Y la 'rep¨²blica democr¨¢tica de Tahrir' triunf¨®
Miles de personas barren en la plaza los escombros del r¨¦gimen y la dejan brillante para el nuevo Egipto
El orgullo dibuja una tenue sonrisa, la ilusi¨®n ilumina los ojos y la voluntad mueve con energ¨ªa los cepillos del ej¨¦rcito de barrenderos que se empe?a en dejar como una patena la plaza de la Liberaci¨®n. Entre todos construyeron la rep¨²blica democr¨¢tica de Tahrir y ahora que se diluye para dar paso a lo que llaman "el nuevo Egipto" quieren que el s¨ªmbolo de la revoluci¨®n, que ha acabado con 30 a?os de dictadura, entre impoluto en la historia. Saben que Egipto no es Tahrir y que les queda un arduo camino por delante, pero de momento solo quieren saborear su victoria.
Como estos d¨ªas atr¨¢s, ninguno obedece ¨®rdenes. En Tahrir no hay gobierno. Desde su nacimiento el pasado 25 de enero hasta ayer mismo, los trabajos se realizan de acuerdo a la conciencia de quien sabe que est¨¢ ganando su libertad. Unos recogen con las manos las piedras que guardaron en las aceras por si ten¨ªan que volver a defenderse de quienes de forma violenta trataron de reventar su revuelta pacifista. Otros, como si se tratara de los escombros del r¨¦gimen, se afanan en echarlas al basurero de los tiempos.
Amanece tarde el ¨²ltimo d¨ªa de la rep¨²blica democr¨¢tica de Tahrir. Las 18 jornadas de protesta y la alegr¨ªa incontenible de la noche del viernes, cuando se anunci¨® que Hosni Mubarak hab¨ªa dejado el poder, pasaron factura a los acampados y hasta bien entrada la ma?ana la plaza no se despereza. Para entonces, ya han comenzado a entrar cientos de personas provistas de cepillos, bolsas de basura y lej¨ªa.
Lola Ridi, con sus hijos, su nieto y dos cepillos, es de los m¨¢s madrugadores. "Vamos a limpiar la plaza porque en ella hemos ganado nuestra libertad", dice satisfecha. Ama de casa, afirma que se sum¨® a la protesta "como madre, para apoyar a las que hab¨ªan perdido a sus hijos". Lleva de pendientes dos hermosos brillantes y no oculta que pertenece a una familia adinerada, pero el hijo sostiene que la "represi¨®n y las disparidades sociales creadas por la dictadura hab¨ªan hecho de Egipto un lugar invivible".
En Tahrir no hab¨ªa ricos ni pobres, ni distinciones entre musulmanes, cristianos o jud¨ªos, ni j¨®venes, ni viejos, ni mujeres, ni hombres. "Somos egipcios, no hay m¨¢s clasificaci¨®n", dec¨ªan. D¨ªa a d¨ªa fueron construyendo el pa¨ªs de sus sue?os. Unos se instalaron como ciudadanos permanentes, otros entraban y sal¨ªan. Al principio, la gran mayor¨ªa era de El Cairo, despu¨¦s llegaron de los distintos rincones de Egipto. Cada uno encontraba su acomodo y su misi¨®n. M¨¦dicos, enfermeros y personal sanitario establecieron seis puntos de atenci¨®n a los heridos -en los enfrentamientos del 2 de febrero hubo 1.500-. Unos aportaban medicinas y productos de primeros auxilios; otros, agua y zumos, otros, pan y comida. Ante la evidencia de que solo con la consolidaci¨®n de la rep¨²blica democr¨¢tica de Tahrir se ganar¨ªa la revoluci¨®n, unos aportaron mantas; otros, tiendas, pl¨¢sticos y lonas. Los habilidosos encend¨ªan peque?os fuegos y preparaban t¨¦, la bebida tradicional egipcia, y muchos se encargaban de la distribuci¨®n, de manera que nadie pasara m¨¢s hambre o fr¨ªo del necesario.
