La ola de suicidios a lo bonzo inquieta a los reg¨ªmenes ¨¢rabes
Tras T¨²nez, el gesto se repite en Egipto, Argelia y Mauritania
El poder inspirador de un gesto individual, valiente y desesperado puede cambiar la vida de muchas personas de un solo golpe, su manera de enfrentarse a la injusticia y hasta el destino de una naci¨®n. En un mundo cada vez m¨¢s interconectado y mediatizado, parece capaz de cambiar hasta el destino de varias naciones a la vez.
Ya son tres los pa¨ªses norteafricanos en los que hombres desesperados se han inmolado a lo bonzo siguiendo el ejemplo de Mohamed Bouazizi, el joven licenciado tunecino que se suicid¨® en diciembre despu¨¦s de que la polic¨ªa local reventara el puestecillo ambulante de verduras con el que se ganaba la vida porque no dispon¨ªa de una licencia. Su gesto no solo incit¨® a la rebeli¨®n de sus compatriotas hasta derrocar el odiado s¨¢trapa local, sino que inspir¨® a ciudadanos de pa¨ªses vecinos.
Ayer, un hombre se prendi¨® fuego ante el palacio presidencial de Nuakchot, en Mauritania, como protesta contra la opresi¨®n gubernamental a la que est¨¢ sometida su tribu; otro, desesperado por sus m¨ªseras condiciones de vida, lo hizo en El Cairo, ante el Parlamento; ya son cuatro los que han seguido la misma v¨ªa en Argelia. A ellos, hay que a?adir al menos otros dos ciudadanos tunecinos.
En todos los casos, la reivindicaci¨®n subyacente al acto es pol¨ªtica y social, y los analistas locales dan por descontada la vinculaci¨®n con el gesto de Mohamed Bouazizi.
El fen¨®meno se propaga a pesar de que sea claramente contrario a los preceptos del islam. El muft¨ª de la Rep¨²blica de T¨²nez, Otman Batik, m¨¢xima autoridad religiosa del pa¨ªs, lo record¨® expl¨ªcitamente.
Los reg¨ªmenes opresores de toda la regi¨®n deben estar observando con suma preocupaci¨®n el contagio, la apelaci¨®n directa a hallar en s¨ª mismos el coraje de rebelarse que esos terribles actos representan.
Las autoridades del r¨¦gimen comunista polaco hicieron todo lo que pudieron para tapar la autoinmolaci¨®n de Ryszard Siwiec, que se prendi¨® fuego en septiembre de 1968 en un estadio ante decenas de miles de personas para protestar contra la invasi¨®n sovi¨¦tica en Checoslovaquia.
No queda claro si Jan Palach, el estudiante checo que se inmol¨® cuatro meses despu¨¦s en la plaza de San Wenceslao de Praga, tuvo noticia del gesto de Siwiec. Lo que s¨ª est¨¢ claro es el efecto que produjo el suicidio de Palach: las valientes protestas con ocasi¨®n de su funeral, las inmolaciones de otros dos hombres en los meses siguientes.
Igualmente, el suicidio del estudiante lituano Romas Kalanta en mayo de 1972 en Kaunas inspir¨® las m¨¢s vibrantes protestas ocurridas en el pa¨ªs b¨¢ltico desde la II Guerra Mundial hasta el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
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