Una interminable historia
Anthony Pagden ha escrito un magn¨ªfico friso para entender los encuentros y desencuentros entre Oriente y Occidente
Dos mil quinientos a?os y la guerra contin¨²a. Esta es la descorazonadora conclusi¨®n a la que nos conduce Anthony Pagden despu¨¦s de ofrecernos, en Mundos en guerra, un brillante friso que narra la historia de las relaciones entre Occidente y Oriente a partir de los grandes momentos de guerra, postraci¨®n y devastaci¨®n.
Fue Her¨®doto el primero que se pregunt¨® "qu¨¦ era lo que divid¨ªa a Europa y Asia y por qu¨¦ dos pueblos similares en muchos aspectos hab¨ªan llegado a concebir odios tan perdurables entre ellos". Los asi¨¢ticos (los de las tierras del sol naciente) "eran fieros y salvajes, formidables en el campo de batalla" pero, por encima de todo, "sumisos y serviles. Viv¨ªan siempre intimidados por sus gobernantes, a los que no consideraban simples hombres como ellos, sino dioses". Los europeos (los de las tierras del sol poniente) amaban la libertad por encima de la vida y viv¨ªan bajo el imperio de la ley, no de los hombres y a¨²n menos de los dioses. De este surco trazado por el historiador griego germinaron unas pautas culturales que de alg¨²n modo siguen alimentando hoy la idea de que Occidente y Oriente son dos mundos separados por dos visiones irreconciliables de la vida humana. El prop¨®sito de Anthony Pagden es hacernos comprender que "los tr¨¢gicos conflictos que surgen ahora por las tentativas occidentales de reorganizar una parte sustancial del Oriente tradicional a su propia imagen pertenecen a una historia mucho m¨¢s antigua y potencialmente mucho m¨¢s calamitosa, de la que la mayor¨ªa de ellos tienen incluso una oscura conciencia".
Mundos en guerra. 2.500 a?os de conflictos entre Oriente y Occidente
Anthony Pagden
Traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez
RBA. Barcelona, 2011
560 p¨¢ginas. 32 euros
Este largo camino ha sido jalonado de intentos de destruir la memoria y de condicionar los relatos. En esta historia de guerras y desencuentros, los frentes han cambiado y los antagonistas tambi¨¦n. Pero Anthony Pagden pretende demostrar que hay una l¨ªnea de continuidad a lo largo de los siglos en la interpretaci¨®n de las diferencias irreconciliables. Y que los recuerdos hist¨®ricos acumulados, "algunos razonablemente precisos, otros completamente falsos", siguen alimentando hoy el conflicto. Un conflicto que al decir de Pagden pasa principalmente por la cuesti¨®n de la secularizaci¨®n de la sociedad.
Alejandro el Grande, el Imperio romano, las cruzadas, Napole¨®n, los imperios coloniales del XIX y, ahora, Estados Unidos representan en este gran relato los intentos m¨¢s genuinos por parte de Occidente de civilizar al mundo oriental, que Pagden explica con sobriedad, sin que el car¨¢cter forzosamente panor¨¢mico de la descripci¨®n meng¨¹e el inter¨¦s del lector. Pero a partir de la eclosi¨®n del islam, la historia entrar¨¢ paulatinamente en un proceso de criba de actores hasta llegar al presente en que el conflicto Occidente-Oriente se ha reducido a un conflicto entre la civilizaci¨®n occidental judeo-cristiana y sus instituciones liberal-democr¨¢ticas y la civilizaci¨®n musulmana. Los dem¨¢s actores asi¨¢ticos han ido desapareciendo de esta confrontaci¨®n. Hasta el punto de que, cuando Pagden hace sus especulaciones sobre el futuro de este conflicto ancestral e interminable, China y las otras potencias asi¨¢ticas han desaparecido por completo de la narraci¨®n.
En esta coyuntura, la doctrina del conflicto de civilizaciones, de Samuel Huntington, que son siete y no dos, cada una de ellas marcada a fuego por el hierro de la religi¨®n, es el mejor estimulante ideol¨®gico para la pervivencia del conflicto. Anthony Pagden cita la respuesta de Bin Laden cuando se le pregunt¨® si estaba de acuerdo con la idea de Huntington: "Totalmente. El Libro Santo lo dice muy claro. Los jud¨ªos y los estadounidenses inventaron el mito de la paz en la tierra. Eso es un cuento de hadas".
Obviamente el estadio actual de esta guerra interminable tiene su icono en el 11-S. Tanto desde Al Qaeda, al afirmar que su ataque a las Torres Gemelas de Nueva York demostraba que la democracia liberal occidental estaba moralmente corrompida, como desde la administraci¨®n americana con el discurso de Bush sobre el eje del mal, se quiso dar una dimensi¨®n moral al conflicto: cristianos contra musulmanes. Y de hecho los cristianos de pa¨ªses de religi¨®n isl¨¢mica est¨¢n sufriendo las consecuencias.
