Dandis a pesar de todo
La imagen nos choca. No la entendemos al primer golpe de vista. Nos produce sensaci¨®n de irrealidad, como si estuviera perdida en un tiempo y un espacio a¨²n por determinar. ?Qu¨¦ hace un congole?o vestido con un esmoquin rosa? Escenario y protagonista se contradicen. Uno es ag¨®nico, el otro es vital. Pero el individuo sigue andando entre los escombros, ajeno a una mirada, la nuestra, que no concibe que dos extremos tan opuestos se den sentido el uno al otro sin negarse entre ellos. Pues s¨ª, en el coraz¨®n de la pobreza hay un grupo de individuos que rinden culto al lujo: los sapeurs. Ellos son los miembros de la Sociedad de Ambientadores y Personas Elegantes (SAPE), un movimiento casi centenario implantado a ambas orillas del r¨ªo Congo que recrea el mito de la elegancia francesa. Lo que en un alarde de poes¨ªa podr¨ªamos calificar como "un estallido de color en medio de la oscuridad". Porque si el peor de los tiempos tambi¨¦n es el mejor, uno de los clubes m¨¢s selectos del mundo puede estar, debe estar, en Congo. Una realidad algo desconocida (todo lo desconocido que puede ser algo en la era global) que el fot¨®grafo italiano Daniele Tamagni se pas¨® documentando dos a?os y ahora tiene forma de libro: Los caballeros de Bacongo. "La SAPE es otra puesta en escena de que en todo vertedero nace una flor", cuenta v¨ªa telef¨®nica. Lo de Bacongo, contracci¨®n entre Congo y la literaria Macondo, refuerza el car¨¢cter m¨¢gico de un movimiento que tiene los pies en la tierra pero los suele despegar al caminar.
El m¨²sico Papa Wemba fue el que le dio visibilidad internacional
El actual presidente de la Rep¨²blica del Congo est¨¢ considerado un buen 'sapeur'. Le llaman 'Pierre Cardin'
Llevan la actitud pegada al cuerpo y la tienen que defender con sus movimientos
Modifican su entorno. Son agitadores sociales
La SAPE no es una manifestaci¨®n folcl¨®rica ancestral, sino la expresi¨®n de una identidad contempor¨¢nea que lleva produci¨¦ndose en las ciudades de Brazzaville (capital de la Rep¨²blica del Congo) y de Kinshasa (capital de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo) desde 1922. Su fundador fue Andr¨¦ Grenard Matsoua, el primer congole?o en volver de Par¨ªs trajeado, como un monsieur. El retorno alcanz¨® dimensiones ¨¦picas. Se le recibi¨® cual embajador de un mundo lejano. ?l acept¨® esa condici¨®n y sublim¨® Francia hasta elevarla a la categor¨ªa de Tierra Prometida, pero se impuso un reto: batirla en su propio terreno (el del refinamiento). Suyo es el t¨ªtulo de grand sapeur. Y si Matsoua fue el pionero de este dandismo, el m¨²sico Papa Wemba fue quien lo populariz¨®. A finales de los a?os sesenta, Wemba se opuso al regreso a la autenticidad proclamada por Mobutu Sese Seko. El primer dictador de Zaire emprendi¨® una huida hacia delante para desmarcarse de todo lo relacionado con la cultura europea e impuso el abacost (traje de tres piezas tipo mao¨ªsta) como uniforme. Wemba nunca renunci¨® a su estilo de sapeur y le dio visibilidad internacional gracias a su grupo Viva la M¨²sica. A partir de los a?os ochenta, los sapeurs desaparecieron del paisaje que tres guerras internas se encargaron de devastar. Hasta principios de este siglo. Finalizados los ¨²ltimos conflictos, regresaron al grito de "Dejemos las armas y vist¨¢monos elegantemente". "Solo hay SAPE si hay paz" es otro de sus lemas. As¨ª es esta liga constituida por hombres estilosos. Su c¨®digo de vestimenta conlleva un determinado patr¨®n de comportamiento. Sus reglas no escritas imponen obligaciones est¨¦ticas: no se pueden combinar m¨¢s de tres colores en el mismo atuendo, y ¨¦ticas: los sapeurs son hombres de una moralidad intachable. La diferencia entre sus condiciones de vida y su manera de vestir ser¨¢ abismal, pero porque la SAPE se corresponde con un modo de pensar y sentir. De ser. Esta es una comunidad emocional que aleja a sus miembros de la exclusi¨®n social. Desde el pacifismo anima a la autosuperaci¨®n. Su voluntad es la de dignificar. Actualmente, la SAPE est¨¢ legitimada por las instancias pol¨ªticas. El actual presidente de la Rep¨²blica del Congo, Denis Sassou-Nguesso, es considerado un buen sapeur. En honor al modista franc¨¦s, le llaman Pierre Cardin (con el matiz que a?ade el sobrenombre de "el comunista").
