El dilema estadounidense, 2011
Un gran obst¨¢culo para las pol¨ªticas que necesita el pa¨ªs es la persistencia del racismo. Obama sabe que el primer presidente negro debe hacer "concesiones" a los poderosos que uno blanco no tendr¨ªa que hacer
Desde la fecha de su fundaci¨®n en 1789 hasta aproximadamente el a?o 2000, la gran mayor¨ªa de los estadounidenses e inmigrantes europeos blancos se sent¨ªan con raz¨®n optimistas en lo tocante al predominio de las libertades pol¨ªticas y las oportunidades econ¨®micas en Estados Unidos. Gran parte de los cambios legislativos y legales que gradualmente pero sin pausa fueron modificando la rep¨²blica aristocr¨¢tica (y esclavista) de 1789 hasta convertirla en la rep¨²blica de finales del siglo XX, dotada de sufragio universal e igualdad de derechos para ambos sexos y todos los colores de piel, tuvieron lugar gracias al liderazgo de presidentes decididos y elocuentes: Thomas Jefferson, Andrew Jackson, Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt, Franklin Roosevelt, Harry Truman, Lyndon Johnson y Bill Clinton. Todos ellos vieron c¨®mo importantes peri¨®dicos, y la mayor¨ªa de los estadounidenses acaudalados, se opon¨ªan a sus reformas a favor de las clases m¨¢s modestas, pero todos contaron con la ventaja de una clara y valerosa expresi¨®n verbal (aunque Thomas Jefferson hablaba en un tono tan bajo que solo quienes estaban m¨¢s cerca de ¨¦l pod¨ªan o¨ªrle) y tambi¨¦n con la de ser de piel blanca.
El presidente crey¨® a sus asesores que le dec¨ªan que lo principal era salvar a los bancos
La reforma sanitaria se ha visto comprometida por las rebajas de la propia Casa Blanca
En los ¨²ltimos 30 a?os del siglo XX, las mujeres y las minor¨ªas ¨¦tnicas continuaron haciendo avances en materia de educaci¨®n y oportunidades profesionales, pero las circunstancias econ¨®micas se tornaron m¨¢s dif¨ªciles para la mayor¨ªa de las clases medias bajas y los trabajadores industriales. La mecanizaci¨®n redujo el n¨²mero de empleos para quienes ten¨ªan m¨²sculos y buena voluntad, pero poca formaci¨®n. El desarrollo de las econom¨ªas asi¨¢ticas y latinoamericanas, as¨ª como la "externalizaci¨®n" de los empleos estadounidenses hacia pa¨ªses en los que los salarios eran mucho m¨¢s bajos que en EE UU redujo considerablemente el n¨²mero de puestos de trabajo administrativos y de gesti¨®n en el sector privado. Los sindicatos perdieron capacidad de negociaci¨®n y afiliados. Gran parte de los asalariados vieron estancarse su nivel de vida en torno a los a?os posteriores a 1970 y el desfase de renta entre trabajadores, por un lado, y directivos, propietarios e inversores, por otro, no dej¨® de ahondarse.
El efecto conjunto del estancamiento econ¨®mico que afect¨® a gran parte de los estadounidenses; la enorme conmoci¨®n que supusieron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York; los esc¨¢ndalos de mala gesti¨®n o de actividades econ¨®micas delictivas a partir de la d¨¦cada de 1980; las "guerras elegidas" de Irak y Afganist¨¢n, y la enorme crisis econ¨®mica, a¨²n sin resolver, que sufrimos desde 2008, ha sido un aumento exponencial del pesimismo y de la desesperaci¨®n, hasta unos l¨ªmites nunca vistos en la vida p¨²blica estadounidense.
Si nos centramos en la situaci¨®n pol¨ªtica actual podemos decir que desde el a?o 2008 la mayor¨ªa de los votantes se convencieron de que el presidente George W. Bush era pura y simplemente un incompetente y de que el inicio de la guerra de Irak se hab¨ªa amparado en premisas pol¨ªticas falsas. Eligieron a un hombre que hab¨ªa sido un excelente estudiante de Derecho, que en lugar de convertirse en abogado de una gran empresa hab¨ªa decidido dedicarse al trabajo comunitario y social, que m¨¢s tarde hab¨ªa sido uno de los poqu¨ªsimos senadores que vot¨® en contra de la guerra, que como candidato a la presidencia hab¨ªa prometido transformar el entorno pol¨ªtico de Washington, dominado por los grupos de presi¨®n, y que era negro.
