Giro sangriento en Bielorrusia
Feliz Navidad? No para Bielorrusia. El Abuelo Escarcha, la versi¨®n de Pap¨¢ Noel imperante en el mundo que rodea a Rusia, ha llegado temprano a Minsk este a?o, y los regalos que ha tra¨ªdo han sido el fraude electoral, las palizas policiales, las detenciones en masa, las mentiras de estilo sovi¨¦tico y una tarjeta navide?a especialmente dedicada a la UE que dice "A la mierda Europa".
Natalia Koliada, del Teatro Libre Bielorruso, fue una de las detenidas el domingo pasado, cuando un grupo de gente en el que se encontraba se manifest¨® contra el presidente Alexandr Lukashenko y su escandaloso robo de otra elecci¨®n presidencial. Seg¨²n relat¨® a la organizaci¨®n Index on Censorship, la mantuvieron retenida durante 14 horas sin darle agua ni comida ni dejarle dormir. Los detenidos, de los dos sexos, estuvieron en pasillos helados de la prisi¨®n, recibiendo insultos y malos tratos de los guardias ("Sois animales... Nuestro sue?o es mataros"), y fueron obligados a defecar delante de los dem¨¢s.
El Abuelo Escarcha ha llegado temprano a Minsk y ha tra¨ªdo fraude electoral y excesos policiales
Lukashenko quer¨ªa que volviera a haber miedo en la calle
Uno de los candidatos de oposici¨®n a la presidencia, Vlad¨ªmir Neklyaev, recibi¨® una terrible paliza ya antes de que comenzara la manifestaci¨®n. Despu¨¦s lo sacaron de su cama de hospital y lo encerraron en la c¨¢rcel. El KGB (en Bielorrusia sigue llam¨¢ndose as¨ª) detuvo a m¨¢s de 600 personas, incluidas destacadas figuras de los medios de comunicaci¨®n independientes y las artes. En algunos casos, sus familias no saben d¨®nde est¨¢n encerrados. Algunos se enfrentan a procesos por "instigar disturbios de masas", un delito que acarrea una pena m¨¢xima de 15 a?os de c¨¢rcel. Un joven colaborador de Neklyaev apareci¨® en la televisi¨®n estatal, con aspecto agotado y temeroso, para proclamarse arrepentido en parte de su comportamiento. El presidente Lukashenko declar¨® en una conferencia de prensa que se hab¨ªa terminado la "democracia sin sentido".
Esto se llama de una forma: terror. No un terror total, estalinista, como en los a?os treinta, es cierto, pero s¨ª, desde luego, una atm¨®sfera cualitativamente distinta -no hace falta ni decirlo- a la de la violencia policial en las democracias de Europa occidental. A no ser, claro est¨¢, que creamos que las porras de la polic¨ªa brit¨¢nica en la plaza del Parlamento pretend¨ªan defender un r¨¦gimen autoritario y criminal.
Al mismo tiempo, es un enigma, aunque no insoluble. A corto plazo, Lukashenko no ten¨ªa por qu¨¦ emprender una represi¨®n tan brutal para permanecer en el poder, que este Mugabe de Europa oriental ocupa desde 1994. Despu¨¦s de haber dejado espacio en la televisi¨®n estatal a los candidatos de la oposici¨®n y haber fingido que cumpl¨ªa las exigencias de la Uni¨®n
Europea sobre unas elecciones libres y limpias, podr¨ªa haber ama?ado los votos justo lo necesario para volver a salir. Podr¨ªa haber dejado que la oposici¨®n, d¨¦bil y dividida, siguiera manifest¨¢ndose durante unos cuantos d¨ªas en el fr¨ªo helador de Minsk, y luego haberse llevado discretamente a los que quedasen en la Plaza de la Independencia mientras los dirigentes occidentales celebraban su Navidad.
?Por qu¨¦ tuvo que ser tan brutal? ?Por qu¨¦ tuvo que restreg¨¢rnoslo por las narices?
