Un mundo distra¨ªdo
La tercera parte de la poblaci¨®n mundial ya es 'internauta'. La revoluci¨®n digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro 'Superficiales. ?Qu¨¦ est¨¢ haciendo Internet con nuestras mentes?' El experto advierte de que se "est¨¢ erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma aut¨®noma".
El correo electr¨®nico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ?No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te est¨¢s perdiendo? ?Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomal¨ªa, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer m¨¢s y m¨¢s humana, como la mayor¨ªa de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercan¨ªa y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se r¨ªe al escuchar la preocupaci¨®n de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buz¨®n de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el d¨ªa que suspend¨ª mis cuentas en Facebook y Twitter. No me sal¨ª de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy pr¨¢cticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracci¨®n es enorme". Y esa distracci¨®n constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que seg¨²n Carr es inherente a las nuevas tecnolog¨ªas, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnolog¨ªa desde hace casi dos d¨¦cadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ?Qu¨¦ est¨¢ haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
"A¨²n no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electr¨®nico sustituya al libro"
Cuando Carr (1959) se percat¨®, hace unos a?os, de que su capacidad de concentraci¨®n hab¨ªa disminuido, de que leer art¨ªculos largos y libros se hab¨ªa convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se hab¨ªa dejado mecer toda su vida por ella, comenz¨® a preguntarse si la causa no ser¨ªa precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una p¨¢gina de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electr¨®nico y ponemos un link en Facebook. Su b¨²squeda de respuestas le llev¨® a escribir Superficiales... (antes public¨® los pol¨¦micos El gran interruptor. El mundo en red, de Edison a Google y Las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. ?Son realmente una ventaja competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atenci¨®n respecto a lo que est¨¢ en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexi¨®n y contemplaci¨®n, nos convierte en seres m¨¢s eficientes procesando informaci¨®n pero menos capaces para profundizar en esa informaci¨®n y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Apoy¨¢ndose en m¨²ltiples estudios cient¨ªficos que avalan su teor¨ªa y remont¨¢ndose a la c¨¦lebre frase de Marshall McLuhan "el medio es el mensaje", Carr ahonda en c¨®mo las tecnolog¨ªas han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creaci¨®n de la cartograf¨ªa, del reloj y la m¨¢s definitiva, la imprenta. Ahora, m¨¢s de quinientos a?os despu¨¦s, le ha llegado el turno al efecto Internet.
Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. ?l mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una t¨ªmida sonrisa, "?lo confieso, me has cazado!". Su oficina est¨¢ en su residencia, una casa sobre las Monta?as Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompa?ante.
PREGUNTA. Su libro ha levantado cr¨ªticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnolog¨ªa Bits de The New York Times, quien defiende que es mucho m¨¢s natural para el ser humano diversificar la atenci¨®n que concentrarla en una sola cosa.
RESPUESTA. M¨¢s primitivo o m¨¢s natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ?por qu¨¦ va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilizaci¨®n de nuestra mente que no exist¨ªa cuando ten¨ªamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atr¨¢s. Quiz¨¢s no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento m¨¢s profundo.
P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de informaci¨®n inmensa. Hace apenas dos d¨¦cadas hubiera sido impensable.
R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo r¨¢pido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnolog¨ªa incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentraci¨®n. Cuando abres un libro te a¨ªslas de todo porque no hay nada m¨¢s que sus p¨¢ginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una m¨¢quina de interrupciones constantes.
P. ?Pero, en ¨²ltima instancia, c¨®mo utilizamos la web no es una elecci¨®n personal?
R. Lo es y no lo es. T¨² puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnolog¨ªa te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te env¨ªan treinta e-mails al d¨ªa y t¨² decides no mirar el correo, tu carrera sufrir¨¢. La tecnolog¨ªa, como ocurri¨® con el reloj o la cartograf¨ªa, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.
P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y c¨®mo gracias a ellas tenemos una herramienta valios¨ªsima para compartir informaci¨®n.