este es un movimiento de aluvi¨®n. Sincr¨¦tico. Que ha construido su lenguaje a base de pr¨¦stamos. En ¨¦l resuenan ecos de los Buena Vista Social Club, los paninaros italianos de los a?os ochenta y de Tony Montana. Hasta de Michael Jackson. Y aunque viva ajeno a la moda internacional, contempla sus propias tendencias. Antes se llevaban los mocasines de la firma Weston; ahora, los de Crochet and John's. Dior ha tomado el relevo de Cavalli. Y entre los j¨®venes, cada vez es m¨¢s popular un subgrupo llamado Picadilly que ha hecho de la falda escocesa su particularidad. "Llevamos kilt para rendir homenaje al pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra, uno de los personajes m¨¢s elegantes del planeta, quien, tras casarse con Camila Parker Bowles, se fue de luna de miel a Gales vestido con esta falda", le coment¨® uno de sus miembros, Ferol Ngouabi, a Tamagni. Sin embargo, ninguna de sus asimilaciones se convierte en un ejercicio de m¨ªmica. Los sapeurs dan nueva vida, llena de iron¨ªa, a todas estas referencias.
Aunque tenga lo gregario impl¨ªcito, la SAPE potencia las individualidades. Es la suma de estas. Cada miembro se pone un apodo y elige un determinado look. No hay guardarropa masculino que no exploren. Hay sapeurs que recuerdan a un presentador de telediario de la transici¨®n espa?ola mientras otros parecen escoltas del cuerpo diplom¨¢tico. Pero siempre son ellos los que llevan la ropa, no la ropa a ellos. Adem¨¢s, su campo de expresi¨®n no lo delimitan las costuras de los trajes. Cada estilo se resuelve en el propio cuerpo del sapeur. Su condici¨®n va acompa?ada de una determinada gestualidad: andares el¨¢sticos, miradas altaneras? Tienen que ser gallitos y moverse como tales. Llevar la actitud pegada a la piel y defenderla. El puro y el bast¨®n, dos de sus complementos indispensables, les ayudan a subrayar esa actitud chulesca. Con ellos alargan sus movimientos, los redondean.
Zapatos blancos. Pantalones salm¨®n. Corbatas de seda. Tirantes a cuadros. Fulares. Bombines. Todo a la vez. Si asumi¨¦semos que la frontera entre el buen gusto y el mal gusto no depende de cada uno, el estilo de los sapeurs, por histri¨®nico, se merecer¨ªa la consideraci¨®n de ser una luxaci¨®n del concepto universal de elegancia. Al fin y al cabo, solemos asociar la ostentaci¨®n a los futbolistas y raperos. Y la voluntad de aparentar se nos antoja una impertinencia. Dar preferencia a la ropa por encima de otras necesidades nos parece una indecencia. Pero esto no es el oro por el oro. Precisamente, ese balance entre querer un objeto y comprarlo, entre el deseo y su cumplimiento, no hace sino acrecentar el car¨¢cter m¨¢gico, casi irracional, de la SAPE. Su din¨¢mica interna es la esencia misma de la moda.
Cuando un sapeur sale a la calle, quiere que le miren. Esta es su pel¨ªcula. Son hombres respetados. Aclamados por el pueblo. Los invitados de honor en cualquier celebraci¨®n. La gente los para por la calle. Los ni?os quieren ser como ellos. Las mujeres, estar con ellos. De hecho, esto es cosa de hombres. Ellas son sapeurs en tanto en cuanto sus maridos lo son. Como Ghisl¨¦e, que con su corte de pelo en tres picos, su traje y bolso de Gucci, siempre va a juego con su pareja Michel. Ellos son lo m¨¢s parecido a un star system que hay en Congo; famosos locales que con su presencia modifican el entorno. Organizan la vida colectiva. Cuando ellos llegan, pasan cosas. Algo as¨ª como el "?que viene el circo!" de antes. Son agentes provocadores. Agitadores sociales con un halo de misioneros. Los catalizadores de un mensaje de paz. Ahora que los quince minutos de fama warholianos est¨¢n de oferta, ese golpe de efecto que buscan los sapeurs parece m¨¢s aut¨¦ntico que nunca. Lo suyo es el vivo y el directo.
