La ¨²ltima oportunidad
Durante casi un par de d¨¦cadas, Arco ha gozado de un inesperado protagonismo en el panorama art¨ªstico espa?ol. M¨¢s que una feria propiamente dicha, ha sido un referente cultural. Generaciones enteras de escolares se han acostumbrado a ver el arte contempor¨¢neo en sus pabellones, y han ido asumiendo que las novedades de la feria representaban lo que ocurr¨ªa en el mundo. Pero, como acontecimiento art¨ªstico, Arco ha establecido su propio canon, que l¨®gicamente tiene m¨¢s que ver con los valores del mercado que con los de la creaci¨®n y el conocimiento.
Las ferias son los lugares de intercambio por antonomasia y suelen aparecer en entornos en los que el coleccionismo y las galer¨ªas son muy potentes. Arco, por el contrario, se fund¨® a principios de los ochenta, en una Espa?a en la que el mercado del arte era, como mucho, incipiente. Se edific¨® el contenedor con la esperanza de que este generase el contenido. No sorprende la ambig¨¹edad estructural en la que Arco se asent¨® ya desde sus inicios, ni que, a lo largo del tiempo, haya sido causa de grandes debates entre directores, galeristas, cr¨ªticos y artistas. Por un lado, se insist¨ªa en que la feria deber¨ªa reducir el n¨²mero de stands, mejorar la calidad de su oferta y centrarse en los profesionales del sector. Por otro, las actividades paralelas han tenido siempre una importancia capital y a menudo en ellas se han analizado, con una desigual afluencia de p¨²blico, temas que ten¨ªan poco que ver con la feria o eran directamente contradictorios con lo que se mostraba en la misma.
Se ha fomentado el espect¨¢culo, pensando que las cifras lo eran todo
Arco ha disfrutado siempre de un gran ¨¦xito medi¨¢tico y de p¨²blico. A?o tras a?o la prensa y la televisi¨®n se han volcado en cubrir hasta su m¨¢s m¨ªnimo rinc¨®n, las cifras de visitantes han crecido exponencialmente y nuestros representantes pol¨ªticos no han cesado de asistir puntualmente a sus actos. Sin embargo, la euforia y el prestigio social de Arco no han garantizado su relevancia art¨ªstica.
Se sab¨ªa que Arco no iba a ser Art Basel, pero exist¨ªa la esperanza de que llegase a tener una cierta centralidad en lo que respecta a la nueva creaci¨®n y de que fuese el gran puente con Latinoam¨¦rica. Poco a poco se impuso el principio de realidad y comprobamos c¨®mo estos mercados fueron ocupados por otras ferias que demostraron gozar de un mayor dinamismo. Frieze empez¨® a liderar en Londres el trabajo de los artistas m¨¢s j¨®venes y Miami Art Basel atrajo a los grandes coleccionistas latinoamericanos. A pesar de la reiteraci¨®n con que se han expuesto las diversas manifestaciones del arte digital y el inter¨¦s por el denominado Cutting edge, tampoco se entendi¨® que, en la sociedad actual, se estaban generando otros dispositivos de exposici¨®n y distribuci¨®n, y que ¨¦stos ya no pod¨ªan quedar reducidos al ¨¢mbito de la galer¨ªa tradicional.
Arco es hoy un s¨ªntoma de los problemas a los que se enfrenta el sistema art¨ªstico espa?ol: falta de visibilidad, carencia de un relato propio y ciertas dosis de afectaci¨®n. Nos equivocamos cuando pens¨¢bamos que las infraestructuras forjar¨ªan por s¨ª solas discurso y tejido cultural, porque el resultado ha sido la disoluci¨®n del espacio p¨²blico en el dominio de la publicidad y la absorci¨®n de lo art¨ªstico por lo social. Se ha fomentado el espect¨¢culo, pensando que las cifras lo eran todo, pero, una vez los recursos econ¨®micos han empezado a menguar, la realidad de un mercado muy precario y de un debate de poco calado se ha hecho visible con toda su crudeza.
Es innegable que los modelos en los que se ha basado nuestro engranaje cultural han dejado de ser v¨¢lidos y que es necesario desarrollar nuevos paradigmas. Es tambi¨¦n indudable que la ansiedad por ser reconocidos (que no deja de ser una forma perversa de reforzar una hegemon¨ªa en la que parece que estamos condenados a permanecer en una posici¨®n subalterna) ha sido una constante en nuestra historia reciente. Hemos de ser conscientes de la excepcionalidad de nuestra historia y de la precariedad de nuestra modernidad. Quiz¨¢s ha llegado la hora de que dejemos de mirarnos en estructuras establecidas y busquemos una posici¨®n propia en un mundo que se transforma muy r¨¢pidamente. Si Arco quiere desempe?ar un papel relevante en este contexto, hemos de entender que lo importante no es potenciar una pol¨ªtica de ventas a corto plazo, ni refugiarse en los beneficios que proporcionan las tasas o alquileres de los stands, ni en su repercusi¨®n medi¨¢tica. Las ¨¦pocas de crisis son tambi¨¦n per¨ªodos de transformaciones profundas. Posiblemente Arco se encuentre ante su ¨²ltima oportunidad, y haya llegado el momento de proponer una feria que se convierta en un aut¨¦ntico lugar de intercambio y negociaci¨®n. Un lugar en el que tengan cabida los nuevos modos de producci¨®n y uso que caracterizan el mundo global en el que vivimos, y en el que la realidad iberoamericana sea uno de sus ejes vertebradores.
Manuel Borja-Villel es director del Museo Nacional Reina Sof¨ªa de Madrid.
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