Las dos Mar¨ªas y el falso peregrino
Un original recorrido por la capital gallega al hilo de historias y leyendas
Coralia y Maruxa Fandi?o, m¨¢s conocidas como Las Mar¨ªas. Todo aquel santiagu¨¦s de m¨¢s de cuarenta a?os las ha visto alguna vez paseado por las calles. Con aspecto de folcl¨®ricas, maquilladas con polvos de arroz, de cuello para abajo desaparec¨ªan bajo un envoltorio extravagante de colores chillones. A eso de las dos de la tarde se las ve¨ªa por la Alameda compostelana soltando piropos a los estudiantes que volv¨ªan del campus para comer en la zona vieja. Hoy una estatua les rinde homenaje a la entrada del parque, y no es para menos.
Muchos han o¨ªdo hablar de su historia: nacidas en el seno de una familia de once hermanos, dos de ellos miembros de la CNT huidos, los falangistas las utilizaban para averiguar su paradero. Y como las hermanas se negaban a abrir la boca, no tuvieron empacho en probar con todo tipo de tretas: las desnudaban en la v¨ªa p¨²blica para humillarlas, las sub¨ªan al monte Pedroso para torturarlas y hasta se dice que llegaron a violarlas. La provocaci¨®n de Las Mar¨ªas en la Alameda, muchos a?os despu¨¦s, fue as¨ª la manera de vengarse y protestar contra el r¨¦gimen. Parece ser que para m¨¢s inri, a principios de los a?os sesenta, un rayo parti¨® en dos su casa. Enseguida se organiz¨® una recolecta entre los vecinos y se llegaron a recoger 250.000 pesetas, cantidad suficiente en aquella ¨¦poca para comprar una casa nueva.
Historias curiosas como esta hay muchas en Santiago, y para salirnos del circuito habitual proponemos una peque?a ruta que empieza precisamente aqu¨ª, junto a la estatua de Las Mar¨ªas de la Alameda, para saltar al entorno de la catedral.
En la Edad Media, los peregrinos, al entrar en Santiago, acud¨ªan a la catedral y saludaban al Ap¨®stol, d¨¢ndole gracias por haberles permitido llegar sanos y salvos. Pero antes de esto ya hab¨ªa tenido lugar la primera ceremonia de purificaci¨®n simb¨®lica en el fr¨ªo arroyo de Lavacolla, en donde se lavaban las partes pudendas ("lava a colla"). Es decir, que a Santiago ten¨ªan que entrar limpitos. Al menos por dentro.
Una vez en la catedral, se dirig¨ªan a la llamada Cruz dos Farrapos, situada en el tejado de la cabecera y en cuya base existe una construcci¨®n de piedra a modo de horno abierto. All¨ª se despojaban de esas t¨²nicas o harapos de lana malolientes ("os farrapos") que hab¨ªan llevado desde Roncesvalles. En un acto entre ritual e higi¨¦nico, proced¨ªan a quemarlas en la pira, a los pies de la cruz, como signo de renuncia a su vida anterior y de inicio de una vida nueva. A¨²n hoy, la piedra permanece requemada.
Sonrisa p¨ªcara
Y sin dejar la catedral, vayamos a conocer la historia del profeta Daniel, en el P¨®rtico de la Gloria. ?A qui¨¦n sonr¨ªe tan p¨ªcaramente con las mejillas ruborizadas? Pues a la que tiene enfrente, que es nada m¨¢s y nada menos que la reina de Saba (aunque otros opinan que es Esther). Cuentan que en ¨¦pocas remotas esta sonrisa -el rubor de las mejillas son los trazos de la policrom¨ªa que se perdi¨® y que ha sido recientemente recuperada- fue vista con malos ojos por el clero por ser libidinosa, y que incluso un obispo mand¨® rebajar a cincel los pechos de la reina. Tambi¨¦n cuentan (por contar que no quede) que el pueblo gallego, para protestar por la tajante decisi¨®n del obispo, decidi¨® vengarse dando a algunos de sus quesos la forma de tetilla que tienen actualmente.
Muy cerca de all¨ª, en la plaza de la Quintana, si empieza a anochecer merece la pena esperar a que aparezca proyectada sobre la pared de la catedral la llamada sombra del peregrino. La leyenda dice que pertenece a un sacerdote que manten¨ªa relaciones con una religiosa del convento de San Paio y que todas las noches se reun¨ªa con ella cruzando un pasadizo existente bajo la escalinata de la Quintana y que un¨ªa la catedral al convento. Despu¨¦s de un tiempo, el sacerdote propuso a la religiosa escaparse juntos. Se citaron al anochecer y el cl¨¦rigo se disfraz¨® de peregrino para no llamar la atenci¨®n. La esper¨® pacientemente, pero ella no acudi¨® a la cita. Desde entonces, al caer la noche, a ¨¦l (o a su sombra) se le puede ver esperando.
Desde la terraza exterior del hostal de los Reyes Cat¨®licos tenemos perspectiva para contemplar la iglesia que es objeto de nuestra siguiente historia. Se trata de San Fructuoso, m¨¢s conocida como la iglesia de las cuatro sotas. Las esculturas que la coronan, que representan las cuatro virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza- y que la gente identifica con las cuatro sotas de la baraja espa?ola, son dignas de admiraci¨®n. M¨¢s recomendable a¨²n es buscar un curioso detalle en el muro sur: una calavera esculpida con dos tibias cruzadas, colgada de un pa?o o mortaja con la siguiente inscripci¨®n que alude a la fugacidad de la vida: "Como t¨² te ves, me vi; como me ves, te ver¨¢s".
As¨ª que antes de que todo termine o de que sea demasiado tarde, una ¨²ltima propuesta en Santiago: vinos desde Par¨ªs hasta Dakar. Se trata de recorrer la R¨²a do Franco de un extremo a otro, desde el bar Par¨ªs hasta la cafeter¨ªa Dakar, bebiendo vinos por todos los locales (que son muchos) que hay por la calle. Pero cuidado: incluso los mejores corredores ya han confesado que este rally es m¨¢s peligroso que el Par¨ªs-Dakar original.
? Cristina S¨¢nchez-Andrade es autora de Los escarpines de Kristina de Noruega (Roca, 2010).
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