La lecci¨®n de T¨²nez
La poblaci¨®n ha demostrado, con una fuerza y una dignidad enormes, que siempre se puede vencer a la opresi¨®n. Ahora afrontan una transici¨®n dif¨ªcil hacia un sistema democr¨¢tico y republicano
T¨²nez acaba de vivir una doble revuelta que a¨²n no constituye una revoluci¨®n. Una revuelta popular y una revuelta de palacio en el entorno del presidente Ben Ali. La revuelta en la calle comenz¨® hace cuatro semanas cuando un joven de 23 a?os, Mohammed Bouazizi, se inmol¨® en Sidi Bouzid para expresar su desesperaci¨®n ante las injusticias; ello provoc¨® una ola de indignaci¨®n que se transform¨® en una marea de protestas. Sobre todo desde que comenz¨® el siglo, la situaci¨®n social es desastrosa para los m¨¢s pobres.
El poder de Ben Ali se apoyaba en tres fuerzas centrales. Una, las clases medias, relativamente integradas, han visto c¨®mo su situaci¨®n se degradaba. En los ¨²ltimos a?os, el poder cambi¨® de base, se fundi¨® con los c¨ªrculos de especuladores y se hundi¨® en una corrupci¨®n familiar de tipo mafioso. La mujer del presidente y su familia, los Trabelsi, se adue?aron de todo lo que val¨ªa algo y no dudaron en "extorsionar" a otros para apoderarse de sus negocios, con la aprobaci¨®n del presidente.
Esta revuelta introduce al mundo ¨¢rabe en la misma historia que Latinoam¨¦rica y Europa del Este
De Marruecos a Egipto, pasando por Argelia y Libia, los reg¨ªmenes temen el ejemplo tunecino
El poder tambi¨¦n se apoyaba en un aparato de dominaci¨®n formado por los dirigentes y militantes del RCD, el partido oficialista, que controlaba todos los engranajes y la corrupci¨®n en el pa¨ªs. Una especie de milicia con la impunidad garantizada, que vigilaba a la poblaci¨®n e impon¨ªa un clima de delaci¨®n que a menudo derivaba en c¨¢rcel y torturas.
Por ¨²ltimo, la polic¨ªa y la guardia nacional (la gendarmer¨ªa), que Ben Ali, ex ministro del Interior, ten¨ªa en sus manos. En los ¨²ltimos 23 a?os el Ej¨¦rcito se fue debilitando porque Ben Ali siempre le tuvo miedo. T¨²nez, vista la experiencia de los golpes de Estado militares en otros pa¨ªses africanos, quiso tener un ej¨¦rcito que no fuera muy poderoso y, en cambio, dio prioridad a la polic¨ªa y la guardia nacional, que se convirtieron en el principal instrumento de represi¨®n. De hecho, la polic¨ªa, junto con una parte de las milicias del RCD, y con su utilizaci¨®n de grupos de saqueadores, est¨¢ en el origen de la destrucci¨®n y los asesinatos de estos ¨²ltimos d¨ªas.
Lo que ha hecho que hubiera un vuelco es un fen¨®meno mental colectivo extraordinariamente poderoso: la desaparici¨®n del miedo. ?Por qu¨¦? Por muchas razones, pero sobre todo porque el poder no supo c¨®mo reaccionar ante la inmolaci¨®n del joven Bouazizi. Con su visita a la familia del m¨¢rtir, el presidente se puso personalmente en primera l¨ªnea; al ofrecer dinero a los padres por la muerte del joven, a?adi¨® la humillaci¨®n. Si quer¨ªa mostrar que era capaz de sentir compasi¨®n, lo que demostr¨® Ben Ali fue que ten¨ªa miedo. A partir de ese momento, el miedo cambi¨® de bando. Ben Ali destituy¨® a ministros, hizo mil promesas, pero nada pod¨ªa detener ya la rebeli¨®n de la calle, que hab¨ªa comprendido que el Estado no era tan fuerte como parec¨ªa. Cada v¨ªctima de la represi¨®n hizo crecer las protestas. En 23 d¨ªas, los tunecinos acabaron con 23 a?os de dictadura.
Dentro del r¨¦gimen, el Ej¨¦rcito se ha vengado de la polic¨ªa. Esta se ha mostrado incapaz de ejercer la represi¨®n por dos motivos fundamentales: por una parte, el sindicato Uni¨®n General Tunecina del Trabajo (UGTT), sobre todo los mandos intermedios regionales y federales, se negaron a obedecer al poder, se pusieron del lado del pueblo y contribuyeron a agitar las demandas sociales; por otra, un sector importante de los oficiales generales, respaldados por los soldados en activo que en repetidas ocasiones se negaron a abrir fuego sobre los manifestantes, dej¨® muy claro a Ben Ali que ya no estaban con ¨¦l. De esa forma, no le dejaron m¨¢s que una salida: huir.
Ben Ali estaba asimismo debilitado por las presiones de Estados Unidos, que se ha implicado a fondo en su derrota, en primer lugar, porque ha visto una posible manera de hacer realidad su proyecto de democratizaci¨®n "suave" (no como Bush en Irak) en el mundo ¨¢rabe; y en segundo, porque era una forma de debilitar a Francia en el Magreb. En cuanto a Francia, ha hecho gala de una ceguera que supera cualquier medida al apoyar a Ben Ali y ofrecerse, d¨ªas antes de su desaparici¨®n, ?para "formar" a su polic¨ªa! Un fracaso diplom¨¢tico que pagar¨¢ muy caro.
