Guepardos
Quien albergue alguna duda sobre la bondad del creador del universo, para salir de ella no tiene m¨¢s que ver un reportaje de National Geographic. Con el mando a distancia vienes huyendo de la violencia que emerge de los telediarios, de la basura pol¨ªtica que vomitan en las tertulias algunos fan¨¢ticos, del hedor a esti¨¦rcol humano que emana de los programas del coraz¨®n y tratando de purificar el aire te refugias en un documental de la naturaleza, pero all¨ª te encuentras con un guepardo que descuartiza a una gacela, con una boa deglutiendo a un conejo, con un ¨¢guila que se lleva a una cabra con las garras.
Cuando uno pasa la noche en la sabana africana o en la selva amaz¨®nica no deja de sobrecogerse ante el inmenso concierto de aullidos de muerte que sale del fondo de la oscuridad. Las fieras cazan y se aparean con un mismo estertor de agon¨ªa. Si uno busca la salvaci¨®n contemplando el mar o las estrellas, en cuanto una m¨ªnima lucidez te descabalgue del romanticismo, debajo de la superficie azul de las aguas imaginar¨¢s el abismo lleno de monstruos cuyos iridiscentes colores van parejos a una espantosa e insaciable voracidad y si levantas los ojos hacia el cielo estrellado, cualquier documental sobre las galaxias te habr¨¢ hecho saber que los astros no son m¨¢s que infiernos de fuego y que en el interior de esa lechada de constelaciones existen miles de millones de planetas habitables como el nuestro donde se celebra la misma alucinante carnicer¨ªa.
La ley inexorable de que para vivir hay que matar con colmillos, garras y venenos la cumplen los animales con una inocente crueldad, inscrita en las entra?as, sin que los humanos hayan logrado desprenderse por completo de ella, seg¨²n consta en los telediarios. Alto ah¨ª. Este es el momento exacto para recordar con un whisky en la mano que en medio de ese absurdo c¨®smico hay tambi¨¦n un espacio donde puede sonar una cantata de Bach, que existe todav¨ªa la gloria de las flores sobre el esplendor en la hierba y que en cualquier ciudad hay una ni?a que ayuda a cruzar el paso de cebra a un ciego. Si el mundo est¨¢ tan mal hecho, queda al alcance de cualquiera la posibilidad de reinventarlo. Basta con crear ante la muerte un instante de belleza o de compasi¨®n a cambio de nada.
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