El sindicato ¨²nico tunecino se convierte en el eje del cambio pol¨ªtico
La UGTT apoya al primer ministro Ghanuchi pero no participar¨¢ en el Gabinete
La Uni¨®n General Tunecina del Trabajo (UGTT) ha llevado la voz cantante en la remodelaci¨®n del Gobierno interino, aunque sin quitar ojo un instante a la protesta popular. Porque fue la reacci¨®n de la calle la que motiv¨® que tres ministros del sindicato abandonaran el Ejecutivo formado el 17 de enero. No ejercieron sus cargos un solo d¨ªa, y ayer anunciaron que tampoco formar¨¢n parte del nuevo Gabinete, purgado totalmente de los ministros que militaron en el Reagrupamiento Constitucional Democr¨¢tico (RCD), el partido del fugado dictador Zine el Abidine Ben Ali. Pese a su renuncia a participar en el Gobierno, la UGTT respalda al primer ministro, Mohamed Ghanuchi, ¨²nico ex miembro del RCD que permanece en su cargo. La central, que apuesta por la estabilidad pol¨ªtica, arriesga en este envite porque los lemas coreados en las calles contra Ghanuchi no amainan. La poblaci¨®n no considera corrupto al primer ministro, pero tampoco un hombre ¨ªntegro. Ten¨ªa que conocer lo que suced¨ªa durante la d¨¦cada que sirvi¨® a Ben Ali.
Purgados del Gobierno todos los ex miembros del partido de Ben Ali
Son demasiados los a?os que la UGTT obedeci¨® sumisamente al r¨¦gimen, por mucho que convocara alguna huelga por aqu¨ª y otra por all¨¢, y muy poco lo que ha conseguido en beneficio de los trabajadores o campesinos, despreciados por altos funcionarios y ministros, y humillados hasta hoy d¨ªa incluso por dirigentes de la oposici¨®n que se las dan de progresistas. En T¨²nez, los jubilados carecen de pensi¨®n, los sueldos apenas alcanzan el rango de limosna y un mill¨®n de personas acad¨¦micamente bien formadas partieron al exilio por falta de perspectivas laborales.
La UGTT ha intentado abanderar la revuelta contra Ben Ali. Desde la peque?a plaza de Mohamed Ali Hammi -fundador de la central-, que acoge su sede, arranc¨® la ma?ana del 14 de enero la manifestaci¨®n que acab¨® por derrocar al presidente. Cuenta la central con medio mill¨®n de afiliados, pero en esa plaza se reunieron no menos empresarios y ejecutivos que asalariados para apoyar la revoluci¨®n surgida en la m¨ªsera regi¨®n agr¨ªcola del centro de T¨²nez.
Parece poco probable que gran parte de los tunecinos vayan a obedecer las consignas pol¨ªticas de la UGTT porque su apuesta por el contestado Ghanuchi es sumamente arriesgada. Y tampoco sus llamamientos a la calma institucional. "No es el momento de expulsar a los directores de organismos p¨²blicos porque hay que preservar la estabilidad", explicaba el martes a este diario el secretario general adjunto, Abed Briki. Fueron palabras que llegaban tarde. Porque son demasiados los altos funcionarios que no aparecen por sus oficinas, temerosos de la c¨®lera de sus subordinados. Ayer, jornada de paro general -no secundada por el comercio, ni por el transporte p¨²blico o privado-, personal del Ministerio de Sanidad, asesores fiscales, sordomudos, maestros, profesores de secundaria y colectivos de toda ¨ªndole exig¨ªan formar sus propios sindicatos. La mayor¨ªa de quienes protestan no lo hacen animados por la UGTT.
Muchos ciudadanos se abalanzan sobre el extranjero para explicar sus lamentables condiciones de trabajo. Safe Mougou es profesora de ingl¨¦s. Pero su plaza est¨¢ ocupada porque ella no pudo pagar al funcionario corrupto los 4.000 euros exigidos. "El sindicato siempre estuvo muy vinculado al poder. Su secretario general, Abdelsalam Jerad, nunca pudo adoptar decisiones durante el r¨¦gimen de Ben Ali. Jerad tambi¨¦n deber¨ªa pasar por la comisi¨®n que investigar¨¢ la corrupci¨®n", sentencia Mougou.
Ante el panorama de anarqu¨ªa institucional, cada cual se las ingenia como puede. Durante los ca¨®ticos d¨ªas que siguieron a la fuga de Ben Ali, los vecinos organizaron la defensa de sus barrios ante los ataques de matones leales al r¨¦gimen y de la polic¨ªa -Amnist¨ªa Internacional denunci¨® ayer que los agentes dispararon a matar a manifestantes que hu¨ªan-, y ahora en varios pueblos y ciudades de las regiones de Susa y Siliana, escapadas las autoridades, la poblaci¨®n se organiza para elegir nuevos ¨®rganos administrativos. Declaran su rechazo tajante al primer ministro, sin prestar atenci¨®n a un desacreditado sindicato.
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