Sigfrido M¨¢rt¨ªn Begu¨¦, la seducci¨®n de la inteligencia
Eugenia Su?er me present¨® a Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦ a mediados de los a?os noventa en Madrid, cuando Sigfrido era uno de los artistas m¨¢s cotizados del panorama pl¨¢stico. Estaba entusiasmado de conocer a alguien que se llamaba Sigfrido, y era joven, bastante guapo. Y hablador. Su madre, que fue una galerista estupenda del Madrid de los a?os sesenta, es muy mel¨®mana y de all¨ª el nombre, por el h¨¦roe wagneriano. Yo me llamo Boris por Boris Godunov y creo que eso hizo el clic completo en nosotros.
De inmediato me hipnotiz¨® su manera de hablar, rapid¨ªsima, pasando de un tema a otro con la sola hilaci¨®n de una cultura que abarcaba todo, del pop a la ¨®pera y de la m¨²sica al ballet, la publicidad, los cotilleos, las pel¨ªculas de Almod¨®var y de Bergman; era una catarata de ideas y mezclas que te hac¨ªan sentir la persona m¨¢s culta del mundo si consegu¨ªas seguir su andanada. Y, confieso ahora, muy, muy seductor. La seducci¨®n de la inteligencia. Tambi¨¦n me fij¨¦ mucho en su forma de vestir, como un arquitecto disparatado, capaz de encontrar dise?o en corbatas equivocadas y relanzar el uso de los calcetines con rayas, porque entend¨ª que lo empleaba como lenguaje visual. Desde entonces, siempre que nos encontr¨¢bamos, repet¨ªamos jugada: arranc¨¢bamos en un tema y siempre ten¨ªa que ser yo el que se rend¨ªa. "Sigfrido, ?tengo que volver a casa!". Y cuando le dec¨ªa "?estoy casado!", farfullaba entre dientes: "?Burgu¨¦s!".
La ¨²ltima vez, que no sab¨ªamos ser¨ªa la ¨²ltima [ha muerto el 31 de diciembre en Madrid, donde naci¨® hace 51 a?os], estaba entusiasmado con un montaje en el Real de Una vuelta de tuerca, la opera de Benjamin Britten sobre la m¨ªtica historia corta de Henry James. La uni¨®n de esos datos: Britten, James, la propia historia de fantasmas y amores peligrosos, y la nueva programaci¨®n del Real, bajo la direcci¨®n de Mortier, lo encendi¨® de forma rotunda.
Un personaje de Madrid
Decidimos esa noche que Britten iba a ser redescubierto en este siglo de deudas y pa¨ªses quebrados y que su elegancia musical y filos¨®fica iba a salvarnos del horror. "Britten es m¨¢s all¨¢ de todo", proclam¨¢bamos y nos estremec¨ªamos de nuestra nueva fe. Lo incre¨ªble era el sitio donde grit¨¢bamos y predec¨ªamos la Corriente Britten: un discobar detr¨¢s de la Gran V¨ªa, hacia las cuatro de la ma?ana, despu¨¦s de celebrar y libar muy mucho los 25 a?os de el Cock, el centro neur¨¢lgico e hipn¨®tico del Madrid que vio a Sigfrido convertirse en uno de sus personajes m¨¢s interesantes. De vez en vez me giraba para ver la fauna que asist¨ªa a nuestra desaforada dial¨¦ctica, en ese discobar insomne: hombres raros, medio o mal vestidos, borrachos o en un coloque hist¨®rico. Y pensaba: "?Solo con Sigfrido te pasa esto!". Por eso le quer¨ªa, y much¨ªsimo.
Otra vez, en el cumplea?os de Bibiana Fern¨¢ndez, Sigfrido lleg¨® con Bernardo Bonezzi, otro de los h¨¦roes de la Movida, y de inmediato empezamos con nuestra vaina de hilar nombres y temas y divertirnos reescribiendo el siglo XX. En una mesa vecina me advirtieron que a Sigfrido tambi¨¦n se le conoc¨ªa como el hombre que "acab¨® con la Movida, junto con Massiel, por no parar de hablar". Pero mi opini¨®n, y ahora mi despedida, es la contraria: ¨¦l supo mejor que nadie entender que la mejor herencia de la posmodernidad, la madre absoluta de la Movida, era esa fascinaci¨®n por mezclar lo que nos gustaba, inquietaba, ense?aba y asustaba. Y convertirlo en juego, el juego de la inteligencia banal pero irremediablemente entretenida. Y que acumular informaci¨®n es un signo de nuestro tiempo, a lo mejor, incluso, nuestro aut¨¦ntico legado.
Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦ pintaba cuadros que encerraban otros cuadros y mezclaban estilos, acaso siguiendo esta forma de pensar. [Tambi¨¦n fue un gran catedr¨¢tico y excelente figurinista, que colaboraba con el Teatro de Bolonia]. Ayer, en el tanatorio donde acudimos a honrarle, su padre nos sorprendi¨® a todos... ?hablando exactamente igual que Sigfrido! Mezclando ideas, entrelazando lo imposible, con ese ritmo metralleta. Olvido Gara, Alaska, afectada ante la ida de un gran amigo, lo sintetiz¨® genial: "?C¨®mo habr¨¢n sido los almuerzos en esa casa? Padre e hijo viajando por la cultura occidental sin mirar el tiempo."
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