El arca de No¨¦ cl¨®nica

Primero fue un renacuajo; despu¨¦s, un rat¨®n, y m¨¢s tarde lleg¨® la oveja Dolly; actualmente hay clones de mam¨ªferos dom¨¦sticos (caballos, vacas, toros de lidia) y mascotas (perros y gatos). Igual ha ocurrido con nuestros primos los monos. Se han clonado fieras, humildes carpas y animales en peligro de extinci¨®n. Pronto habr¨¢ clones suficientes para llenar un arca de No¨¦ moderna. Impresionante, sin duda; pero ?qu¨¦ beneficios tangibles ha tra¨ªdo esta fren¨¦tica actividad de la fotocopiadora gen¨¦tica?

Por clonaci¨®n se entiende la obtenci¨®n de copias gen¨¦ticamente id¨¦nticas de un individuo. La t¨¦cnica m¨¢s habitual para conseguirlo se denomina transferencia nuclear: consiste en extraer ADN del n¨²cleo de una c¨¦lula del individuo a duplicar y con ¨¦l desarrollar un embri¨®n para implantarlo en una madre sustituta de la misma especie o de una especie pr¨®xima. Es importante no confundirla con la transg¨¦nesis: la obtenci¨®n de seres dotados de propiedades inexistentes en su especie a trav¨¦s de la inserci¨®n de genes extra?os. En el primer caso se copia, en el segundo se modifica.

En los a?os sesenta se clon¨® un renacuajo. El rat¨®n 'Masha' fue el primer mam¨ªfero'copiado' en 1986 por expertos sovi¨¦ticos

Por ahora, la t¨¦cnica en ganader¨ªa resulta excesivamente cara. Clonar una vaca sale por unos 20.000 euros

Los defensores de los derechos de los animales critican "el sufrimiento innecesario" y la reducci¨®n de la diversidad del ganado

La clonaci¨®n salt¨® al estrellato el 5 de julio de 1997, cuando el cient¨ªfico escoc¨¦s Ian Wilmut present¨® en sociedad a Dolly, una oveja engendrada a partir de un embri¨®n portador del ADN de un ovino de raza Finn Dorset, a la cual era gen¨¦ticamente id¨¦ntica. Los genes se hab¨ªan extra¨ªdo de una c¨¦lula mamaria de la donante; de ah¨ª el nombre puesto al clon: una alusi¨®n a Dolly Parton, la cantante country de grandes pechos.

En rigor, no se trataba del primer clon viable. Le hab¨ªa precedido el renacuajo clonado en?1962 por el bi¨®logo brit¨¢nico John Gurdon. Se dice que en 1963 el chino Tong Dizhou clon¨® una carpa a partir de los genes de un esp¨¦cimen adulto, pero las barreras de la Guerra Fr¨ªa impidieron que se conociera su hallazgo. M¨¢s documentado es el caso del rat¨®n Masha, el primer mam¨ªfero clonado en 1986 a partir de una c¨¦lula embrionaria manipulada por expertos sovi¨¦ticos. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, Dolly se convirti¨® en el primer mam¨ªfero clonado a partir de una c¨¦lula adulta, un hito tecnol¨®gico.

Wilmut (hoy sir Ian Wilmut) dispar¨® el pistoletazo de largada. En todas partes, los cient¨ªficos se pusieron a clonar animales, con mayor o menor fortuna. De sus laboratorios han ido saliendo ratas, ciervos, conejos, lobos, cabras, hurones y camellos cl¨®nicos. En paralelo, el furor medi¨¢tico desatado por Dolly alternaba escenarios apocal¨ªpticos de clonaci¨®n humana con visiones optimistas de reba?os productores de insulina y ¨®rganos aptos para su trasplante a humanos, y de recuperaci¨®n de especies en peligro o ya extinguidas a partir del ADN atesorado en diversas instituciones.

