Marilyn, en su mejor decorado
Visita al hotel Del Coronado, en San Diego, donde se rod¨® 'Con faldas y a lo loco'
La silueta del hotel Del Coronado se recorta contra los atardeceres del Pac¨ªfico como la ciudad esmeralda se le apareci¨® a Dorothy cuando buscaba regresar a Kansas. Uno no llega a trav¨¦s de un camino de ladrillos amarillos, sino a trav¨¦s de un puente inmenso que cruza la bah¨ªa de San Diego. Pero el efecto es, o debe de ser, el mismo, porque el escritor de cuya mente naci¨® El mago de Oz, L. Frank Baum, era un hu¨¦sped asiduo en este hotel, uno m¨¢s en sus hamacas y cafeter¨ªas, y sus torres y tejados inspiraron en parte aquella m¨ªtica ciudad de ficci¨®n.
El hotel Del Coronado es un pedazo de tierra apartado del paso del tiempo. A pesar de los turistas, de las convenciones, de los maletines y de las tiendas de souvenirs, este hotel construido en 1888, en su d¨ªa el m¨¢s grande del planeta, el primero del mundo en usar luz el¨¦ctrica, sigue siendo un remanso del pasado. Sus bares y cafeter¨ªas conservan un encanto decimon¨®nico. Su victoriana silueta, su aire industrial, sus afrancesados jardines y sus verandas venecianas evocan un pasado de escritores, actores y nobles en busca de suaves y melanc¨®licos ocasos.
Gu¨ªa Informaci¨®n
? Oficina de turismo de San Diego (www.sandiego.org).
? Hotel Del Coronado (www.hoteldel.com).
Muchas pel¨ªculas se han rodado en el hotel. La primera fue Los reyes de Pythias Camp, un corto mudo de 1901. La m¨¢s famosa, sin embargo, es Con faldas y a lo loco. Aunque en la pel¨ªcula se dec¨ªa que Jack Lemon y Tony Curtis, travestidos, hu¨ªan a Florida, en realidad se refugiaban en las blancas playas cercanas al hotel Del Coronado. Aqu¨ª cantaba y tocaba el ukelele Sugar Kane, una espectacular Marilyn Monroe, que fue la atracci¨®n del vecindario durante los meses del rodaje, a tres a?os de su tr¨¢gica muerte.
El director Billy Wilder film¨® la pel¨ªcula en 1959, en blanco y negro, porque en realidad narraba una historia ambientada en 1929. Buscaba un hotel que no hubiera cambiado en 30 a?os. Ese es el encanto del Del: est¨¢ casi intacto, en realidad, desde su apertura en 1888. "La gente que no haya visto nunca ese bonito hotel nunca creer¨ªa que no rodamos esas escenas en un estudio. Es como si el pasado reviviera", dijo Wilder.
En el Del (as¨ª le llaman los vecinos de la localidad de Coronado) se aloj¨® Marilyn durante el rodaje, acompa?ada por su marido, el dramaturgo Arthur Miller. No fue el ¨²nico escritor en pasar por aqu¨ª. En estas habitaciones durmieron y escribieron Henry James, F. Scott Fitzgerald, Edgar Rice Burroughs, Ray Bradbury, Tennessee Williams, John Updike, Maya Angelou, Truman Capote y Norman Mailer; la realeza literaria.
Quien m¨¢s inspiraci¨®n obtuvo del hotel, sin embargo, fue L. Frank Baum, que se aloj¨® con su esposa durante largas temporadas entre 1904 y 1910, una ¨¦poca en la que public¨® tres de sus 16 novelas sobre el m¨¢gico mundo de Oz. All¨ª escrib¨ªa desde las ocho hasta la una, puntual como un reloj."Frank L. Baum ya hab¨ªa inventado Oz cuando vino a alojarse por primera vez en el Del", explica la historiadora oficial del hotel, Chris Donovan. "La primera novela se public¨® en 1900. Pero a m¨ª me gusta decir que Oz se expandi¨® y creci¨®, hasta la ciudad que finalmente fue, a imagen y semejanza del Del".
Hay otras leyendas, reales, que han nacido en el Del. Dicen algunos bi¨®grafos que en este hotel se conocieron en 1920 el entonces pr¨ªncipe de Gales, Eduardo, y Wallis Spencer, que en aquella ¨¦poca viv¨ªa en Coronado con su marido, el piloto de la Marina Earl Winfield Spencer. Ambos se reencontrar¨ªan para protagonizar una de las abdicaciones m¨¢s sonadas de la historia. Wallis se cas¨® en segundas nupcias con el magnate Ernest Aldrich Simpson, para volver a divorciarse y comenzar una relaci¨®n sentimental con el futuro rey.