Reda Kamal, de 35 a?os y profesor de ingl¨¦s en Mehala, una ciudad a 100 kil¨®metros de El Cairo, se levant¨® temprano para recoger. "Somos 25 compa?eros. Llevamos aqu¨ª seis d¨ªas. Vinimos con dudas, pensando que tal vez tendr¨ªamos que quedarnos meses, pero hemos triunfado y volvemos a casa". El grupo desborda alegr¨ªa. Sus largas barbas revelan que son islamistas ortodoxos, pero niegan que pertenezcan a los Hermanos Musulmanes, la organizaci¨®n isl¨¢mica pionera del activismo pol¨ªtico: "Somos simplemente egipcios". Seg¨²n Kamal, todos esperaban "m¨¢s apoyo de Occidente para derribar al dictador", aunque ahora ya no les importa: "Lo hemos hecho nosotros solos". Y deja clara la advertencia: "Nos vamos pero volveremos si el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no cumple el compromiso de dar libertad al pueblo y de democratizar el pa¨ªs".
Por la ma?ana, todav¨ªa segu¨ªan controlando algunos de los cientos de voluntarios que estos d¨ªas registraban a quienes entraban para asegurarse de que no llevaban armas. Por la tarde, sin embargo, ya estaban, como la mayor¨ªa, dedicados a llenar camiones de basura y de los restos de las barricadas y a frotar con lej¨ªa tanto los adoquines de las aceras como la calzada. Luego, aparecieron los pintores.
Con guantes de pl¨¢stico amarillos, las tres jovencitas barren en medio de la polvareda, mientras otros recogen a mano las colillas que los viandantes siguen tirando al suelo. "Hemos venido a limpiar porque queremos que el nuevo Egipto inicie su andadura sin manchas. Amamos nuestro pa¨ªs y queremos que vuelva a ser el l¨ªder del mundo ¨¢rabe, pero de un mundo ¨¢rabe democr¨¢tico", dice Mai el Gibeili, de 25 a?os, que al igual que sus amigas solo hab¨ªa estado en Tahrir unas horas la semana pasada. Sin embargo, Mohamed Zidan y sus nueve compa?eros vinieron hace seis d¨ªas de Ciudad Sadat, a unos 120 kil¨®metros de El Cairo. Vuelven a sus casas iluminados por esta especie de Comuna de Par¨ªs que han vivido. Casi ninguno quiere preguntarse por el futuro. Prefieren disfrutar del momento. Zidan asegura que la experiencia ha sido inolvidable: "Compartimos todo, cooperamos en todo con un solo objetivo, y triunfamos".
Ingeniero industrial de 33 a?os, Zidan trabaja en una multinacional holandesa y gana 3.000 libras egipcias (375 euros) al mes, un sueldo muy alto para un pa¨ªs donde el 40% de la poblaci¨®n tiene menos de un euro por persona y d¨ªa. "Hemos venido buscando libertad y nos vamos con ella", dice. A?ade que no le da miedo que el poder haya quedado en manos del Ej¨¦rcito: "Los militares dijeron que nos proteger¨ªan. Hasta ahora, no nos han traicionado. Saben lo que queremos y saben que estamos dispuestos a defenderlo".
Los soldados ya hab¨ªan retirado las alambradas de espino y muchos de los tanques que taponaban las grandes entradas a la plaza de la Liberaci¨®n. Otros fueron recolocados en la ma?ana de ayer de manera que no interrumpieran el trasiego de personas. A lo largo de esta noche estaba previsto que regresaran a sus cuarteles y dejaran el paso libre al endemoniado tr¨¢fico de El Cairo, interrumpido en la zona desde que se cre¨® la rep¨²blica democr¨¢tica. Barrida, lavada y reci¨¦n pintada, Tahrir vuelve hoy a ser la plaza central de la capital, pero la mayor¨ªa de los egipcios no olvidar¨¢ nunca que aqu¨ª se alumbr¨® lo que quisieron que fuese un nuevo pa¨ªs.
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