Anthony Pagden, para cerrar el libro, vuelve a Her¨®doto: lo que hab¨ªa diferenciado a los griegos de los persas era "una forma exclusiva de organizaci¨®n pol¨ªtica, la isonom¨ªa (el orden de igualdad pol¨ªtica)", y son "los principios fundamentales de la isonom¨ªa convertidos ya en democracia liberal moderna los que definen m¨¢s que ninguna otra cosa Occidente, tanto para los musulmanes como para los no musulmanes". Occidente act¨²a conforme a tres ideas que, seg¨²n Pagden, confunden sus estrategias: la idea de que todo el mundo quiere la libertad individual, la idea de que la democracia es algo natural, y la idea de que todo proceso democr¨¢tico debe conducir necesariamente a la creaci¨®n de una democracia liberal burguesa. Con estos prejuicios de partida, la democracia s¨®lo puede exportarse a golpe de pistola. Sis¨ªfico empe?o, como demuestran las experiencias de Afganist¨¢n y de Irak.
Para Pagden, la cuesti¨®n clave es la secularizaci¨®n, la separaci¨®n de la religi¨®n y del Estado: "Al final esto es lo que diferencia a Occidente, y a la mayor¨ªa de las sociedades actuales del mundo musulm¨¢n, de lo que har¨ªan de ellas los islamistas". Y hoy el islam, en muchas partes del mundo, se ha convertido en "una religi¨®n de protesta y resentimiento, en gran parte comprensible, en parte justificable, pero en el conjunto est¨¦ril". Pero en el terreno del fundamentalismo no puede decirse precisamente que Estados Unidos vaya a la zaga, en un momento en que el fundamentalismo cristiano ha emprendido su particular cruzada contra el presidente Barack Obama, al que intentan colocar un aura de sombras isl¨¢micas.
Lejos del sue?o de la convivencia entre israel¨ªes y ¨¢rabes que se hundi¨® definitivamente con la guerra de los Seis D¨ªas, lejos de que la secularizaci¨®n crezca a ambos lados, cuando la derecha americana y parte de la europea apelan a la restauraci¨®n moral, las fronteras del conflicto se difuminan: los musulmanes habitan las periferias de las metr¨®polis europeas. Y encuentran en el islam un hogar cultural y una justificaci¨®n para el odio cuando se sienten excluidos y maltratados.
A pesar de las dificultades, no todo es negativo en la convivencia de los musulmanes con los europeos. Viven en condiciones dif¨ªciles y, a menudo, humillados por unas clases medias europeas que proyectan su inseguridad en el racismo y el desprecio al paria y, sin embargo, la mayor¨ªa asume paulatinamente los modos de vida de los europeos. Al Qaeda tiene capacidad de aterrorizar y con la ayuda de sus enemigos consigue que su discurso est¨¦ siempre en primer plano. Pero su capacidad de movilizaci¨®n de las sociedades isl¨¢micas es escasa y la idea de que el mundo ¨¢rabe pueda unirse a ella en una guerra contra Occidente es pura fantas¨ªa. Al Qaeda es un problema m¨¢s grande para los pa¨ªses musulmanes que para Occidente.
No obstante, Anthony Pagden concluye en clave pesimista: "Mientras haya quienes insistan en que deber¨ªa existir, el antiguo combate entre Oriente y Occidente continuar¨¢ existiendo. Puede limitarse, de momento al menos, a ataques terroristas y brotes de manifestaciones p¨²blicas de odio, pero no ser¨¢ menos agrio, ni a la larga menos infructuoso, de lo que ha sido durante los dos ¨²ltimos milenios". ?Pesimismo de la raz¨®n o simetr¨ªa est¨¦tica al poner el the end a su fant¨¢stica superproducci¨®n? Podr¨ªa ser, sin embargo, que fuera el car¨¢cter impreciso conceptualmente de los propios conceptos de Oriente y Occidente lo que provoque la desaz¨®n final que puede sentir el lector.
Ciertamente, los conflictos se hacen eternos cuando hay voluntad e inter¨¦s en que se perpet¨²en. Occidente ha reencontrado en el mundo musulm¨¢n el papel de enemigo contra el que cohesionarse ideol¨®gicamente que dej¨® vacante el hundimiento de los sistemas de tipo sovi¨¦tico. Y el antioccidentalismo es muy rentable para que los aut¨®cratas y los te¨®cratas isl¨¢micos mantengan sometidas a sus poblaciones. Probablemente, Pagden comete un error muy com¨²n entre los dirigentes occidentales: centrarse en los verdugos y olvidar a las v¨ªctimas, fijarse en Al Qaeda o en los ayatol¨¢s y no reconocer a los miles de ciudadanos de sus pa¨ªses que buscan la libertad, se la juegan para defenderla y esperan de Occidente complicidad y no la absurda pretensi¨®n de imponer los derechos humanos a punto de pistola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.