Eduardo VIII ser¨ªa rey de Gran Breta?a durante menos de un a?o, en 1936. Abdicar¨ªa a favor de su hermano, Jorge VI, cuando los l¨ªderes pol¨ªticos del pa¨ªs se opusieron a su matrimonio con Wallis. "Es cierto que hubo una fiesta en honor del futuro rey el 7 de abril de 1920. Tambi¨¦n es un hecho que Wallis viv¨ªa en la localidad en aquella ¨¦poca. Pero ninguno de los dos admiti¨® jam¨¢s que se hubieran conocido en el hotel o en aquel preciso momento. Puede que el destino simplemente les hiciera coincidir en el mismo hotel para unirlos m¨¢s adelante", explica la historiadora Donovan.
El fantasma de Kate
Junto con las leyendas rom¨¢nticas, el Del ha sido tambi¨¦n escenario de tragedias g¨®ticas. El hotel tiene su propia historia de fantasmas. En noviembre de 1892, la hu¨¦sped Kate Morgan compr¨® una pistola y munici¨®n en San Diego, regres¨® al hotel y, seg¨²n la investigaci¨®n policial, se suicid¨® de un tiro en la cabeza en una de las escaleras que bajaban del hotel a la playa. A algunos vecinos de Coronado les gusta decir que su esp¨ªritu todav¨ªa vive entre esas paredes, un mito bienvenido comercialmente por los due?os del hotel. Seg¨²n Donovan, que ha escrito un libro al respecto, ha habido hu¨¦spedes que le han informado de "luces parpadeantes, televisores que se encienden y se apagan por s¨ª mismos, cambios dram¨¢ticos en las temperaturas de las habitaciones, raros olores, voces inexplicables, el sonido de pasos extra?os, r¨¢fagas de viento misteriosas que mueven las cortinas cuando las ventanas est¨¢n cerradas y objetos que se mueven solos".
"Hoy mismo", explica Donovan a mediados de junio, "una mujer que se aloj¨® en una habitaci¨®n cercana a la de Kate me ha enviado una nota explicando que en plena madrugada la despert¨® una conversaci¨®n. Hab¨ªa alguien convenciendo a otra persona de que hiciera algo. No eran los vecinos. Eran voces en la propia habitaci¨®n".
La habitaci¨®n m¨¢s solicitada del hotel es, sorprendentemente, la 3312, la de Kate Morgan. El supuesto fantasma es una atracci¨®n tur¨ªstica m¨¢s en un hotel en el que se ha alojado todo tipo hu¨¦spedes notables, entre ellos todos los presidentes norteamericanos desde Dwight D. Eisenhower. El hotel y sus vecinos siempre se han enorgullecido de su desprecio a la modernidad.
Cuando el puente que une Coronado y San Diego se abri¨®, en 1969, los vecinos recelaban de ¨¦l. No quer¨ªan estar unidos a la tierra firme, a California, a la frontera. Ese puente, ese camino de baldosas amarillas a Oz, no cambi¨® las cosas. Coronado y su hotel se sienten tan antiguos como una novela decimon¨®nica.
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Primavera sin pausa
Tan cercana a la frontera y tan ajena a ella, San Diego es una ciudad erigida en torno a dos elementos: el ej¨¦rcito y el turismo. Los sandieganos disfrutan de un clima espectacular: una casi eterna primavera en la que en raras ocasiones se superan los 25 grados. La geograf¨ªa de la ciudad, resguardada en la bah¨ªa de San Diego, la convierte en un puerto perfecto para las cinco bases de la Marina que alberga. Hay tambi¨¦n centros de los Marines y la Guarda Costera. Los marineros y soldados, uniformados, son parte de su personalidad. Desde 2007 adorna la pintoresca Marina (paseo mar¨ªtimo) una estatua de 7,62 metros de un marinero despidi¨¦ndose de su enamorada, erigida en bronce por J. Seward Johnson. Anclado en esa Marina, convertido en museo, se encuentra el portaviones USS Midway.
El distrito de Gaslamp (en ingl¨¦s, l¨¢mpara de gas, por la iluminaci¨®n t¨ªpica a finales del siglo XIX) se llamaba hace un siglo Stingaree, y era una zona de proscritos, burdeles, salones de juego y peleas. En los ochenta sufri¨® una intensa renovaci¨®n que lo convirti¨® en la zona coqueta, limpia y acogedora que es hoy, repleta de terrazas y comercios. La joya de San Diego es el parque de Balboa, que alberga uno de los zool¨®gicos m¨¢s reputados de EE UU, as¨ª como diversos museos, de arte y antropol¨®gicos. Sus verdaderos tesoros son los edificios, en estilo colonial espa?ol, erigidos por los arquitectos Bertram Goodhue y Carleton M. Winslow para la Exposici¨®n Panam¨¢-California de 1915. Por ¨²ltimo, San Diego tiene uno de los mayores barrios gais de Estados Unidos: Hillcrest. / D. A.
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