Cuando toda una naci¨®n abre los ojos
El discurso de Barack Obama en el funeral de Tucson fue de tal impacto que la ¨²nica duda que persiste entre los analistas es la de si se trata de uno de los mejores jam¨¢s escuchados en la historia o simplemente el mejor de esta presidencia. De lo que no hay duda es de que el pa¨ªs ha recuperado a un Obama que parec¨ªa perdido para siempre, y que ayer naci¨® un nuevo tiempo pol¨ªtico en Estados Unidos.
Lo dicen en la derecha y en la izquierda. Rich Lowry, de National Review, un medio de referencia neocon, afirma que "Obama consigui¨® situarse por encima del rencor de ambos bandos, exactamente como un presidente debe hacer". Steve Lombardo, un encuestador del Partido Republicano y comentarista de Fox News, pronostica que "habr¨¢ un tiempo en el que miraremos para atr¨¢s y diremos que Obama se convirti¨® la noche del 12 de enero en el presidente que pensamos que podr¨ªa ser". Charles Krauthammer, uno de los m¨¢s fieros columnistas anti-Obama, admite que "esto puede cambiar la percepci¨®n que tenemos de ¨¦l como presidente". "Es la responsabilidad de un presidente curar una herida nacional. Obama lo hizo en la noche del mi¨¦rcoles", asegura el editorial de The New York Times. James Fallows, de la revista The Atlantic, un emblema progresista, escribe que "las comparaciones con los discursos de Reagan despu¨¦s de la tragedia del Challenger y de Clinton tras la bomba de Oklahoma no sirven porque aquellos fueron solo para dar testimonio de p¨¦rdidas tr¨¢gicas, mientras que el de Obama ha sido una celebraci¨®n de los valores por los que se sacrificaron las v¨ªctimas".
Eso es, una celebraci¨®n, un magistral rito democr¨¢tico con el que, en 32 minutos, Obama consigui¨® ahuyentar los demonios de la divisi¨®n y el odio y sacar lo mejor de esta naci¨®n: su optimismo, la confianza en s¨ª misma, su fe en el porvenir, su envidiable capacidad de reconciliaci¨®n.
Es sorprendente lo que un buen l¨ªder pol¨ªtico puede conseguir en un instante. La pol¨ªtica habitual, siempre tan c¨ªnica y mediocre, hace olvidar el servicio que un hombre de Estado puede rendir a sus compatriotas en momentos dif¨ªciles, reconfortando, ayudando, orientando. Esta naci¨®n entr¨® en la noche del mi¨¦rcoles apesadumbrada por la herida de Tucson y alarmada por el grado de enfrentamiento que vive la sociedad. Amaneci¨® ayer, en cambio, confiada en que saldr¨¢ de esto robustecida, como de cada una de sus calamidades.
De repente, nadie quiere siquiera hacer alusi¨®n a las ¨²ltimas declaraciones de Sarah Palin, perdidas ya en el t¨²nel del olvido. De repente, el Congreso enmudeci¨® y los republicanos no saben siquiera si reprogramar su temida votaci¨®n contra la reforma sanitaria. De repente, tambi¨¦n, las manos de la izquierda que inmediatamente despu¨¦s del tiroteo se alzaron para apuntar a la derecha volvieron a la posici¨®n de firmes.
?Qu¨¦ quedar¨¢ de esto? Obama avanzar¨¢ en las encuestas -ya lo est¨¢ haciendo-, su reelecci¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s factible y los republicanos, por un tiempo, ser¨¢n m¨¢s propensos a negociar. S¨ª, pero ?qu¨¦ quedar¨¢ de verdad de esto? Con suerte, un pa¨ªs que, como Giffords, ha vuelto a abrir los ojos.
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