La oposici¨®n, ya sea oficial o ilegal, no ha desempe?ado ning¨²n papel. Como tampoco se ha visto, en las manifestaciones, una sola bandera verde, s¨ªmbolo del islam. Pero eso no puede durar. Con Ben Ali fuera, le ha sustituido el primer ministro, Mohamed Ghanuchi. Y ah¨ª empiezan las dificultades. Los partidarios de Ben Ali temen la venganza popular, as¨ª que han emprendido una pol¨ªtica de tierra quemada, sobre todo en los barrios burgueses y acomodados, con el fin de aterrorizar a sus habitantes y romper la alianza entre esas capas y el pueblo. En los ¨²ltimos d¨ªas ha habido decenas de muertos en T¨²nez. Se est¨¢ instalando un estado de caos que favorece al poder interino actual: el nuevo presidente ha prometido convocar elecciones en el plazo de seis meses, un periodo muy largo que permite presagiar manipulaciones peligrosas.
Las perspectivas para el futuro m¨¢s pr¨®ximo son meras hip¨®tesis mientras no se reorganice la polic¨ªa y mientras el Ej¨¦rcito no se pronuncie con claridad en favor del orden republicano. Adem¨¢s, ser¨¢ necesario meter en cintura a las milicias del RCD, formadas por elementos desclasados para los que la pertenencia al partido era el principal m¨¦todo de ascenso social.
La primera hip¨®tesis es que el nuevo poder consiga restablecer enseguida el orden y organizar una Conferencia Nacional en la que est¨¦n representados todos los miembros de la oposici¨®n, con un programa de transici¨®n pol¨ªtica que deber¨¢ desembocar en la instauraci¨®n de una aut¨¦ntica democracia republicana (nueva Constituci¨®n, elecciones legislativas, municipales, etc¨¦tera). A esta soluci¨®n se oponen los restos del aparato dictatorial de Ben Ali (polic¨ªa, burocracia, etc¨¦tera), los restos del RCD y el nuevo poder, que tendr¨¢ que rendir cuentas de su pertenencia al sistema derrocado.
La segunda hip¨®tesis es un acuerdo entre todas las fuerzas de la oposici¨®n oficial, la integraci¨®n de los partidos de oposici¨®n ilegales y la creaci¨®n de un consenso sobre un programa m¨ªnimo para instaurar un sistema de transici¨®n que correr¨ªa el peligro de tener una duraci¨®n indefinida. En resumen, una especie de cambio dentro de la continuidad, porque se mantendr¨ªa el r¨¦gimen actual. Los factores en contra de esta hip¨®tesis son la impaciencia y la c¨®lera del pueblo, que quiere acabar con estos 23 a?os de dictadura.
Por ¨²ltimo, una tercera hip¨®tesis, que tambi¨¦n es posible: Ben Ali preparaba, en los ¨²ltimos a?os, una sucesi¨®n "neoislamista" encarnada en un miembro de su familia, hombre de negocios y creyente al parecer devoto; el Estado, sin tocar las bases laicas del "bourguibismo", iba islamiz¨¢ndose poco a poco; los programas religiosos invad¨ªan las pantallas y daba la impresi¨®n de que se estaba cociendo una confesionalizaci¨®n del poder, con el ¨²nico objetivo de pervertir unas reivindicaciones sociales dotadas cada vez de m¨¢s dureza y presi¨®n. El poder actual puede muy bien retomar esta estrategia e intentar establecer un r¨¦gimen basado en un islamismo conservador cuya utilidad es evidente: as¨ª controlar¨ªa las reivindicaciones populares y se apoyar¨ªa en los grupos sociales m¨¢s sensibles a esta ret¨®rica; llevar¨ªa de nuevo a las clases medias a su terreno, al presentarse como garante del mantenimiento de la seguridad, y tranquilizar¨ªa a los vecinos, desde Marruecos hasta Egipto, pasando por Argelia y Libia, que ya sufren este tipo de situaci¨®n y ven con muy malos ojos el ejemplo tunecino.
No se puede excluir tampoco una mezcla de las tres opciones, que solo servir¨ªa para aplazar las decisiones institucionales que debe tomar T¨²nez. Lo que es innegable es que los tunecinos afrontan hoy una transici¨®n hacia una revoluci¨®n democr¨¢tica y republicana, y eso es lo m¨¢s dif¨ªcil. Porque el movimiento callejero no posee ni direcci¨®n reconocida ni programa.
Se abre una nueva etapa. Los tunecinos han demostrado, con una fuerza y una dignidad enormes, que siempre se puede vencer a la opresi¨®n. Tambi¨¦n han conseguido, quiz¨¢, que el mundo ¨¢rabe entre a formar parte de la misma historia que los pueblos de Latinoam¨¦rica y los pa¨ªses de Europa del Este en el siglo pasado, cuando conquistaron su derecho a la libertad de expresi¨®n a costa de grandes sacrificios humanos. Y esa lecci¨®n es inmensa.
Sami Na?r es profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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