El a?o del neocl¨¢sico Villanueva
2011 marca el bicentenario de la muerte del Arquitecto Mayor de Madrid
Juan de Villanueva "no deb¨ªa estar muy contento cuando muri¨®". Corr¨ªa el a?o 1811 y el septuagenario arquitecto hab¨ªa alcanzado todos los honores. Segu¨ªa siendo Arquitecto Mayor pero el rey al que serv¨ªa, Jos¨¦ Bonaparte era un intruso y "el culpable de que la gran obra de su vida, el Museo del Prado, estuviese arruinada", explica el arquitecto y profesor Pedro Mole¨®n, bi¨®grafo de Villanueva. En 1808 los franceses se hab¨ªan acuartelado en el museo (entonces Gabinete de Historia Natural) y hab¨ªan desmontado el plomo de cubiertas, canalones y bajantes para hacer balas de ca?¨®n. El Real Observatorio, tambi¨¦n obra de Villanueva, hab¨ªa servido de polvor¨ªn en la invasi¨®n napole¨®nica y estaba medio reventado. "Villanueva muri¨® sin saber qu¨¦ pasar¨ªa con sus obras m¨¢s emblem¨¢ticas y con esa amargura de estar sirviendo al rey que provoc¨® su ruina", dice Mole¨®n.
Este a?o se celebra el bicentenario de su muerte (en agosto) y ya se prepara una exposici¨®n sobre el arquitecto en el Palacio Real. "La merece", dice Mole¨®n, "el bicentenario de su nacimiento fue en 1939 y el pa¨ªs no estaba para muchos homenajes".
En pleno barrio de Las Letras se encuentra uno de los edificios menos conocidos de Villanueva, la Real Academia de la Historia. No fue construido como tal. Cuando Villanueva acometi¨® obras en el Prado derrib¨® la imprenta y dep¨®sito de los libros de rezos de los jer¨®nimos y el rey encarg¨® al arquitecto otro edificio para tal fin en la capital. "Es un edificio caro y noble, pero no por su uso, una imprenta de misales, sino porque era un encargo real y deb¨ªa de tener toda la solemnidad de un edificio oficial", dice Mole¨®n. Lo que s¨ª marc¨® su uso fue la incombustibilidad de la construcci¨®n. Dado que era un dep¨®sito de papel, y que Villanueva pertenec¨ªa a esa generaci¨®n que hab¨ªa visto arder el Alc¨¢zar y la Plaza Mayor, el arquitecto construy¨® un edificio s¨®lido, sin una gota de madera. Todas las escaleras son de granito y los techos de ladrillo.
En la academia abundan los rincones donde se puede comprobar la desnuda belleza del neoclasicismo de Villanueva. "Esta escalera de granito es puro Escorial", explica Emanuela Gambini, arquitecta de la casa desde los a?os sesenta, responsable de la reciente restauraci¨®n de su fachada. "El edificio naci¨® para albergar libros y papeles, y eso es lo que guarda", explica. Entre sus m¨¢s de 400.000 vol¨²menes, incunables y manuscritos como el C¨®dice Emilianense del siglo X, en cuyas glosas se hallan las primeras palabras escritas en castellano y en vasco.
El Escorial fue la gran influencia de Villanueva. Imprimi¨® en ¨¦l un clasicismo desornamentado profundo, que no soporta molduras decorativas ni frusler¨ªas. "Pero Villanueva no es severo, sino contenido", dice Mole¨®n. "Cuando tiene que ser gracioso, en el mejor sentido, tambi¨¦n sabe serlo; El Prado, por ejemplo, tuvo sus detractores porque era muy atrevido para la ¨¦poca".
En la Real Academia la mayor osad¨ªa fue la puerta. Para traer las enormes jambas enterizas de granito, de casi siete metros, Villanueva tuvo que trazar un camino seguro para los carros: no pod¨ªan pasar por donde hubiese v¨ªas de agua ya que el peso pod¨ªa hundir la calzada.
Juan de Villanueva fue una estrella: hizo fortuna y goz¨® de todo el prestigio y los honores de su ¨¦poca. Delgado y narigudo, seg¨²n lo pint¨® Goya y "de car¨¢cter filos¨®fico" seg¨²n lo describi¨® su amigo Jovellanos. Algo "malhumorado", dej¨® escrito ¨¦l mismo. "Muy celoso de sus cargos, controlaba todo lo que se hac¨ªa en la ciudad", explica Mole¨®n, "y fue sin duda el arquitecto espa?ol m¨¢s importante del XVIII". Sus obras guardan, seg¨²n el profesor, lecciones para el arquitecto actual. A pesar de su fama y su poder, Villanueva siempre tuvo claro que la arquitectura debe estar arraigada en el lugar que ocupa y que, ante todo, debe responder a su funci¨®n.
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