R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes tambi¨¦n lo hac¨ªamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la ¨²nica raz¨®n por la que Internet y las nuevas tecnolog¨ªas est¨¢n teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son ¨²tiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentir¨ªamos tan atra¨ªdos por ellas y no tendr¨ªan efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.
P. Sin embargo, a trav¨¦s de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnolog¨ªas merman nuestra libertad como individuos...
R. La esencia de la libertad es poder escoger a qu¨¦ quieres dedicarle tu atenci¨®n. La tecnolog¨ªa est¨¢ determinando esas elecciones y por lo tanto est¨¢ erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma aut¨®noma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos informaci¨®n sobre nosotros y a cambio recibimos informaci¨®n cada vez m¨¢s personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en informaci¨®n para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la pr¨®xima d¨¦cada es qu¨¦ valor le damos a la privacidad y cu¨¢nta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensaci¨®n es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si contin¨²a siendo as¨ª la gente asumir¨¢ y aceptar¨¢ que siempre est¨¢n siendo observados y dej¨¢ndose empujar m¨¢s y m¨¢s a¨²n hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.
P. Entonces... ?nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?
R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad m¨¢s parecida a lo que anticip¨® Huxley en Un mundo feliz que a lo que describi¨® Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensi¨®n entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilizaci¨®n como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan m¨¢s control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.
P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboraci¨®n a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez a?os...
R. Wikipedia encierra una contradicci¨®n muy clara que reproduce esa tensi¨®n inherente a Internet. Comenz¨® siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarqu¨ªas y formas de control. De ah¨ª que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los ¨²ltimos a?os.
P. ?Y qu¨¦ opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto...
R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupaci¨®n es c¨®mo la tecnolog¨ªa nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en funci¨®n de snippets, peque?os fragmentos de informaci¨®n. No le interesa que permanezcamos horas en la misma p¨¢gina porque pierde toda esa informaci¨®n que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparici¨®n de v¨ªdeos y otros tipos de media en las propias p¨¢ginas de Google Books. Y eso ejercer¨¢ presi¨®n tambi¨¦n sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y tambi¨¦n podr¨ªa cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que a¨²n no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electr¨®nico sustituya al libro.
P. ?Cu¨¢nto falta para eso?
R. Creo que tardar¨¢ entre cinco y diez a?os.
P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones...
R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnolog¨ªas los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer m¨¢s que el otro, as¨ª que no creo que tarden mucho en hacerlos m¨¢s y m¨¢s sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.
P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de informaci¨®n disponible, estamos m¨¢s desinformados que nunca y eso est¨¢ contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que est¨¢ destruyendo las clases medias. ?Est¨¢ de acuerdo?
R. Hasta cierto punto, s¨ª. Cuando observas c¨®mo el mundo del software ha afectado a la creaci¨®n de empleo y a la distribuci¨®n de la riqueza, sin duda las clases medias est¨¢n sufriendo y la concentraci¨®n de la riqueza en pocas manos se est¨¢ acentuando. Es un tema que toqu¨¦ en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experiment¨® la clase media tras la II Guerra Mundial se est¨¢ revirtiendo claramente.
P. Internet tambi¨¦n ha creado un nuevo fen¨®meno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ah¨ªnco. ?Qu¨¦ le parece esa nueva obsesi¨®n por el yo instigado por las nuevas tecnolog¨ªas?
R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creaci¨®n medi¨¢tica -porque lo que construimos a trav¨¦s de nuestra persona p¨²blica es un personaje-, cada vez pensamos m¨¢s como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en peque?os mensajes. ?Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo s¨¦. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo m¨¢s y m¨¢s uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.
P. ?Hay alguna receta para salvarnos'?
R. Mi inter¨¦s como escritor es describir un fen¨®meno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opini¨®n, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando informaci¨®n y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin pr¨¢ctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento cr¨ªtico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empat¨ªa precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez m¨¢s. Yo simplemente me limito a alertar sobre la direcci¨®n que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quiz¨¢s a¨²n estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atr¨¢s.
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