El uno de la eternidad
Antes que los pol¨ªticos descubrieran la magia electoral del mill¨®n, la literatura ya lo hab¨ªa encerrado al infinito en la maravillosa l¨¢mpara del n¨²mero mil, cifra que aumentada en uno sugiere incluso la eternidad. La historia de Aladino fue -sin duda- mi primer contacto con Las mil y una noches, aunque entonces ignoraba que aquel cuento hab¨ªa sido a?adido a la ca?ona por Jean Antoine Galland en su traducci¨®n de Les Mille et Une Nuits (Par¨ªs, 1704), primera edici¨®n occidental del cl¨¢sico de Oriente. La m¨ªa era de Noguer y las odaliscas de sus ilustraciones me turbaban.
Como no soy ni arabista ni experto en literaturas orientales, no me corresponde opinar sobre los manuscritos sirios, persas o egipcios de la obra o hacer inventario de las diferencias que existen entre las versiones inglesas de Edward Lane y Richard Burton, las francesas de Perceval y Mardrus, las alemanas de Hammer- Purgstall y Weil o las espa?olas de Blasco Ib¨¢?ez y Cansinos-Ass¨¦ns. M¨¢s bien, mi prop¨®sito es dejar constancia de mi temprana fascinaci¨®n por Las mil y una noches y c¨®mo he reconocido el resplandor de aquel mismo asombro reverberando en los libros de los escritores que m¨¢s me conciernen, que m¨¢s releo y que son pasto de mi alma, como quer¨ªa Graci¨¢n.
Todav¨ªa recuerdo el placer que me invadi¨® cuando descubr¨ª 'El cuento mil y dos de Scheherazade' en uno de los tomitos azules de los Cuentos Completos de Edgar Allan Poe, creador del relato policial y de Auguste Dupin -primer detective razonador de la literatura-, cuyo poder de deducci¨®n tambi¨¦n me record¨® la historia de 'El camello perdido'. Por otro lado, en su maravilloso ensayo Del amor, Stendhal escribi¨® uno de los elogios m¨¢s apasionados que conozco: "Suplico a nuestro orgullo que compare los cantos de amor que nos quedan de los ¨¢rabes y las nobles costumbres descritas en Las mil y una noches, con los horrores repugnantes que ensangrientan cada p¨¢gina de Gregorio de Tours, el historiador de Clodoveo, o de Eguinardo, el historiador de Carlomagno". Le¨®n Tolst¨®i tambi¨¦n sucumbi¨® al hechizo de Las mil y una noches, como se puede apreciar en la impronta ar¨¢biga de algunos de sus Cuentos populares y en el turbi¨®n de pompas literarias que burbujean por Ana Karenina y Guerra y paz. ?Y qu¨¦ decir del aroma oriental que perfuma las cr¨®nicas egipcias, los relatos fant¨¢sticos y la novela El mandar¨ªn del portugu¨¦s E?a de Queir¨®s? Finalmente -y para cerrar la enumeraci¨®n de autores de otras lenguas-, toda la obra de Italo Calvino parece constelada por la magia de Las mil y una noches, desde las memorables f¨¢bulas reunidas en Nuestros antepasados hasta su compilaci¨®n de Cuentos populares italianos, pasando por los viajes literarios de Las ciudades invisibles o los ensayos de Por qu¨¦ leer los cl¨¢sicos.
Sin embargo, es en nuestro idioma -el castellano- donde he hallado los testimonios m¨¢s rotundos de la devoci¨®n por Las mil y una noches. Pienso en Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas (1962), de ?lvaro Cunqueiro, una novela de estirpe milyunanochesca, mas no por la presencia de Simbad sino porque est¨¢ construida con relatos de relatos. Hasta los art¨ªculos period¨ªsticos de Cunqueiro remiten a Las mil y una noches, como podr¨ªa comprobarlo cualquiera que lea La bella del drag¨®n (1991) y F¨¢bulas y leyendas de la mar (1982). ?De d¨®nde viene la amena y fastuosa erudici¨®n de Cunqueiro en placeres y fornicios? Marchando una raci¨®n de metaliteratura: "En muchos pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo el primer coito matrimonial es matinal. En Espa?a, por ejemplo, es la noche de bodas, porque los novios se han pasado al d¨ªa en la ceremonia nupcial, en el almuerzo o en la comida, y se van a la cama tarde, a lo mejor tras cien kil¨®metros o m¨¢s de viaje". O sea, una birria de polvo.
Todav¨ªa en la literatura espa?ola contempor¨¢nea abundan los adoradores de Las mil y una noches, como Antonio Mu?oz Molina en La realidad de la ficci¨®n (1992) o Ernesto P¨¦rez Z¨²?iga en El juego del mono (2011), aunque son los escritores latinoamericanos quienes m¨¢s han contribuido a la entronizaci¨®n de la lectura en lengua espa?ola del cl¨¢sico ¨¢rabe, destacando por encima de todos el argentino Jorge Luis Borges.
La devoci¨®n de Borges por Las mil y una noches era tan grande que hasta podemos saber cu¨¢ntas ediciones pose¨ªa espigando entre sus relatos. As¨ª, en El otro describe: "Los tres vol¨²menes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre cap¨ªtulo y cap¨ªtulo" y en El libro de arena leemos: "Pens¨¦ guardar el Libro de Arena en el hueco que hab¨ªa dejado el Wiclif, pero opt¨¦ al fin por esconderlo detr¨¢s de unos vol¨²menes descabalados de Las mil y una noches". En El Aleph (1949) Borges escribi¨® en clave milyunanochesca 'La busca de Averroes', 'Abenjac¨¢n el Bojar¨ª muerto en su laberinto' y 'Los dos reyes y los dos laberintos', e incluso sugiri¨® que el Aleph original era "el espejo que T¨¢rik Benzeyad encontr¨® en una torre (1001 Noches, 272)". Con todo, su ensayo Los traductores de las 1001 Noches en Historia de la eternidad (1936) y la conferencia que le dedic¨® en Siete noches (1980), compendian toda la admiraci¨®n de Borges hacia Las mil y una noches, "esa especie de eternidad".
Pienso en Julio Cort¨¢zar reflexionando sobre lo fant¨¢stico en La vuelta al d¨ªa en ochenta mundos (1967), pienso en Aureliano Segundo pregunt¨¢ndole a su abuela "si todo aquello era verdad, y ella le contest¨® que s¨ª, que muchos a?os antes los gitanos llevaban a Macondo las l¨¢mparas maravillosas y las esteras voladoras", y pienso en Mario Vargas Llosa interpretando al rey Sahrigar en su montaje de Las mil y una noches. Ahora que escribo estas l¨ªneas comprendo por qu¨¦ el primer libro que le regal¨¦ a mis hijas cuando aprendieron a leer fue un ejemplar de Las mil y una noches en la vieja edici¨®n de Noguer: porque la eternidad es una lectura infinita.
Fernando Iwasaki (Lima, 1961) es autor de Sevilla sin mapa (Par¨¦ntesis, 2010) y Espa?a aparta de m¨ª estos premios (P¨¢ginas de espuma, 2009). www.fernandoiwasaki.com.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.