El zool¨®gico congelado. Nos referimos al Frozen Zoo (el zool¨®gico congelado) del zool¨®gico de San Diego (California), donde se conservan c¨¦lulas y tejidos de 8.000 animales pertenecientes a 800 especies; o al Audebon Research Centre de Nueva Orleans. Una instituci¨®n similar en los Emiratos ?rabes Unidos, el Breeding Centre for Endangered Wildlife Sharjah, custodia los genes del leopardo ¨¢rabe y del gato salvaje Gordon. El ¨¢mbito europeo cuenta con el Proyecto Arca Congelada, coordinado por la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Todos se hallan dedicados a recolectar y conservar en nitr¨®geno l¨ªquido el ADN de la fauna en aprietos, una forma de crear un arca de No¨¦ gen¨¦tica que, como la hom¨®nima embarcaci¨®n b¨ªblica, salve a la fauna de la cat¨¢strofe en ciernes.

Inicialmente, esos centros ten¨ªan previsto usar el material congelado en reproducci¨®n in vitro e inseminaci¨®n artificial; pero el ¨¦xito de Dolly les movi¨® a barajar la opci¨®n de la clonaci¨®n. ?Qu¨¦ resultados han obtenido? El primer logro se produjo en enero de 2001, con el nacimiento de un gaur, un bovino salvaje asi¨¢tico, de un embri¨®n implantado en el ¨²tero de una vaca. El clon, significativamente llamado No¨¦, muri¨® de disenter¨ªa con apenas 48 horas de vida. Mayor ¨¦xito tuvo la clonaci¨®n el mismo a?o del mufl¨®n, una rara cabra de Cerde?a. En 2003, los expertos del Frozen Zoo clonaron un banteng -buey salvaje de Java- con genes de un macho muerto hac¨ªa casi 20 a?os, utilizando una vaca lechera como madre sustituta; pero no se ha podido reproducir. No ocurri¨® as¨ª con el gato mont¨¦s africano clonado en el Audebon Center, padre de ocho saludables gatitos.

Que clonar no es soplar y hacer botellas lo dej¨® claro la ef¨ªmera resurrecci¨®n del bucardo, la cabra pirenaica extinguida en Espa?a el a?o 2000. Para su clonaci¨®n, el equipo de Jos¨¦ Folch de la Universidad de Zaragoza emple¨® c¨¦lulas epid¨¦rmicas de la oreja de Celia, el ¨²ltimo bucardo. De los 258 embriones creados, solo uno desemboc¨® en el nacimiento de un clon; pero este muri¨® a poco de nacer por defectos pulmonares.

Para Jos¨¦ Luis Jorcano, bi¨®logo molecular del Centro de Investigaciones Energ¨¦ticas, Medioambientales y Tecnol¨®gicas (CIEMAT), "existe una barrera que no sabemos superar. Cre¨ªamos que insertando el n¨²cleo celular de un individuo en un embri¨®n nos asegur¨¢bamos sin m¨¢s una r¨¦plica viable, pero algo se nos escapa, y probablemente tiene que ver con el imprinting, el fen¨®meno por el cual los gametos paterno y materno, que se juntan al ser fecundado un ¨®vulo por un espermatozoide, llevan un porcentaje de sus genes marcado para que solamente se active la copia materna o la paterna. Obviamente, este control se pierde debido a la t¨¦cnica de clonaci¨®n. Mientras no controlemos ese proceso, los embriones no se programar¨¢n de forma adecuada, lo que puede dar lugar a abortos, muertes prematuras y esterilidad de los clones, de la misma manera que se sabe que un imprinting defectuoso causa enfermedades en humanos", sostiene el especialista. De todos modos, este experto agrega que, incluso con todos sus fallos, la clonaci¨®n ha permitido un importante aumento de los conocimientos cient¨ªficos, y en ese sentido ha valido la pena.

Inmunes al desaliento, los investigadores insisten en sus programas de clonaci¨®n. Entre los pr¨®ximos candidatos figuran el lobo et¨ªope, el hipop¨®tamo pigmeo y el rinoceronte blanco, especies de las que restan pocos ejemplares en el mundo. En el Audebon Centre planean utilizar una hembra de lince africano como madre sustituta para una variedad de lince amenazada, y una hembra de ant¨ªlope eland para su primo en peligro, el bongo.