Una respuesta que suele darse en estas circunstancias es la de las divisiones en el aparato de gobierno. Los partidarios de la l¨ªnea dura se salieron con la suya. Puede que esa explicaci¨®n tenga algo de cierto, pero hay otra m¨¢s sencilla que me dio Andrey Dynko, director del principal semanario bielorruso, Nasha Niva. Lukashenko, en una vuelta a lo que Dynko llama "la tradici¨®n autocr¨¢tica rusa", quer¨ªa que volviera a haber un nivel saludable (para el aut¨®crata) de miedo en la calle. El temor de la poblaci¨®n hab¨ªa descendido de forma alarmante en el pa¨ªs durante los ¨²ltimos a?os de relativa liberalizaci¨®n y apertura a Occidente. Hac¨ªa falta dar una buena lecci¨®n a su pueblo. El miedo nacional debe estar por encima de la deuda nacional.
Lo que est¨¢ claro es que la represi¨®n estaba planeada, independientemente del volumen y la trayectoria de la manifestaci¨®n prevista por la oposici¨®n. A Neklyaev lo golpearon antes de que empezara la marcha. Los testigos dicen que unos hombres con todo el aspecto de provocadores rompieron las ventanas de varios edificios oficiales, lo cual ofreci¨® el pretexto para que las fuerzas especiales que estaban preparadas actuasen. Siempre hay que tener cuidado con las teor¨ªas de la conspiraci¨®n, pero a veces hay conspiraciones.
Ahora bien, si el Mugabe europeo se atrevi¨® a actuar as¨ª fue porque, 10 d¨ªas antes de las elecciones, obtuvo un acuerdo inesperado con Rusia por el que vuelve a tener petr¨®leo subvencionado, cuyas ventas le permiten luego lucrarse, y ¨¦l, por su parte, acepta las condiciones de un "espacio econ¨®mico ¨²nico" con Rusia y Kazajst¨¢n. Hasta ese acuerdo, la situaci¨®n se inclinaba m¨¢s bien en la direcci¨®n opuesta. Daba la impresi¨®n de que Rusia estaba harta de Lukashenko. Un canal de televisi¨®n ruso propiedad de Gazprom hab¨ªa llegado a emitir una serie en cuatro cap¨ªtulos que le criticaba y le calificaba de padrino corrupto. Mientras tanto, los ministros de Exteriores de Polonia y Alemania hab¨ªan volado a Minsk con una atrevida oferta: si Lukashenko celebraba unas elecciones razonablemente limpias, su pa¨ªs entrar¨ªa en la v¨ªa de regreso a la civilizaci¨®n europea, y la UE le apoyar¨ªa con un paquete de ayudas y pr¨¦stamos por m¨¢s de 3.000 millones de euros. Una oferta arriesgada, pero que merec¨ªa la pena hacer dadas las circunstancias que hab¨ªa en aquel momento.
Sin embargo, ahora que parece que Rusia vuelve a estar de su parte, y despu¨¦s de haber hecho una fr¨ªa evaluaci¨®n neoleninista de los fundamentos de su propio poder, Lukashenko ha decidido emplear el palo con su pueblo y decirle a la UE d¨®nde se puede meter su zanahoria.
Bielorrusia es un pa¨ªs remoto del que la mayor¨ªa de los europeos occidentales sabe muy poco. Y ese es a¨²n mayor motivo para abrir los ojos ante lo que est¨¢ sucediendo all¨ª.
Este es un mal final a un a?o que ha sido malo para Europa. Desde luego, la crisis de la eurozona, todav¨ªa sin resolver, es un peligro m¨¢s grave para toda la visi¨®n liberal de la historia europea reciente, como una historia de progreso hacia m¨¢s libertad, prosperidad e integraci¨®n. Pero el hecho de que la UE ya no pueda ejercer ning¨²n poder de atracci¨®n sobre un pa¨ªs peque?o y pobre que est¨¢ ah¨ª al lado es tambi¨¦n un golpe terrible. Hace unas semanas lament¨¦ que India no utilizara su influencia para mejorar la situaci¨®n en Birmania. Bielorrusia es nuestra Birmania europea.
Es urgente que hagamos todo lo posible para que esos presos pol¨ªticos salgan en libertad y puedan pasar estas fiestas con sus familias y una versi¨®n m¨¢s amable del Abuelo Escarcha. Y en cuanto comience el nuevo a?o, la Uni¨®n Europea debe mirar detenidamente y con frialdad qu¨¦ rostro le devuelve el espejo bielorruso. No creo que sea una imagen muy favorable.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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