El 3D al servicio del documental
En la b¨²squeda de soluciones para parar la alarmante deserci¨®n de espectadores en las salas de cine, de que la gente est¨¦ renunciando a ese h¨¢bito tan ancestral, los m¨¢s intuitivos y pragm¨¢ticos del negocio han descubierto que ofrecer el cine en tres dimensiones puede ser un gancho a?adido o infalible para que al p¨²blico le compense salir de su casa y pagar una entrada. Avatar, que probablemente tambi¨¦n hubiera roto las taquillas si su formato hubiera sido normal, demostr¨® que el personal disfrutaba a¨²n m¨¢s con un espect¨¢culo vendible si lo sent¨ªa tan cerca a trav¨¦s de esas gafas m¨¢gicas. Por mi parte, puede gustarme el 3D como algo ocasional y en determinadas pel¨ªculas, pero me resulta inc¨®modo y antinatural tener que a?adir por sistema otras gafas a las que ya tengo para descubrir nuevas sensaciones en el cine. Me gustar¨ªa seguir gozando de ¨¦l sin nuevos artilugios que cambien, distorsionen o potencien mi mirada. No preciso de efectos especiales ni de t¨¦cnicas sofisticadas para sentir el nirvana del cine. Las pel¨ªculas ante las que me siento m¨¢s feliz, se rodaron hace bastantes d¨¦cadas y en a?orado blanco y negro, utilizando el abecedario cl¨¢sico de plano, contraplano, plano medio y plano general. Aunque tambi¨¦n algunos genios realizaban en esa ¨¦poca planos-secuencia que te dejaban con la boca abierta.
Descubro que me siento fascinado por lo que muestra en la pantalla Wenders
Consecuentemente pongo gesto de fastidio cuando me avisan en la entrada a las tres proyecciones del d¨ªa de que hay que verlas con las mosqueantes gafas oscuras. Deduzco que la Berlinale, tan moderna ella, ha decretado el D¨ªa Nacional de las Tres Dimensiones. Sin embargo, al final de la jornada constato que tampoco he estado todo el rato pendiente de esos inventos oculares durante las proyecciones, que me he olvidado de ellos. Se?al inequ¨ªvoca de que disfrutaba de lo que estaba viendo en la pantalla.
Mi primera sorpresa lleva la firma Wim Wenders, un director apasionante en sus comienzos al que se le sec¨® la imaginaci¨®n a partir de Par¨ªs-Texas, autor desde entonces de una obra tan repetitiva como pretenciosa, seudol¨ªrica y cargante. Esta vez ha elegido el formato del documental, g¨¦nero en el que ha realizado musicales atractivos (su o¨ªdo y sus gustos mel¨®manos siempre han sido privilegiados) como Buenavista Social Club. Se titula Pina y es un sentido homenaje a la fallecida bailarina y core¨®grafa Pina Bausch. Me parece un tributo hermoso, est¨¦tico y profundo. Transmite admirablemente el universo de esa mujer que utilizaba el baile para expresar sentimientos, frecuentemente relacionados con la incomunicaci¨®n y la soledad. Los integrantes de la compa?¨ªa de danza que cre¨® esta inquietante se?ora nos hablan con pasi¨®n y datos de todo lo que ella les ense?¨®, bailan en espacios urbanos y en las monta?as de la cuenca del R¨¹hr, vuelven a interpretar delante de la c¨¢mara Caf¨¦ M¨¹ller, La consagraci¨®n de la primavera y Vollmond. No disponiendo yo de la sensibilidad adecuada para comprender y amar la danza, habi¨¦ndome quedado vergonzosamente dormido en el legendario Teatro Bolsh¨®i de Mosc¨² durante una representaci¨®n de El lago de los cisnes, descubro que me siento fascinado por lo que muestra en la pantalla Wenders.
El cine de Werner Herzog, a diferencia del de Wenders, me ha aburrido notablemente desde sus comienzos, incluidas las mitificadas Aguirre y Fitzcarraldo. Pero en el campo del documental me inquiet¨® mucho Grizzly man, retrato de un neur¨®tico exhibicionista que pasaba en soledad temporadas con los osos y al que l¨®gicamente se lo acab¨® zampando uno de ellos. En La cueva de los sue?os olvidados, Herzog, acompa?ado de un equipo m¨ªnimo, logra que le dejen filmar con m¨²ltiples y l¨®gicas restricciones en las cuevas Chauvet, situadas en el sur de Francia y donde unos arque¨®logos descubrieron en el a?o 1994 que sus paredes manten¨ªan intactas las pinturas de artistas del Paleol¨ªtico, que milagrosamente la naturaleza hab¨ªa decidido no destruir una obra creada hace 30.000 a?os. Herzog describe muy bien el misterio y la belleza que desprenden esos caballos en estampida, leones sin melena que acechan a las hembras, mamuts peleando a muerte, rinocerontes pl¨¢cidos, etc¨¦tera. La c¨¢mara tiene que filmar estas maravillas a distancia ya que hasta la respiraci¨®n humana podr¨ªa alterar ese tesoro. Hay que agradecerle a Herzog su audacia para conseguir entrar en lugar tan preciado y que los espectadores podamos compartir su asombro.
Los cuentos de la noche
, dirigida por Michel Ocelot, tambi¨¦n utiliza las tres dimensiones en el cine de animaci¨®n, con la originalidad, presumiblemente fatigosa para los ni?os, de que todos los personajes son siluetas en negro. Cuenta varias historias protagonizadas por princesas, magos, lobos y elfos. Es curiosa, pero no deslumbrante.
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