No todos coinciden en la utilidad de ese enfoque. "A los animales hay que conservarlos en su h¨¢bitat", afirma tajante Luis Su¨¢rez, responsable del Programa de Especies Protegidas de la asociaci¨®n ecologista WWF/Adena. "La clonaci¨®n es una t¨¦cnica complementaria, pero menos prioritaria que la cr¨ªa en cautividad o los bancos gen¨¦ticos, cuya eficacia ha sido demostrada", a?ade. Para Su¨¢rez, la clonaci¨®n tendr¨ªa sentido en especies extinguidas "solo si antes se erradican las condiciones que las acorralaron". Un criterio compartido por Oliver Ryder, genetista jefe del zoo de San Diego: "Solo apostamos por la clonaci¨®n cuando no hay otro modo de evitar la extinci¨®n".

Si tan complicada se presenta la clonaci¨®n de especies vivientes, no digamos ya la de las extinguidas. La alharaca montada en torno a la resurrecci¨®n del mamut, el paquidermo extinto hace 11.000 a?os, ha quedado en agua de borrajas. Contra viento y marea, algunos cient¨ªficos persisten en clonar al tigre de Tasmania, un marsupial australiano desaparecido en 1936. La imposibilidad de obtener ADN en buen estado de conservaci¨®n es uno de los principales escollos. De momento, el retorno de los animales extinguidos no es m¨¢s real que el de los tiranousarios de la pel¨ªcula Parque Jur¨¢sico.

Las esperanzas se depositan ahora en el perfeccionamiento de la tecnolog¨ªa, en el aumento del porcentaje de ¨¦xitos y de clones viables. Entretanto, "convendr¨ªa conservar el ADN de esas especies", apunta Jorcano. "Las c¨¦lulas congeladas del bucardo, por ejemplo, se mantienen viables, por lo que alg¨²n d¨ªa se podr¨¢ volver a intentar clonarlo".

Clonaci¨®n de sementales. Por otra parte, la clonaci¨®n tiene aplicaciones en ganader¨ªa como t¨¦cnica auxiliar de reproducci¨®n asistida, si bien todav¨ªa dista mucho de ser eficaz. Su porcentaje de ¨¦xitos por intento es muy bajo (en torno al 3%), lo cual la encarece: clonar una vaca cuesta en torno a 20.000 euros. "Si para obtener un ternero viable debo implantar 50 embriones, me cuesta 50 veces m¨¢s que una t¨¦cnica normal", explica Javier Ca?¨®n, catedr¨¢tico de Gen¨¦tica de la Universidad Complutense de Madrid. El experto le encuentra sentido a la clonaci¨®n cuando se pretende crear linajes a partir de sementales o de variedades transg¨¦nicas con cualidades atractivas. Sacando esos contados casos, la clonaci¨®n apenas tiene encaje en la zootecnia. "Pertenece m¨¢s al mundo de los laboratorios que a las unidades de producci¨®n ganadera", a?ade Ca?¨®n, y pronostica: "Se abaratar¨¢ cuando se reduzcan los fallos. Y eso no ocurrir¨¢ a corto o medio plazo"

Por a?adidura, la clonaci¨®n de ganado se ha visto cuestionada a ra¨ªz de la controversia suscitada en Reino Unido, cuando la Agencia de Seguridad Alimentaria (FSA) admiti¨® que tres reses nacidas de vacas clonadas entraron en la cadena alimentaria humana (no se trataba de terneras clonadas, aclaremos, sino de sus descendientes, pues los clones son demasiado caros para ir al matadero). Su hom¨®loga estadounidense, la FDA, ya hab¨ªa dictaminado que la carne de bovinos cl¨®nicos era segura. Sin embargo, en Europa la idea de comer hamburguesas relacionadas con la clonaci¨®n no cay¨® nada bien. El pasado 7 de julio, el Europarlamento vot¨® en contra del consumo de alimentos derivados de clones animales y de sus descendientes. La pelota se encuentra en el tejado de la Comisi¨®n Europea y de los Estados miembros, que deber¨¢n pronunciarse. De c¨®mo se zanje el debate depender¨¢ en gran medida el futuro econ¨®mico de esta aplicaci¨®n.

