La derrota de Mubarak
Supongamos que el expresidente de Egipto hubiese muerto tan solo un mes antes de ser depuesto. Gran parte de los jefes de Estado de la Tierra acudir¨ªan al sepelio, habr¨ªa luto nacional, las fotos que exist¨ªan en las tiendas del pa¨ªs tendr¨ªan un lazo negro, el pueblo har¨ªa largas colas para darle el ¨²ltimo adi¨®s.
Las televisiones mostrar¨ªan im¨¢genes de dolor de la gente corriente, periodistas y pol¨ªticos se apresurar¨ªan a escribir y contar an¨¦cdotas que resaltasen su calidad humana, hubiese muerto en el seno de la Internacional Socialista y, por supuesto, desconocer¨ªamos su tremendo capital acumulado, los rapsodas cantar¨ªan su logro de conseguir 30 a?os de paz y estabilidad social, aparecer¨ªan montones de art¨ªculos acerca del futuro incierto y peligroso que se abrir¨ªa en el pa¨ªs ante la sucesi¨®n.
Ahora, en cambio, se refiere todo el mundo a ¨¦l como el dictador, probablemente le expropien el patrimonio y hasta puede ser juzgado. Es decir, su pecado no es lo que hizo, sino haber sido derrocado. De locos, ?no?
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