Tolerancia
Dijo no s¨¦ qui¨¦n que todos los hombres son buenos mientras no se muden al piso de al lado; an¨¢logamente, cabr¨ªa afirmar que todas las leyes son buenas, o m¨¢s o menos llevaderas, mientras no nos salpiquen. La mayor¨ªa de ellas no importan porque est¨¢n lejos y apenas se ven; pero en cuanto una de ellas se nos coloca delante y podemos contarle los granos, y reparar en la calva, y en los pelos que le brotan de la nariz, la experiencia se vuelve de lo m¨¢s desagradable. Me consta que existen normas jur¨ªdicas m¨¢s molestas y notablemente m¨¢s injustas que la dichosa ley antitabaco reci¨¦n aprobada por el Gobierno: pero viven solapadas por la com¨²n ignorancia, puesto que no importunan la conversaci¨®n entre amigos, la copita de despu¨¦s del almuerzo o el intento de seducci¨®n frente a dos combinados con hielo. En esto del tabaco y de su prohibici¨®n se han escuchado tantas majader¨ªas, en pro y en contra, que uno se inclina a pensar que, definitivamente, detractores y partidarios han perdido el uso pleno de sus cerebros. Quiz¨¢ el intento de aplicar al embrollo un poco de sentido com¨²n sirva para esclarecer algunos puntos.
Vaya por delante que he sido fumador durante veinte a?os de mi vida y que no pertenezco a esa secta de susceptibles que ven el purgatorio en cada cigarrillo que empieza a arder. Dicho lo cual, la medida del Gobierno me parece de lo m¨¢s respetable y adecuada. Cierto, deber¨ªa haber sido aprobada sin ambages, tal y como lo ha sido ahora, dos a?os atr¨¢s, en vez de obligar a los pobres hosteleros a endeudarse con mamparas y cotos privados de humo, pero eso ya importa poco. Por mucho que a m¨ª me agrade fumar, disfrutar del alquitr¨¢n recorriendo mis pulmones y de la euforia caliente de la nicotina, he de reconocer que se trata de un h¨¢bito molesto que los dem¨¢s no tienen por qu¨¦ padecer: a algunos les lloran los ojos, otros tosen, o estornudan, o simplemente poseen un olfato demasiado sensible. Esos restaurantes de Marbella y otros puntos de nuestra comunidad que proclaman la desobediencia civil, esos establecimientos que acumulan hasta 130 denuncias por seguir ahumando a sus clientes sin mayores miramientos, no solo vulneran la justicia: est¨¢n incurriendo en un delito de p¨¦sima educaci¨®n. El sentido com¨²n nos revela, con solo pensarlo un poco, que fumar en ¨¢mbitos cerrados puede constituir una experiencia insufrible para las narices poco entrenadas.
Y lo mismo cabe decir de la inversa. Si est¨²pido es el integrismo del tabaco, no menos se muestra el otro: nadie puede sentirse ofendido porque alguien fume en los alrededores de un parque, en el soportal de una cafeter¨ªa, en la proximidad de un hospital, porque la ventolera, la lluvia, la niebla, el granizo y todo el resto de fen¨®menos meteorol¨®gicos de que dispone el aire libre se encargan continuamente de depurar la atm¨®sfera sin da?o para la respiraci¨®n p¨²blica. El sentido com¨²n revela, con solo pensar un poquito, que fumar en ausencia de techo y paredes no puede constituir ofensa, porque el cielo est¨¢ alto y no permite que se acumule humo. En fin: convivir es un verdadero fastidio, en eso estamos todos de acuerdo, pero la tolerancia hacia los otros es el primer requisito imprescindible para quien pretende luego hacer perdonar sus desmanes, que todos los tenemos. No es necesario, creo, legislar acerca de los lamentables efectos sobre la sociedad de hablar a grito pelado, usar mondadientes, batir palmas, acerca de cosas insoportables para muchos, entre los que me cuento, como las retransmisiones de f¨²tbol o los incensarios. Y ah¨ª est¨¢n.
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