Otro punto de discordia concierne al bienestar animal. Los clones prematuros, deformes o enfermos son un producto colateral de las t¨¦cnicas actuales. Como indic¨® Jorcano, no se sabe bien por qu¨¦ ocurre eso, ni c¨®mo evitarlo. Por esa raz¨®n, Sir Wilmut ha dicho que no considera ¨¦tica la clonaci¨®n a escala industrial. En esa l¨ªnea, el Eurogroup for Animals denuncia que la clonaci¨®n "causa sufrimiento innecesario, adem¨¢s de tratar a los animales de granja como meras mercanc¨ªas en vez de seres sensibles", y alerta de que, aplicada masivamente, "reduce la diversidad gen¨¦tica del ganado, aumentando la posibilidad de que reba?os enteros sean barridos por males a los cuales todos sus integrantes ser¨¢n igualmente susceptibles".

La clonaci¨®n de mascotas tambi¨¦n ha sido criticada por razones ¨¦ticas. La primera mascota clonada comercialmente fue el gatito Little Nicky, producido en 2004 por la firma Genetic Savings & Clone para una estadounidense que les pag¨® unos 36.000 euros. Por una suma similar, en 2008, la Universidad de Se¨²l (Corea del Sur) entreg¨® a otra estadounidense cinco clones de un perro llamado Booger. Los cr¨ªticos objetan el sufrimiento infligido a las madres sustitutas, la mala salud de los clones y la "inmoralidad" de clonar mascotas habiendo tantos animales abandonados. En cualquier caso, los elevados precios impiden que estos servicios den lugar a una industria.

Visto lo visto, las realidades de la clonaci¨®n de animales tienen poco que ver con las fantas¨ªas que la persiguen desde que Dolly salt¨® al escenario. De los beneficios prometidos por los entusiastas apenas se han materializado una pizca; en contrapartida, han resultado prematuras las pesadillas de clonaci¨®n humana, un temor del cual se aprovecharon sectas y m¨¦dicos ¨¢vidos de notoriedad. Eso s¨ª: el vocablo ha pasado al habla cotidiana con connotaciones negativas: se dice "pasaportes cl¨®nicos" para aludir a falsificaciones; o se tilda a un pol¨ªtico de "clon" para significar que carece de personalidad.

?Entonces ha sido infundado el descomunal barullo causado en la opini¨®n p¨²blica por Dolly y su progenie? No del todo. "Hay un dato real: se introdujo una t¨¦cnica que abr¨ªa posibilidades que hasta entonces no eran factibles; y con ello se despleg¨® un abanico de perspectivas que planteaban cuestiones bio¨¦ticas que de inmediato atrajeron la atenci¨®n de los medios y del p¨²blico", comenta Ca?¨®n. En efecto; la clonaci¨®n ha servido de disparador de un debate sobre las identidades humana y animal en una era donde todas las fronteras se desvanecen en el aire, se patenta la vida, el avance cient¨ªfico-t¨¦cnico irrumpe sin pedir permiso a nadie, y nada se halla a salvo de ser reproducido en serie.

Para algunos, dicho debate, con sus exageraciones, no ha sido in¨²til. Sean Carroll, profesor de Biolog¨ªa Molecular de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), piensa que algunas fantas¨ªas han tenido un efecto pedag¨®gico; y lo ejemplifica: "Hablar de clonar el mamut enciende la imaginaci¨®n popular. Una ni?a de nueve a?os que oiga hablar de ello puede decir: 'Quiero recuperar esas especies extinguidas, quiero proteger a las criaturas en peligro de extinci¨®n'. Por eso, el mamut puede funcionar como un emblema del esfuerzo general para ser m¨¢s conscientes de nuestros actos sobre el planeta".

El n¨²mero de especies clonadas seguir¨¢ creciendo, pero mientras la tecnolog¨ªa no experimente un salto cualitativo, dif¨ªcilmente los clones ir¨¢n a provocar grandes cambios en nuestra vida y en la de la fauna. Y el p¨²blico contemplar¨¢ c¨®mo, poco a poco, el arca de No¨¦ cl¨®nica se va colmando con la tranquilidad de saber que por ahora a¨²n queda un esp¨¦cimen sin clonar: el propio No¨¦, el ser humano.