La herencia del cantaor rockero
Kiko Veneno, J., de Los Planetas, y Antonio Arias recuerdan al m¨²sico fallecido y piden que se proteja su legado "como si fuera pintura o escultura"
Lluvia mansa en Granada. En un chalet de la periferia, se juntan tres m¨²sicos de rock para hablar del reci¨¦n desaparecido Enrique Morente. Antonio Arias fue c¨®mplice del cantaor en la aventura del glorioso Omega. J., de Los Planetas, colabor¨® ocasionalmente con Enrique. Kiko Veneno era un admirador a distancia, aunque esperaba la oportunidad para juntarse con Morente en un estudio. Todav¨ªa cuesta asimilar la p¨¦rdida: a veces, se sorprenden hablando del difunto en presente, como si esperaran verle aparecer por la puerta, dispuesto a alguna experiencia sonora.
Pregunta. Estos d¨ªas, se ha dicho frecuentemente que "Enrique Morente era un rockero". ?Se trata de una forma de hablar o de un hecho palpable?
Kiko Veneno: "Espa?a queda bajo m¨ªnimos. Nadie tiene su salvajismo"
J.: "Asusta pensar que a¨²n no hab¨ªa muerto y ya robaron en su casa"
Antonio Arias: Utilizaba el rock para meternos el veneno del flamenco. Sab¨ªa que eran m¨²sicas similares, por lo menos en su origen humilde.
Kiko Veneno: Comparten una est¨¦tica profunda. Pero no lo quisiera limitar: Nusrat Fateh Ali Khan hac¨ªa m¨²sica religiosa, aunque se romp¨ªa igual que un cantaor o un bluesman.
P. ?Qu¨¦ aport¨® el rock a Morente? Y viceversa?
J. En el caso de Planetas, el aliento para recrear palos flamencos con lenguaje de rock.
K.V. Ya hab¨ªa hecho Sacromonte a principios de los ochenta pero sonaba un poco impostado. Creo que necesitaba sentir esa bola de energ¨ªa que se forma con una bater¨ªa detr¨¢s y los amplificadores a tope.
A. A. La primera vez que entramos a ensayar lo que ser¨ªa Omega, yo no me cort¨¦: pretend¨ªa que entendiera que iba a cantar sobre guitarras distorsionadas, con acoples. ?l se present¨® con toda su familia, para que aprobaran la aventura? ?o no!
K. V. Era heredero de un arte primitivo pero le atra¨ªa la tecnolog¨ªa. Como Camar¨®n, que siempre andaba jugando con los aparatitos?
J. Al final, se mont¨® un estudio en casa, con Pro Tools, como cualquier m¨²sico de rock. De hecho, se llev¨® a Pablo S¨¢nchez, un t¨¦cnico que ha trabajado con nosotros tres.
P. ?Era consciente de su soledad? Ning¨²n flamenco se arriesgaba tanto y de forma tan continuada.
K. V. No era experimentar por el hecho de marcarse un tanto. Se trataba de un proceso natural, marcado por la influencia de poetas, pintores y otras m¨²sicas. De alguna manera, se ve¨ªa obligado a romper con lo establecido.
A. A. Exacto. Omega se comienza a grabar sin compa?¨ªa, de puro coraz¨®n. Para alguien como yo fue una revelaci¨®n: estaba habituado a sufrir las opiniones de la discogr¨¢fica. Morente me dice: "Todo esto es muy a largo plazo."
J. Le beneficia volver a vivir en Granada, una ciudad muy chica donde todos nos conocemos. Lejos del monstruo de Madrid, uno ejerce su libertad.
P. ?Le preocupaba la opini¨®n de los puristas?
K. V. No lo creo. Algunos fan¨¢ticos del mairenismo le reprocharon que no ten¨ªa comp¨¢s. Hab¨ªa una falta de entendimiento, por otra parte muy t¨ªpica del contraste entre la Andaluc¨ªa oriental y la occidental.
A. A. En alg¨²n momento, decidi¨® ser libre en el comp¨¢s: 'Entro por donde quiero y salgo por donde me apetece'. Viendo su colecci¨®n de discos, destacar¨ªa la influencia del jazz en su sentido de la improvisaci¨®n.
P. ?Era paternal en su trato con m¨²sicos m¨¢s j¨®venes?
J. No te dec¨ªa como debes comportarte en la vida. Su principal mensaje era la conveniencia de escuchar a los viejos cantaores. Te lo machacaba una y otra vez: Vallejo, Chac¨®n, Marchena, la Ni?a de los Peines, Pepe de la Matrona.
A. A. En todo caso, era patriarcal. Cuidaba de su familia y, por extensi¨®n, de los m¨²sicos que gravit¨¢bamos a su alrededor. Y lo hac¨ªa bien: cuando veo mi colecci¨®n de guitarras, calculo que la mitad son fruto de Omega.
P. Hay un libro en preparaci¨®n sobre Omega. ?Queda mucho por saber de su elaboraci¨®n?
A. A. Debemos unir los puntos, establecer las conexiones. Hablamos mil veces de que viniera a nuestro local de ensayo pero nunca llegaba el momento. Hasta que se encontr¨® una noche con Erik [Jim¨¦nez, actual baterista de Los Planetas], que empez¨® a tocarle ritmos en la barra de un bar. Y Morente lo pill¨® enseguida. Igual no sab¨ªa que Erik hab¨ªa sido cabo tambor en una de las bandas que desfilan en procesiones; esos ritmos estaban en la memoria de ambos.
K. V. Omega marca un antes y un despu¨¦s. Es un tsunami del que todav¨ªa no nos hemos repuesto
P. ?Es una exageraci¨®n afirmar que el flamenco ha quedado tocado?
K. V. Espa?a misma se ha quedado bajo m¨ªnimos. Cuando yo empiezo a interesarme por el flamenco, hab¨ªa quiz¨¢s 20 cantaores en la plenitud de sus facultades, que aportaban la sabidur¨ªa ancestral pero tambi¨¦n te narraban sus vidas. Han ido cayendo y la m¨²sica se resiente. No niego que haya grandes voces j¨®venes, pero carecen del salvajismo creativo de un Morente, de un Camar¨®n?
A. A. Descubres una vehemencia en Enrique que viene de sus vivencias, de situaciones muy concretas que le marcan. Su formaci¨®n es autodidacta y de ah¨ª la veneraci¨®n que ¨¦l sent¨ªa por creadores de otros campos. Alguien que no haya sentido tanta hambre de cultura, cultura negada por una situaci¨®n pol¨ªtica y social, es incapaz de expresar una rebeli¨®n tan visceral.
J. Lo que urge ahora es invertir en su legado, proteger su archivo de cintas. Asusta pensar que todav¨ªa no hab¨ªa muerto y ya entr¨® gente a robar a su casa.
K. V. Exacto. Cuidemos la huella de Morente como si se tratara de pintura, escultura, arquitectura. Pongamos en marcha equipos multidisciplinares. Como si fuera Bob Dylan, como si fuera Leonard Cohen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.