"Hablar con Julian es intelectualmente excitante"
Jennifer Robinson quiere vino espa?ol. Jennifer abre y agranda sus ojos cuando habla. Jennifer te cuenta y te coge del brazo. Su manera de relacionarse con los dem¨¢s est¨¢ en las ant¨ªpodas, nunca mejor dicho, del british way. Es aguda, divertida y australiana, muy australiana. Nos ha tra¨ªdo al Frontline Club, al refugio londinense de Julian Assange, el primer sitio en el que se encontr¨® con el fundador de Wikileaks. Viene con hambre y quiere dos platos, nada de compartir ensaladitas. De segundo, costillas; vamos, m¨¢s bien, chulet¨®n.
A sus 29 a?os ya tiene a sus espaldas un asombroso curr¨ªculum vivencial. Ha viajado por medio mundo, ha peleado por los derechos humanos en ONG en Pap¨²a Oeste, ha entrevistado a exiliados iran¨ªes v¨ªctimas de la tortura, ha sido arrestada y deportada de Indonesia... "Digamos que los casos controvertidos no me resultan ajenos", a?ade con su blanqu¨ªsima sonrisa.
La abogada de Assange suele buscar el trabajo que haga su vida interesante
Dice que su criterio para tomar decisiones en la vida ha sido siempre el mismo: "Siempre me pregunto: ?qu¨¦ es lo que har¨¢ mi vida m¨¢s interesante? Y hasta ahora no ha funcionado mal". Eso parece. Hasta hace poco, estuvo estudiando abrir un caso global contra el Papa por los abusos sexuales de los prelados. Eso s¨ª, con el caso Wikileaks ha tocado cima.
Llega la carne y los ojos de Robinson expresan apetito. Cuenta que conoci¨® a Assange en octubre de 2010, cuando este contact¨® con la firma para la que trabaja, Finers Stephens Innocent. "Est¨¢n persiguiendo a Julian. Nunca he visto un caso tan d¨¦bil como este". Y, ?c¨®mo se explica eso? "Lo llamamos el 'factor Assange".
Cada vez que habla de ¨¦l, sus ojos irradian a¨²n m¨¢s luz, si cabe. "Lo mejor de Julian es su compromiso con su misi¨®n. Es extremadamente inteligente. Las conversaciones con ¨¦l son intelectualmente excitantes. Pero lo que realmente impresiona, lo que le diferencia de los dem¨¢s, es su compromiso. Ha comprometido su vida para hacer esto".
Jennifer Robinson creci¨® en un lugar paradis¨ªaco de Nueva Gales del Sur, en Australia, a dos horas de Sidney. Sus padres se dedicaban a entrenar caballos de carreras en la playa. Su nombre se lo debe a Jennifer Juniper, canci¨®n de aquel adalid escoc¨¦s del flower power y la psicodelia llamado Donovan. A los 21 a?os, Robinson dej¨® el para¨ªso rumbo a Indonesia. All¨ª empez¨® a pelear por los derechos humanos.
Tras pasar por Oxford, empez¨® a trabajar para Geoffrey Robertson, famoso abogado australiano, su padrino, que la envi¨® a entrevistar a ex prisioneros iran¨ªes a lo largo y ancho del mundo. "He visto casos estremecedores, historias terribles. Es triste, pero cuando hablas con ellos, compruebas que sienten alivio al contarte su historia".
Robinson sirve el vino con abundancia, a borbotones, alegr¨ªa. La botella va bajando, para qu¨¦ queremos postre habiendo vino. Risas sonoras, efecto de los efluvios, se hacen o¨ªr en las mesas cercanas. Robinson remata la faena: "Julian est¨¢ siendo perseguido. Es m¨¢s f¨¢cil para los Gobiernos acusarle de cr¨ªmenes y de poner en riesgo la seguridad nacional que lidiar con el contenido de los cables, que reflejan abusos de derechos humanos y corrupci¨®n. La gente tiene que ver m¨¢s all¨¢ de esa persecuci¨®n".
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