La 'bossa nova' sovi¨¦tica
Hay informaciones que, a primeras, uno se siente incapaz de asimilar. Hace unos a?os, leyendo Moscow 1941, de Rodric Braithwaite, me encontr¨¦ con un dato imposible: "El NKVD ten¨ªa su propia banda de jazz". ?Eh? Si el jazz es emblema de libertad, ?c¨®mo pod¨ªa encajar en una organizaci¨®n dedicada al terror institucional?
Lo estuve masticando hasta que record¨¦ que en las independencias africanas, hace medio siglo, se fundaron bandas en la polic¨ªa y el ej¨¦rcito que resultaron esenciales para la evoluci¨®n de la m¨²sica popular en aquellos pa¨ªses reci¨¦n nacidos. Asi que volv¨ª a Moscow 1941 (hay traducci¨®n, en Cr¨ªtica) y busqu¨¦ m¨¢s referencias musicales.
El libro de Braithwaite explica que, en v¨ªsperas de la invasi¨®n nazi, Stalin alternaba la represi¨®n con gestos de apertura para convencer a sus s¨²bditos de que, a pesar de las purgas, la vida era tolerable:
"Los bailes de sal¨®n y los ritmos latinoamericanos se pusieron de moda. La nueva clase de bur¨®cratas comunistas y sus esposas, ansiosos de adquirir la cultura adecuada a su rango, aprendieron el fox trot y el tango. Voroshilov, comisario del Pueblo para la Defensa, impuso que las clases de baile fueran obligatorias para los oficiales del Ej¨¦rcito Rojo. El jazz de big band fue la sensaci¨®n. La m¨²sica de Alexander Tsfasman era una mezcla de Glenn Miller y ritmos latinos, y todav¨ªa suena agradable a los o¨ªdos occidentales".
R¨¢pidamente, encargu¨¦ discos de Alexander Tsfasman a amigos que viajaban a Rusia. Nada: regresaron derrotados por el alfabeto cir¨ªlico y la desidia de los dependientes. Pero exist¨ªan reediciones en CD y volv¨ª a insistir.
Y apareci¨® m¨²sica de Tsfasman, aunque perteneciente a una ¨¦tapa tard¨ªa. Se incluye alg¨²n tema suyo en una colecci¨®n titulada, atenci¨®n, Bossa nova: la m¨²sica m¨¢s maravillosa en la URSS. Ah¨ª se me quebraron los esquemas: en el imperio sovi¨¦tico hubo bossa nova.
Tiene sentido, naturalmente. Tendemos a pensar que el gran movimiento musical de los sesenta fue el pop, con su origen m¨ªtico en Liverpool y en el Brill Building. Pero unos a?os antes brot¨® en R¨ªo de Janeiro la bossa nova que, de manera m¨¢s sigilosa, conquist¨® el mundo durante esa misma d¨¦cada.
Puede que, en sus inicios, la bossa tambi¨¦n fuera creaci¨®n de j¨®venes rebeldes. Pero fue anexionada por los adultos, ya que pon¨ªa suave fondo sonoro al ajetreo social. Era esbelta, sensual, nada estridente. Y discreta: no usaba palabras o, en todo caso, se susurraban. Como vemos, se infiltr¨® a trav¨¦s del tel¨®n de acero y fue aceptada en la puritana Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La mayor parte de aquellas grabaciones son instrumentales y combinan temas originales con las piezas de Antonio Carlos Jobim y sus compinches. Hay un alto nivel en los int¨¦rpretes y, de vez en cuando, se aprecian gratas colisiones con las balalaikas y otras vetas nativas. Algunos dan pasitos por el terreno del jazz pero, esencialmente, estamos ante m¨²sica ambiental.
Resulta que s¨ª, que el homo sovieticus tambi¨¦n necesitaba m¨²sica relajante y soleada, aunque fuera ideol¨®gicamente impura: finalmente, la bossa era el producto de los afanes de unos bohemios brasile?os de clase media. El Kremlin rechazaba instintivamente el rock, muestra de la degeneraci¨®n espiritual del capitalismo, pero aceptaba una m¨²sica ligera deliciosamente peque?oburguesa.
Melodiya, anta?o el gran monopolio estatal de la m¨²sica grabada, sigue funcionando y ahora reedita abundantes muestras del lounge de la Guerra Fr¨ªa. Incluso ha rescatado discos que no se llegaron a publicar, como La musique sovi¨¦tique: l'et¨¦ 1969, un LP encargado por Intourist, la agencia encargada de atender a los visitantes extranjeros. Todav¨ªa no se sabe qu¨¦ hizo saltar las alarmas de los censores, si el tono hedonista de la grabaci¨®n o la referencia a lo que Serge Gainsbourg llam¨® l'ann¨¦e erotique.
Los volumenes de Bossa nova: la m¨²sica m¨¢s maravillosa en la URSS llevan ilustraciones que sugieren vacaciones y vida despreocupada, con muestras de la tecnolog¨ªa sovi¨¦tica en coches, barcos, aviones o sat¨¦lites. All¨ª tambi¨¦n vende lo que los alemanes llaman la ostalgia, la nostalgia por las certidumbres de la Europa oriental, el Pacto de Varsovia, el "socialismo real."
Suenan encantadores pero sigo deseando comprobar c¨®mo sonaba la big band de Alexander Tsfasman en la Segunda Guerra Mundial. Cuando triunfaba con El alegre tanquista o Cuatro marineros. ?Jazz b¨¦lico? Claro que s¨ª.
Babelia
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