Ambarino dorado

La capacidad de seducci¨®n de los vinos generosos tiene una de sus manifestaciones literarias m¨¢s conocidas en el cuento de Edgar Allan Poe El barril de amontillado. Menos truculento, pero igualmente imaginativo, es el trabajo del Equipo Navazos. Seleccionan botas olvidadas, sin comercializar, de peque?as bodegas del marco de Jerez y Montilla para destacados comerciantes de vinos, como Ram¨®n Coalla, Quim Vila, o el importador norteamericano Eric Solomon.

As¨ª han sacado a la luz viejas reliquias de amontillados, olorosos, finos, palo cortado y dulces que dorm¨ªan en su viej¨ªsimo h¨¢bitat de roble. Vinos extra¨ªdos en peque?as cantidades de botas centenarias -en este caso, de dos barricas de Miguel S¨¢nchez Ayala, bodega situada en el antiguo barrio de la Balsa de Sanl¨²car de Barrameda- y puestos al alcance de quienes son capaces de asombrarse y sucumbir ante la complejidad y finura de unos vinos ¨²nicos en el mundo, eternamente rejuvenecidos por el sistema de soleras y criaderas.

La Bota de Amontillado es un generoso con m¨¢s de 80 a?os de vejez que ve ahora la luz -si exceptuamos las sacas familiares del bodeguero- para deleite de sibaritas: bell¨ªsimo color ambarino dorado con matices caoba; aroma punzante, complej¨ªsimo, un fino encaje de frutos secos, tostados, frescas notas de c¨ªtricos, crepusculares aromas a flores secas y un inabarcable mundo de maderas de anticuario. La boca, seca y salina, de hondura interminable, como el mejor cante grande.