Siete d¨ªas de pompa y circunstancia
El rey Carlos Gustavo de Suecia le acaba de entregar a Mario Vargas Llosa la medalla y diploma del premio Nobel de Literatura. Poco antes, Per W?stberg, miembro de la Academia Sueca, dijo que se merec¨ªa el premio por haber "encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginaci¨®n". El escritor est¨¢ emocionado, conmovido, abrumado. Todo esto no es nuevo: hace un par de meses que vive as¨ª. Todo comenz¨® una madrugada de octubre en el piso de Manhattan, cuando, mientras rele¨ªa Los pasos perdidos para su pr¨®xima clase en Princeton, Patricia se le acerc¨® para avisarle que hab¨ªa habido una llamada de Estocolmo. Que volver¨ªan a llamar en un rato. En ese momento, a los dos se les hab¨ªa pasado por la cabeza el Nobel. ?Ser¨ªa posible...? Mario inmediatamente hab¨ªa recordado lo ocurrido con Moravia. Quiz¨¢s se trataba de una broma.
El escritor ha vivido esta semana con una falta de paz justificada
Se pregunta: ?No es ahora el Nobel tambi¨¦n parte del circo?
Pero no. No ha sido una broma, piensa Mario ahora, desbordado por el entusiasmo y buscando con la mirada a Patricia y a sus hijos, todav¨ªa tratando de acostumbrarse al hecho de que, a los setenta y cuatro a?os, su vida ha cambiado radicalmente una vez m¨¢s. Se supon¨ªa que deb¨ªa estar preparado para estos cambios. Le hab¨ªa ocurrido antes: cuando conoci¨® a su padre, a los once a?os; cuando viaj¨® a Europa, a finales de la d¨¦cada de los cincuenta; cuando se cas¨® con la t¨ªa Julia, cuando La ciudad y los perros fue recibida con todos los elogios del mundo, cuando conoci¨® a Patricia... Y sin embargo, no estaba preparado para esto. De tanto leer su nombre en la lista de los candidatos, se lo hab¨ªa terminado creyendo. Y de tanto esperar, hab¨ªa llegado a olvidar que, una vez al a?o, en octubre, un escritor se despertaba con la noticia del Nobel.
Desde entonces los medios lo han avasallado con pedidos de entrevistas, los reconocimientos no han cesado de llegar. Mario ha vivido la pompa y circunstancia de esta semana en Estocolmo con alegr¨ªa y con la sensaci¨®n de que la falta de paz est¨¢, por el momento, justificada. Con la medalla y diploma en la mano, desfila delante de sus ojos el restaurante Den Gyldene Freden, donde cen¨® una trucha asalmonada y donde su hijo ?lvaro le hizo notar que ah¨ª mismo los acad¨¦micos suecos hab¨ªan decidido concederle el Nobel por, entre otras cosas, "su cartograf¨ªa de las estructuras de poder"; la tarde de las melod¨ªas de Santa Luc¨ªa en la biblioteca del colegio Rinkeby, donde se encontr¨® con alumnos de dieciocho nacionalidades distintas y vio la representaci¨®n de una parte de El Hablador; el d¨ªa de su discurso del Nobel, en el que volvi¨® a insistir en que la literatura es fuego y, recordando a Patricia, se convirti¨® en el primer premio Nobel que lloraba en la ceremonia.
Mientras abandona el recinto, a Vargas Llosa se le cruza un pregunta inc¨®moda: todo esto ?no lo convierte en parte de esa cultura del espect¨¢culo que ha criticado tan ¨¢cidamente? ?No es ahora el Nobel tambi¨¦n parte del circo? Vuelve a sonre¨ªr: ya habr¨¢ tiempo para responderse. Ya volver¨¢ la paz, o al menos as¨ª lo espera. Por lo pronto, lo ¨²nico que quiere es volver a encontrarse con Patricia, con sus hijos, con amigos como Fernando Iwasaki que lo acompa?an en Estocolmo, y s¨ª, seguir celebrando.
Edmundo Paz Sold¨¢n es escritor boliviano.
Babelia
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