Su horizonte m¨ªtico sigue siendo Par¨ªs. En el dec¨¢logo de la SAPE figura como norma peregrinar a la meca de la elegancia al menos una vez en la vida. Hay que seguir dando forma al mito. Alimentarlo con experiencias personales y, por tanto, exageradas. Las miserias que pasaron en Par¨ªs se quedan en Par¨ªs. La verdad no puede estropear su gran historia. La suya es una emigraci¨®n cultural, no econ¨®mica. Si van es para regresar. Esto es un sue?o con billete de retorno. Una expedici¨®n en busca de s¨ª mismos. Cuando el sapeur vuelve a Congo, realiza una bajada triunfal -la descente se llama-. Tienen que dar una imagen de ¨¦xito completamente diferente a la que, construida en base a subjetividades, les confina a un marco de miseria.
Actualmente, la SAPE se ha desparramado fuera de sus fronteras. En Bruselas y Londres hay comunidades de sapeurs. Y en Internet, el mito vuela libre. En un tiempo en el que todo corre el riesgo de convertirse en fen¨®meno (hasta vaciar de significado este t¨¦rmino), la SAPE se considera uno. Dise?adores de moda como Paul Smith se inspiran en ella a la hora de confeccionar sus colecciones, y los comisarios de arte la convierten en museizable: la Ciudadela de Pamplona les dedic¨® una exposici¨®n dentro de sus jornadas ?frica imprescindible; al sur del S¨¢hara.
El sentido del estilo de estos congole?os, como el de cualquier pueblo, est¨¢ ligado a su propia historia. Sin embargo, aqu¨ª se ha resuelto en una direcci¨®n inesperada. Est¨¢n reconciliados con su pasado colonial y es ah¨ª donde encuentran el c¨®digo gen¨¦tico que exhiben. Son un dep¨®sito de la memoria. Algo contradictorio, porque al colonizado se le supone el inter¨¦s por retomar su propia historia para no quedar reducidos a un cap¨ªtulo dentro de la del colonizador. Los sapeurs no han matado al padre. El proceso contrario al que hizo Gandhi, que convirti¨® el taparrabos y la rueca en s¨ªmbolo nacional. El rico que se visti¨® de pobre. Los sapeurs adoptan como modelo el del invasor. Padecen algo as¨ª como una especie de s¨ªndrome de Estocolmo est¨¦tico. Sin embargo, esta victoria del colonialismo, p¨ªrrica y p¨®stuma, se queda en eso. La superaci¨®n de la miseria por parte de los sapeurs, aunque simb¨®lica, no est¨¢ vac¨ªa. Llevan impl¨ªcito un mensaje de rebeld¨ªa. Desde su nacimiento, la SAPE ha querido subvertir los c¨®digos impuestos por las fuerzas pol¨ªticas que surgieron en ambos Congos.
La contradicci¨®n. Esa es la esencia de este movimiento. Que, sin embargo, tiene todo su sentido. Los sapeurs asumen la hostilidad que les rodea, pero al mismo tiempo evidencian el car¨¢cter impermeable de las buenas maneras y el vestir bien. La elegancia se revela como un analg¨¦sico. La ¨²nica arma que tienen para defenderse de su azaroso destino es su atuendo. En ¨¦l, todo est¨¢ codificado. No puedes controlar lo que te rodea, pero s¨ª a ti mismo. Es una llamada al orden en medio del caos. Vivir¨¢n en condiciones precarias, pero llevan los zapatos relucientes. Hacen de la necesidad una virtud y convierten el defecto en exceso. "Cuando salen a la calle as¨ª vestidos se olvidan de todos sus problemas. Son instantes de gloria en los que se sienten verdaderamente felices", concluye Tamagni. Los sapeurs se consideran artistas. Y lo son. Artistas del escapismo. Han creado un para¨ªso artificial. Como todos los para¨ªsos.
La importancia de ser elegante
La SAPE tiene un car¨¢cter de culto, de religi¨®n. Sus miembros no la practican, la profesan. Un 'sapeur' tiene que comportarse como tal. Y no solo en el sentido est¨¦tico. Deben ser buenos ciudadanos y defender la paz por encima de todo.
Juego de contrastes
Se asean en una palangana, pero llevan zapatos que cuestan 180 euros. Los 'sapeurs' se mueven en la contradicci¨®n. Pero el paisaje de cascotes y barro que habitan no hace sino llamar la atenci¨®n sobre ellos. Y a ellos les gusta. Se dejan hacer. Para los congole?os, son sus famosos cercanos.
Duelo de estilos
Forman una comunidad que protege a sus miembros. Una fraternidad. Pero tienen lucha de poder, como todos los hermanos. Cuando se re¨²nen, la rivalidad por ver qui¨¦n viste mejor est¨¢ servida
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