El ¨²ltimo vag¨®n
Hace quince d¨ªas un hombre estuvo apunto de morir en las v¨ªas del metro. Quiz¨¢ hayan visto las impactantes im¨¢genes, no s¨®lo del pasajero que cae de espaldas a los ra¨ªles sobre los que queda inconsciente, sino las del rescatador. Un polic¨ªa nacional de paisano salta del and¨¦n de Puerta del ?ngel para socorrer al ciudadano tendido en los ra¨ªles mientras el resto de los transe¨²ntes que aguarda al convoy hace aspavientos intentado alertar al conductor de la locomotora. Lo m¨¢s llamativo es la frialdad con la que el polic¨ªa arrastra el cuerpo inerte justo un segundo antes de que el metro le afeite la suela de los zapatos.
El metro es un lugar extremo, un universo enterrado que evoca la muerte y, en consecuencia, excita la vida. La zanja negra de hierro y silencio separando los andenes es como un r¨ªo de sombra que enajena a algunos pasajeros invit¨¢ndoles a matar o a vivir al l¨ªmite. En el metro de Barcelona hemos visto brutales palizas, a un hombre empujando mortalmente a otro debajo del convoy y, en Madrid, al margen de los brutales atentados del 11-M, hemos presenciado la secuencia del apu?alamiento de Palomino. Las c¨¢maras de los andenes y del interior de los vagones ofrecen esa estremecedora imagen sin sonido, fragmentada y decolorada que recuerda a una pel¨ªcula de terror japonesa.
El metro es un lugar extremo, un universo enterrado que evoca la muerte y excita la vida
Dentro del juego de la muerte y de la vida, desde hace a?os en los metros de Madrid y de Barcelona se practica el metring. El desaf¨ªo consiste en sujetarse al estribo de los vagones, una vez cerradas las puertas, y viajar pegado al lomo del convoy durante unos segundos hasta que el tren entra en el t¨²nel. Quien m¨¢s aguante cogido a la puerta por fuera, gana. El concurso lo practican normalmente menores de edad que graban la haza?a con tel¨¦fonos m¨®viles y lo cuelgan en Internet.
Ya es antiguo surfear en el metro de Nueva York. Hace tres a?os el ayuntamiento incluso tuvo que desplegar toda una campa?a con el lema "Surfea la web, no el tren" para disuadir a algunos chavales de viajar en lo alto de los trenes o en la parte de atr¨¢s del ¨²ltimo vag¨®n, siempre por fuera del habit¨¢culo. Las advertencias se publicaron tras producirse algunas muertes como la de un chico de 21 a?os en el metro de Washington.
El ¨²ltimo vag¨®n del metro es casi un lugar inexistente, es el microsegundo en negro cuando parpadea la ciudad. All¨ª parece que todo el posible, un lugar sin tiempo, un oasis aparentemente sin consecuencias. En el furg¨®n de cola incluso se producen encuentros sexuales a determinadas horas y en paradas concretas de Madrid (l¨ªnea 1 entre Atocha y Sol y l¨ªnea 2 entre Sol y Ventas).
En los a?os ochenta, en medio de la cultura de drogas y clubs, se empezaron a celebrar fiestas con ¨¦xtasis en los postreros vagones del metro de Nueva York. Cualquier actividad tanto sexual como festiva en movimiento parece especialmente estimulante. La velocidad sin paisaje crea una delirante sensaci¨®n de vac¨ªo, un v¨¦rtigo placentero. En Estados Unidos existen dos tipos de fiestas en el metro: las de hora punta, en las que los organizadores involucran al concurrido p¨²blico entreg¨¢ndoles regalos, poni¨¦ndoles sombreros o incluso prest¨¢ndoles instrumentos musicales; y las fiestas del final del d¨ªa donde los vagones est¨¢n casi desiertos y la diversi¨®n es orquestada y consumida por los mismos protagonistas.
Hace dos a?os y medio el reci¨¦n electo alcalde de Londres prohibi¨® el consumo de alcohol en los transportes p¨²blicos. Antes de hacerse efectiva la ley, a trav¨¦s de facebook y SMS se dieron cita 9.000 personas para celebrar "The Final Circle Line party", una macrofiesta en la l¨ªnea circular tambi¨¦n llamada "Last round on the underground" (La ¨²ltima ronda en el metro). La polic¨ªa tuvo que cerrar la estaci¨®n de Liverpool Street donde la gente se reuni¨® con sus propias bebidas. La congregaci¨®n fue masiva y se extendi¨® como una avalancha a otras estaciones.
Estos d¨ªas la fiesta en los andenes madrile?os la montan improvisados grupos regresando ebrios y disfrazados de cenas navide?as. Pero ¨²ltimamente se est¨¢n gestando algunos flashmobs (citas a trav¨¦s de Internet para practicar conjuntamente una actividad) en nuestro metro. Esos encuentros de momento han consistido en cantar y bailar. As¨ª que si una ma?ana o una noche regresan algo deca¨ªdos a casa, prueben a subirse al ¨²ltimo vag¨®n.
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