Todos los votantes, y desde luego el presidente Obama y sus asesores, reconocieron que la tasa de paro del 10%, fruto de los errores y delitos de la comunidad financiera, era el problema m¨¢s importante al que se enfrentaba la nueva Administraci¨®n.
Desde luego, yo esperaba, y estoy seguro de que conmigo millones de votantes progresistas de todas las edades, que Obama siguiera el claro y exitoso ejemplo de Franklin Roosevelt, que cre¨® millones de empleos que mejoraron las infraestructuras urbanas y rurales de Estados Unidos, dando a millones de hombres y mujeres que llevaban meses o a?os en paro, dignidad, esperanza y dinero para mantener a sus familias. Por las conversaciones que mantengo con amigos empresarios y profesionales, s¨¦ que ese programa ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de aplicar hoy en d¨ªa de lo que lo fue en 1933, porque las leyes actuales imponen muchos m¨¢s requisitos estatales y locales. Pero en 2009, un presidente decidido, sin dejar de reconocer la existencia de esos requisitos administrativos, podr¨ªa haber puesto en marcha ¨²tiles y desde luego necesarias obras p¨²blicas.
En lugar de seguir el ejemplo de Roosevelt, el presidente Obama se crey¨® lo que le dec¨ªan algunos de sus asesores econ¨®micos, para quienes lo principal era salvar a los bancos y a las instituciones de inversi¨®n. Si se recapitalizaba a las instituciones financieras, estas prestar¨ªan dinero a empresas e industrias que valieran la pena, que a su vez crear¨ªan millones de empleos. Pero en medio del clima actual de incertidumbre y pesimismo que suscita el papel econ¨®mico internacional de Estados Unidos, las instituciones financieras se est¨¢n reaprovisionando, pagando a sus empleados sueldos igual de elevados, o todav¨ªa m¨¢s que antes, pero sin prestar dinero a gran escala para ampliar negocios o ayudar a los propietarios de viviendas a evitar la constante plaga de las ejecuciones de hipotecas.
Hay por lo menos otros dos grandes aspectos en los que la Administraci¨®n de Obama ha logrado mucho menos de lo que se esperaba hace dos a?os. No ha habido ninguna reforma de calado en las pr¨¢cticas de Wall Street, causantes de la peor depresi¨®n econ¨®mica desde la d¨¦cada de 1930. Por otra parte, el loable esfuerzo dirigido a conseguir una asistencia sanitaria asequible y de cobertura universal se ha visto gravemente comprometido por las propias concesiones de la Casa Blanca ante los grupos de presi¨®n farmac¨¦uticos y por la eliminaci¨®n de una opci¨®n p¨²blica que habr¨ªa proporcionado a los ciudadanos estadounidenses una alternativa frente al poder monopol¨ªstico de las aseguradoras privadas.
Para terminar, hay que decir que un gran obst¨¢culo para materializar las radicales reformas necesarias para la recuperaci¨®n de Estados Unidos es la todav¨ªa generalizada y poco debatida presencia del racismo en este pa¨ªs. Franklin Roosevelt y Harry Truman pod¨ªan proclamar ri¨¦ndose que esperaban con los brazos abiertos la oposici¨®n de las clases adineradas. Pero el primer presidente negro no puede hacerlo. Millones de estadounidenses blancos piensan que los varones negros son la clase m¨¢s peligrosa y potencialmente violenta que habita junto a ellos. Sin duda, el presidente Obama sabe que no puede permitirse que le consideren un "airado hombre negro", para no hacer con ello imposible que cale la idea de que a las personas de color se les puede confiar el cargo m¨¢s importante del pa¨ªs. No s¨¦ realmente cu¨¢ntas de sus concesiones se deben a su propio razonamiento econ¨®mico y cu¨¢ntas a los consejos de sus principales asesores, pero estoy seguro de que Obama sabe que, por el bien de las oportunidades futuras de los ciudadanos negros, el primer presidente negro debe mostrarse conciliador y dispuesto a hacer "concesiones" que un presidente blanco no tendr¨ªa que hacer para proteger a los futuros candidatos presidenciales blancos.
Gabriel Jackson es historiador estadounidense. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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