda acabar en la c¨¢rcel.
Por lo pronto, la polic¨ªa investiga con los cuadros requisados y custodiados en una comisar¨ªa de Nanterre. Despu¨¦s, ser¨¢ el fiscal de la zona el que decida. Lo har¨¢ a finales de diciembre. A ¨¦l le corresponder¨¢ dilucidar si Le Guennec es lo que parece, esto es, un jubilado apacible con aspecto de buen vecino al que la suerte le sonri¨® hace 40 a?os, o si por el contrario es un gran actor dispuesto a rentabilizar el golpe de su vida. Si el fiscal cree que existen sospechas de delito, el caso continuar¨¢ en manos de un juez de instrucci¨®n. Si no, los 80 millones de euros en pinturas y dibujos volver¨¢n a la casa del electricista jubilado de 1.200 euros de pensi¨®n.
?Qu¨¦ har¨¢ entonces con ellos, convenientemente autentificados, tasados ya en una fortuna si eso es lo que decide el juez?
Le Guennec se vuelve a ocultar la cabeza con las manos, tartamudea un poco, sonr¨ªe (tal vez enigm¨¢ticamente, tal vez no) y dice: "No lo s¨¦. Esto me supera".
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